Yo que adoraba el fuego
Hillary Clinton perdió un martes de 2016 pero su discurso de concesión fue el miércoles a la mañana para dejar que lo increíble del triunfo de Donald Trump asiente durante la noche y para poder dar tiempo a escribir un gran discurso, algo que trascienda el drama de la derrota y la bronca. Cuando se presentó a las diez de la mañana en el Grand Ballroom del New Yorker Hotel el salón ya bombeaba sangre porque el breve discurso de Tim Kaine, su compañero de fórmula, los había emocionado a todos, incluso a él mismo, que no pudo ocultar sus lágrimas. Como en todos sus textos de campaña, Hillary destinó un párrafo para el pasado, otro para su familia, otro para lo que se perdió Estados Unidos sin ella, otro para la esperanza, y esa mañana también otro para su rival, el inesperado desarrollador inmobiliario. Dijo sobre Trump: “le debemos nuestra cabeza abierta y la oportunidad de liderar”.
En Buenos Aires me sentí aliviado por este discurso porque lo inimaginable que podía venir con Trump, el imperio más benigno de la historia a cargo de un insensato con el maletín nuclear a cuestas, arrancaba con una visión no tremendista por parte de quien había sido su contendiente, y duramente maltratada por él. En ese salón estaba, además, la garantía de un contrapeso efectivo, material. O sea, tudo bem. Y al final, lo de Trump no fue para tanto, visto desde acá.
Hillary había sufrido una derrota anterior, en la primaria demócrata con Obama, en 2008. Seguí esa campaña estado por estado, por Internet, hasta que Hillary se dio por vencida y el sábado 7 de junio hizo su discurso de concesión. Recuerdo perfecto la circunstancia en que lo escuché porque fue el día que murió Bernardo Neustadt, también el día del periodista, y yo me hice un sandwich de jamón paladini y queso gruyere con tomate con un pan francés de oreja bien marcada y bien crocante, que comí en la mesa de la cocina. Hacía frío, normal en junio, y esperaba las 15.30, que era la hora del taller. Dejo más abajo también ese discurso.
Los gringos, aunque no Trump, ni Bush, pero sí Romney y muchos republicanos y casi todos los demócratas, tienen en su prosa algo moralista. El sueño americano es Dios, los padres fundadores, los apóstoles o santos, y todos los americanos son el pueblo que cruza el desierto (¡gastando fortunas!) de Egipto a Israel. La política argentina evita la sabiduría en los discursos, los pocos políticos en condiciones de destilar algo parecido omiten hacerlo: jugársela con la propia voz en algo que resuma la experiencia y la cultura equivale prácticamente al retiro. Si incluyen la historia parece que recitaran una lección, un como sí que no prende. Así que dicen huevadas que estiman convenientes tomando como base que su interlocutor imaginario es Van der Kooy, nada personal, criterios nunca sólidos, que son modas, que son adecuaciones de los políticos a la comodidad de los publicistas a los que contratan en las buenas, más que adaptaciones de los publicistas a las condiciones o posibilidades de los políticos. A veces, Miguel Angel Pichetto parece que dice algo de Viejo Vizcacha, pero enseguida los periodistas, pobres, salen a cortarle la inspiración en busca del título coyuntural, perdiéndose el título que a lo mejor resume una época o una vida entera si le facilitaran la deriva. A veces, Luis Juez dice en chiste cosas que tienen valor, pero claro, son chistes, y otra vez los periodistas, pobres, le subrayan la humorada, no lo dejan que derive y busque un segundo chiste como un gracioso luchando por su vida en una peatonal.
El político mismo cree que se desconfía del político que dice algo elaborado, no en el sentido bueno de la confianza, de te puedo dar la espalda, sino en el sentido de que lo imaginan sin poder, inexistente. Nadie quiere anticiparse a un cierre de carrera como el de Julio Bárbaro. Al contrario, dentro del gremio rige la regla de que para sobrevivir hay que exhibir bastante mala educación, esto no debe ser cierto, pero han creído en eso y lo mantienen. Mauricio Macri usa bastantes malas palabras como demostración de que puede estar conectado con el pueblo o que es sincero, que si así habla con sus amigos del paddle por qué no decirlo en público.
Creo que esta renuncia a la lengua, digamosle así, es un gran capítulo en la biblia de la casta. De cómo se transformaron en esta cosa jabonosa que son.
Pienso de que:
Milei avanza porque los políticos tradicionales, radicales, peronistas, UCD/PRO, socialistas, el set que presentó la democracia estos 40 años, han retrocedido y retroceden porque se manifiestan culpables, además de serlo, claro. Cuando hablan, hablan en nombre de la corporación sin darle solución a la continuidad. El caso emblemático es Larreta, cuyo texto fue demasiado dominante por efecto del aparato publicitario. Su argumento es que él era mejor que todos pero, al fin y al cabo, un primus inter pares.
