Llegó la hora, llegó ya compañero
“Estábamos grabando la ‘Cantata Montonera’, a las cinco de la mañana, y apareció toda la cúpula de Montoneros. Toda. Con sus ‘fierros’. A ver qué tal iba” Tacún Lazarte, músico de Huerque Mapu. Extras
Se conoció un audiovisual de pocos minutos sobre el velatorio de Roberto Perdía, uno de los jefes montoneros, que murió la semana pasada a los 82 años de muerte natural. La actividad tuvo lugar en la sede de la Federación Gráfica Bonaerense y contó con un número musical brindado por un cantor vestido de gaucho llamado Francisco Alvero, que promueve su trabajo bajo el seudónimo “El juglar de la libertad”. Alvero entonó fragmentos de la Cantata Montonera, una composición de varios actos que sintetiza en versos melodiosos los principales hitos armados de la organización desde su origen. El gaucho le puso garra a la canción mientras el público asistente acompañaba mayormente con un mmmm porque la letra es larga, movían el piecito sin criterio y hacían palmas injustificadas… La cantata no es nada popular, aun cuando todos los presentes la hubieran escuchado más de una vez. El doliente que filmó con su celular hizo paneos entre el público, el cantante, la viuda y el mismísimo muerto, a quien no se le había practicado ningún maquillaje y estaba blanco como una hoja. En esa caricatura se halló popularmente la gracia que lo hizo viral, con la indolencia que caracteriza a las redes sociales. No es menos cierto que el exceso del cantante estaba comprando presencia en futuros eventos y subsanaba, seguramente, todo lo que no puede cuando no está disfrazado de gaucho porque hacía demasiado fuerza, lo que, como decimos siempre, no es lo mismo que tener fuerza.
Se veían también unas cuantas coronas, cada vez más inusuales en los velorios chicos porque subrayan demasiado que se trata de un velorio, y la gente ya no quiere eso, prefiere un evento menos centrado en el muerto propiamente dicho y más en los deudos y en lo que el fallecido ya dejó, y no en lo que está siendo en ese mismo momento de tránsito a la inmortalidad pero, claro, en ciertos velorios, las coronas son como los auspicios, la señal inequívoca de respeto de organizaciones, instituciones y de personas que funcionan como organizaciones e instituciones, las coronas son atributos de poder póstumos del muerto. Entonces, enumerando, tenemos el gaucho, la guitarra, el poncho, la viuda, la rigidez del fallecido, la incertidumbre coreográfica de los asistentes, todos penosamente vestidos, un mal nacional, todo todo junto, lo cual motorizó la sorna en las redes que, también, esto es importante, es alimentada por los cínicos activos que se aferran a la deriva más ridícula de las cosas para golpear sobre un sentimiento que es anterior y que no conocieron: la más pura ilusión de la política.
Yo me sabía de memoria la Cantata Montoneros, la tenía grabada en un TDK, y me la llevaba al baño con el walkman cuando me hacía baños de inmersión después del tenis, incluso las partes donde sólo está el locutor hilando, un gran locutor, sin duda con cuyo nombre no puedo dar, una lástima, investigué, leí hasta donde pude, en fin. Quería postearla, tampoco es posible, no está en Youtube y Spotify, estimo que Huerque Mapu, el grupo que la grabó, o sus herederos, pusieron en suspenso la libre circulación. Pero sí descubrí algo que no sabía hasta ayer: ¿quién es el autor primario de la letra? Nicolás Casullo bajo el seudónimo H. Juárez. Dejo abajo de todo una muy interesante monografía de Martín Sessa. Algo más sobre el velorio: el crucifijo que desde atrás daba la perpendicular al ataúd es chillón, un Cristo muy sufrido, y esto es, compañeros, en la tradición, para que el muerto nunca crea que es el que la tiene más grande; me gustó, además, que la bandera de Montoneros, larga, como de para avalanchas, quedó por detrás de la cruz, como estableciendo una jerarquía entre el hijo del barba y el movimiento.
