El sábado a la noche un objeto no identificado, el tercero en siete días, sobrevoló el estado de Montana y el radar lo detectó, pero los F16 que salieron de raje a voltearlo no lo vieron. Un misterio. A las horas, los militares adujeron problemas de visibilidad relacionados a la oscuridad de la noche, que sonó a mentira piadosa, y el asunto quedó clasificado como una anomalía de radar. La noticia me agarró pisando la medianoche y elegí creer que algo raro, pasado de castaño oscuro, estaba sucediendo, y aplastado por el espeluznante calor ambiente, con toda la familia roncando, quedé expuesto, y solo, a la idea de un evento único que podría modificar completamente la vida, mientras afuera la ciudad me abastecía de desesperanza con el estruendo de las puertas de los tachos de basura, y los toquecitos de sirena que hacen los patrulleros para disolver reuniones de lúmpenes.
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