Que el aniversario redondo del período democrático, cuarenta años, coincida con la asunción de Javier Milei es un golpe duro a la autoestima. El período arrancó muy arriba con la promesa de comer, curar y educar, y los resultados en esas tres áreas son devastadoras. Este redondeo es, visto así, merecido.
En la acumulación de tuits, detalles, datos ciertos, urgentes, de la televisión, proyecciones locas sobre el futuro próximo, está siempre la idea misma del descontrol, del caos, y contra la inercia que llevo de adorar el quilombo, me sentí estos días, por primera vez, solo en él, algo fóbico y nuevo, como de encierro en una situación, sentí que me ardía la incomodidad de volver a vivir una crisis espectacular, con fueguitos en las esquinas, la montada, las sirenas.
Yo que hasta hace pocos meses adoraba el fuego, y el olor de la guerra civil inminente, sentí que ya no lo quiero más. Que prefiero el olor del café y las tostadas con queso camembert. Y entonces me asusté de verdad, y quiero que se quede todo mosca.
¿Me da miedo por los chicos? A ojo, no. Yo los voy a cuidar de lo peor que pueda pasar, ellos no saben aún cuán hostil puede ser el mundo, así que no se van a sorprender con lo que a mí me parezca más inaceptable. Pueden interpretarlo como la parte del menú que no terminaron de ver y que se va develando, como alguna vez fue con el primer camión de bomberos, el ataúd que vieron de refilón en la avenida Jorge Newbery dentro de un auto negro, y además ya vieron quemar pasta base en el contenedor que tenemos en la puerta de casa, muchas veces, así que deben suponer que así funciona. No hablamos del tema. Bah, les dije un día, ante la inquietud, ellos bajaban con sus raquetas y los vieron y yo los apuré hacia el auto y ya dentro: estos señores están cansados porque vienen caminando desde la ciudad de Pelotas en Río Grande Do Sul. Bastó para cambiar de tema.
Así que eventualmente, cuando se desate, y se va a desatar, nos vamos a encerrar y vamos a jugar a la pelota con Simón en nuestro módico living, y Amparo va a pintar, vamos a saturar los colores para allá y luego para allá, el rojo que va desde el rosita hasta el carmín, y cuando se acabe la témpera me iré pinchando el dedo y sacándome la sangre para que su obra no tenga fin.
Puedo leerles novelas de adultos adaptadas y que el sexo sea como jugar a las escondidas, los negocios como cambios de figuritas y un crimen una tarjeta roja. Pero en el caso extremo, el apocalipsis, tantos caerán antes que nosotros… Triste, compañeros. Nosotros sólo vemos la destrucción de la moneda a la espera de otra moneda, o de que se aplique como un freno de mano que diga hasta acá y es normal que si se corta el pedaleo, la inercia, los que no están agarrados, vuelen. No, no soy optimista. No, no pasa nada.
Vienen tiempos duros, pero donde seguiremos siendo representados por sujetos que no están a la altura de la responsabilidad. O sea, habrá más dureza, autoinfligida. Con instituciones igual de débiles que no nos funcionan como garantía de última instancia. Si los hombres fallan, sonamos, y van a fallar. Todo lo que funciona bien, una empresa de servicios satelitales, una parrilla cinco estrellas, ese doctor que todos conocemos y que decimos es un fenómeno, nos confunde, o confundió mucho tiempo, respecto de lo que funciona mal. Pensamos que los primeros enseñan con su ejemplo a lo que funciona mal y que hay o habrá un movimiento de adecuación de un momento a otro. No pasa, son mundos separados. Llevo años esperando el inicio de esa transferencia. El privado ya sabe cómo es la historia hace tiempo, en acción se aprende más rápido que habiendo congelado una vocación, y se defiende, y eventualmente busca el beneficio que el político puede darle por la razón oscura que tenga. Acepta las reglas de juego.
Pasan los días y menos se puede creer en lo que estamos metidos. Cómo llegamos aquí. Hay sobreoferta de explicaciones pero creo que es menos útil tratar de entender por qué Milei, y su eventual psicosis, que el desbarranque total de la democracia y ver si hay algo que pueda salvarla.
Eventualmente los que pierdan ese día, en que perderemos mucho, podrían decir algo de valor y podrían usar estos discursos de inspiración que adjunto, pasénselos, sin plagiarlos dentro de lo posible, incluso sin valerse demasiado de escritores fantasmas o publicistas, algo que de verdad quieran decirle al pueblo, a sus partidarios, a sus hijos, a sus nietos, algo que funcione como legado y como semilla de algo mejor.
FIN
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HOY
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Este es el discurso de concesión de cuando Hillary perdió con Trump.
El mismo día que murió Bernardo Neustadt, Hillary Clinton saludó el triunfo y la candidatura de Obama con otro gran discurso. Es muy muy bueno.
Para mí: temazo. Este chico murió muy jovencito, a los 26, de sobredosis. Capaz ansioso o demasiado sensible. Fue novio de Ariana Grande. Ella es muy flaquita, pero canta muy bien, es indiscutible. La canción la canta el muerto, pero cuando vivía, hizo bien.