Morirse es muy personal, a mí me desconcierta un poco cuando la gente no se toma en serio a sí misma, su historia, para la decoración de su último acto, máxime si lo ve venir por edad o por patologías. Que, en particular, quienes lideraron un ejército irregular diezmado por el terrorismo de Estado y que también diezmó familias en nombre de, seamos solidarios, la revolución, no se hayan equipado con un pudor eterno dado que no pudieron llevar semejante delirio a fondo, que fracasaron, que perdieron. En aquel genial testimonio que dio Galimberti en el libro de Larraquy/Caballero que lleva su nombre, dijo algo así, no lo voy a buscar, lo que recuerdo es, “después de haberlo intentado todo, la revolución, cagarte a tiros, tus ambiciones no pueden ser ridículas”, comentando que al salir de la prisión con la amnistía de Menem, Fernando Vaca Narvaja se puso una gomería. “No podés encarar la revolución del crique”. Galimberti justificaba también así su desmesura de volverse millonario, asociarse a Jorge Born, el mejor secuestrado de Montoneros, las motos, los autos, las fiestas en Punta del Este y la escena que le hizo a esos jóvenes periodistas de volcar vinos valiosísimos en la primera entrevista para demostrar que así como los podía pagar, también los podía descartar. Sin dolor.
Siempre me pareció más lógico el derrotero de Galimberti y el de Abal Medina padre, otro que se hizo recontra millonario, en México, que lumpenear en peñas con gente mal del balero durante cuarenta años. El otro camino que me parece razonable es perderte, completamente, ni una foto, ni una guitarreada más. Nada y, al final, que te entierren envuelto en sábanas debajo de la sombra de un nogal, una tumba coronada con piedras, como la de los cowboys.
De las historias más conmovedoras de la contraofensiva montonera del año ‘79 es la de quienes volvieron al país a combatir a los militares por la culpa que acarreaban por el sacrificio previo de una pareja, hermano menor, amigo querido. Era un más allá de la lógica de la guerra, de la táctica y la estrategia, era establecer un acuerdo con la ausencia, arriesgarlo todo para quedar a mano. Tengo menos idea sobre el sentimiento de culpa de las conducciones, de quienes dispusieron la estrategia. Pero este velorio me dio una pista: es posible que estas vidas conurbanas, cuidando los pesitos, haya sido el formato. Ni vidas espectaculares, ni el respiro de borrarse, vivir explicando, y un velorio medio gitano que licúa toda la pompa castrense y solemne que signó su biografía y donde cometió los errores equivocados que llevó en la espalda por cuarenta años.
Sobre la marcha del 24. Yo no marcho, no volví a marchar nunca más después del ‘87, más o menos. Es una actividad que parece noble, todos juntitos, el bien común, pero para entonces todo los grandes temas estaban agotados, FMI, Juicio y Castigo, economía de guerra. Lo del 24 de marzo fue siempre algo de los organismos, de los troscos y la izquierda en general, para que no se olviden de ellos, principalmente, que después fue boosteado durante el kirchnerismo para darle músculo a una rama del movimiento, para no depender mucho de la CGT, de los intendentes, no depender de nadie, pero que todos dependan de uno, y así se coló en el calendario de mis vecinos de Chacarita y se hizo más mainstream mientras Lázaro Báez se volvía uno de los diez terratenientes más grandes del país. ¿Qué cambió ahora para que deba marchar? Como se dice cuando te ofrecen un cigarrillo, o se decía: gracias, recién tiré. No se puede ir siempre a la misma marcha vieja. El negacionismo del gobierno no la refresca, la hidrata un poco. Dame marchas nuevas. Pero estamos lejísimos de ponernos de acuerdo sobre cuáles serían las nuevas. En la del domingo el porcentaje más grande de asistentes estima que Israel debe cesar el fuego contra Hamas, buscar un punto intermedio, y cambiar presos por delitos comunes y graves que están en las cárceles de Israel por los rehenes que secuestraron el 7 de octubre, niños incluidos, y que aún permanecen vivos en los túneles de Gaza. Y que Israel se la tiene que comer doblada, más o menos porque sí. Yo marcharía por defender a Occidente de los integristas, de Putin. Somos doscientos. Creo, de corazón, como se dice ahora, que hay que sostener la no marcha del 24 de marzo. Que todo sea para adelante, recoger a los caídos de este reseteo económico (la Moncloa secreta de la elite política y económica) y establecer alguna cosa política duradera que combine el equilibrio fiscal con la justicia social y el crecimiento. De otro modo es el mismo amor, la misma marcha, para alimentar, ahora, la candidatura de Kicillof, y es perfectamente cómoda para el gobierno que encuentra una secta de blancos profesionales con rating para rivalizar. Y no contribuye a afirmar el Nunca Más. Ya vemos cómo muchos, muchos manifestantes, las nuevas generaciones, estiman que las atrocidades de Hamas están justificadas… bah, les encantan.
Se insistió mucho en el número de concurrentes. Que fueron doscientos mil... Nada, una secta un poquito más grande que el año pasado. De todos los participantes los que más me parten el alma son los radicales que van a la marcha como los familiares pobres se arriman con vasos de plástico en un brindis, a participar de una actividad donde no los quieren, porque como toda secta tiene muchas reglas. Los fajaron todos los 24 de marzo, zafaron este domingo, así que volverán con todo el año que viene porque el año pasado no tuvieron que correr. Las otros alienados de la marcha fueron las pobres criaturas que, de a miles, fueron llevadas a caballito para la foto en Instagram o en el más cruel Twitter que, para esta ocasión, tan especial, se habilitó como red para hacerse el papá corazón. La foto con pibes a upa en la marcha del 24 es el político tomando mate o viajando en subte. En fin. Los niños que ya no van a upa tuvieron otra utilidad en la manifestación: hicieron de modelos vivos para hacer siluetas de desaparecidos. Se arrojaban sobre el pavimento y los rociaban con aerosol por todo el contorno. Inolvidable.
Compañeros, son épocas duras, sé que los hilos presupuestarios se cortan por lo más delgado. Un pedido: no me cancelen la suscripción lunes y jueves porque son los días que escribo y me baja el ánimo. Pero el resto de los días no pasa nada, vida normal.
Desuscribirse es así: entran a Mercado Pago en la compu (a vuestra cuenta, no a la mía). Arriba a la izquierda, al lado de inicio, un menú tira opciones, una de ellas es “tus suscripciones”: click, obvio, y van a ver que dice Un correo de Esteban Schmidt que dice “activo”: click de nuevo y luego click para cancelar. Seguramente devolverá un mensaje que dice que no podrán volver a entrar al Correo pero eso es falso, yo no lo escribí, es psicopatía de la aplicación tragamonedas, van a poder seguir entrando o recibiéndolo por correo. A mi, luego, me llega un mail de Mercado Pago que dice que Shimon Peres o Aretha Franklin cancelaron la suscripción y tal cosa es inequívoca. En un mundo ideal, Un Correo y Mercado pago estarían unidos, o completamente separados, pero no haciendo este puente manual. Para tal cosa no deberíamos tener veinte dólares distintos, y yo podría hacer mi recaudación voluntaria a través de Substack, usando Stripe, la pasarela de pagos que tienen asociada y que no existe en Argentina, pese a que, y esto es increíble, los dueños la desarrollaron acá, en la patria, sentados con la compu en un Havanna con buen wifi de Recoleta cuando tenían 19 años. Por el cierre de tantos años de nuestra economía se hace incierto iniciar una operación aquí para algunas compañías internacionales, cierre que aun perdura, nadie crea que no.
Os muestro como me aparecen esas pantallas a mí:
Por supuesto, quienes sí puedan apoyar esta Operación Traviata, no dejen de hacerlo, los “montos” son irrisorios, tomando en cuenta el resto de los precios de la economía. Dejo los botones y hagámosle, compañeros, 23 agujeritos a la prensa burguesa.
One shot para quien no quiera sentirse rehén de una mensualidad mínima.
Aviso importante. Como anuncié al principio del año, no me voy a enfermar para sostener el Correo cuando haya feriados porque en casa somos dos adultos, no hay abuelos, los tíos están muy ocupados, o lejos; la hora de niñera son 3 mil, 4 mil…, en fin, los nenes son chiquitos y no los puedo tener las diez horas que me lleva cada correo jugando a la Play. Así que retomo los envíos el viernes 5 de abril con la frecuencia habitual.
Lo que sigue, pueden esperar a la Semana Santa para leerlo pero se los comparto hoy. Es mi correo de la Semana Santa del año pasado.
Y acá la investigación sobre La Cantata Montoneros. Autor: Martín Sessa.
Hermoso correo, pero me genera envidia y, es sabido, no hay envidia sana, hay admiración. Pero me hubiera encantado escribir esto porque varios párrafos forman parte de mi discurso pero con una elegancia infinitamente menor.
Qué oficio noble el del juglar (si convenimos que, a pesar de que existan adalides de su mala praxis, el laúd no se mancha). Me hiciste pensar con tu mención al Walkman que el nombre de ese aparato podría interpretarse como representando a un juglar, un man que walkeaba al lado tuyo cantándote. Yo siempre lo había pensado al revés, que el man que walkeaba era uno mismo con ese coso colgando del cinturón, y creo que marketing lo pensó con esa connotación.