Un país espectacular
Cruzamos nuevos círculos del infierno a paso de vencedores. Las elecciones no resolverán los problemas, pero nos dirán cuánto se van a profundizar. Mejoran mis motivos para amar a la patria. Extras.
Simón me pregunta una y otra vez por qué Alejandro Garnacho eligió jugar para la Argentina si nació en España; la respuesta más simpática que se me ocurre siempre es: “porque somos un país espectacular”. Normalmente son conversaciones hombre a hombre que tenemos en el auto. Le doy ese formato, le hablo un poco por encima de su comprensión absoluta para que aprenda más palabras y se haga más preguntas; no al extremo de volverlo un mormón cultural, un aparato, sino como procedimiento elástico, un ir y venir del saber al joder. Entonces giro la cabeza cuando nos detiene el semáforo para responderle, lo miro como un tachero verdaderamente comprometido con la conversación y le digo. “¿Qué va a hacer Garnacho, hijo? España no está mal, la comida es espectacular, el encierro de Pamplona, la tomatina, pero ser argentino…, dios mío, aunque sea a la distancia, aun sin experimentar el día a día, es emocionante, y qué suerte, hijo, que hayas nacido acá. Gardel, Spinetta, Messi, Antonio Berni, vos… es mucho hijo, mucha suerte”. El niño, que heredó mi melancolía, los ojos tristes que yo heredé de mi padre, y que mi padre heredó de su abuelo, sonríe, y pase lo que pase ya tiene atada la celeste y blanca. Ya lo vi cantar el himno, ya sé que sabe, y él sabe que yo sé, que hay algo especial entre él y su patria, y lo considero un verdadero logro. Además, vio el Mundial, me vio convulsionar en la final, tirarme al suelo, entrar en agonía y, al fin, atorarme de emoción con el penal adentro, al palo derecho del arquero.
La respuesta larga fomenta, como digo, que quiera volver a preguntar, y a mí me permite hacer variaciones y no aburrirme nunca con la conversación. Eventualmente me sirve para el newsletter. Lo crucial es que quiere escuchar una y otra vez que nació “en un país espectacular”, que el telón de fondo de su vida acomodada y privilegiada es, además, conmovedor por razones que no entiende pero que acepta, y que hasta un jovencito millonario que nació en España y juega en el Manchester United lo elige como propio aunque no haya cruzado jamás a pie la 9 de Julio.
En mi fantasía más dura sobre la paternidad, cuando estábamos solitos yo y el mundo, mi desconexión con el territorio se me presentaba como una dificultad adicional a la financiera de sostener una familia en el largo plazo y a la sostenibilidad emocional, todos unidos, todos juntitos, sin quilombos, lo más para siempre posible. Buenos Aires, en particular, me tenía harto, me resultaban totalmente repugnantes la caca de los perros, la proliferación de quioscos con cocinitas eléctricas, las múltiples señales de descomposición social que apenan en lo íntimo y afean en lo superficial. Esta sensación, amplificada, me proyectaba paseando por la ciudad con un niño pero sin amar nada de la ciudad, transportándonos de un encierro a otro. ¿De qué hablaríamos? ¿Qué podía transmitirle que fuera optimista, sagrado o indiscutible si solo veía una fatalidad?
Después del 2001 me comí el Renault Clio bordó que tenía, patente BNP algo, y los siguientes diez años hice absolutamente todo en bicicleta para experimentar menos la vereda y sus manifestaciones. Luego volví a caminar sin que hubiera evolucionado mi subjetividad, congelada en una enorme insatisfacción que amarillaba todo lo que veía. La ciudad me daba asco. Para ese entonces, la última década del diez, el tipo de cambio facilitaba viajar por lo que ponerse exquisito con la propia ciudad era más fácil. Eso también es cierto. Con un dólar caro hay una resignación a la tierra y los churros y la pizza al corte se represtigian.
Cuando la posibilidad de un hijo se hizo real, cuando la preocupación por mantenerlo fue menos importante que el hecho de tenerlo, cuando pude aceptar completamente la incertidumbre como la métrica secreta de la vida y las relaciones humanas, aún me quedaba resolver mi completa desilusión con el país en que nacería. No iba a hablarle mal a mi hijo sobre el lugar donde lo criaría, por lo que en la fantasía, en la proyección, me quedaba simplemente mudo.
Cuando Simón ya tenía nombre y estaba por nacer, se me venía la siguiente imagen del día de su nacimiento: yo me bajaba del Ford Fiesta que aún tenemos, también bordó, solo, con una camisa de colores espectacular, muy LGBT, que había comprado en Century 21 y que nunca me puse por pudor, con un sombrero clarito, de verano, y ese sería mi look de padre, todo en un día soleado de diciembre. Durante todo el embarazo o al menos la parte que ya no tiene retorno del embarazo, a partir de la semana 20 cuando ya mandaste por correo a Estados Unidos la muestra de sangre y te devolvieron los estudios y está todo ok, proyecté la misma postal, el descenso del auto en la calle Galván y la gente saludándome como en The Truman Show. En fin. Por supuesto, cuando llegó el momento la realidad de la burocracia hospitalaria desmontó el set y hubo que llenar formularios, incluso el trámite del parto con las contracciones es como un exorcismo de varias horas.
Pero la sola fantasía soleada y coloreada mejoró las cosas. Lo que la realidad no diera, lo proveería la ficción. Tampoco era difícil el arranque. De qué se habla con un hijo pequeño después de toda la parte donde el niño no habla. Parábolas didácticas: si miramos donde pisamos, no nos caemos, que se van abriendo o complejizando; vas de tu casa al mundo, de la luna a la cama, del centro de la tierra a la bañadera, aparecen el dinero, los países, las diferencias sociales.
Y en ese punto hay que decorarle la infancia con barriletes místicos, que nada quede congelado a su posición presente, hechos ciertos pero inflados, como que las incoherencias de su abuelo son el efecto de miles de horas llevando partidas de ajedrez en la cabeza. (Mi papá jugó muchos años torneos de ajedrez por correspondencia, por lo que sus tiempos muertos de semáforo, de subte, se pasaban repasando a ciegas los tableros que tenía en desarrollo con jugadores de otros países del mundo con los que se mandaban las jugadas en partidas que podían durar tres años). Después de muchos partidos de ajedrez en la mente, le explico a Simón, al abuelo le llegó la hora de que sus recuerdos se desordenen como cuando vienen las vacaciones y pasamos a vivir en ojotas.
Ya termino.
A lo que iba es que mi pálpito electoral es que nuestros compatriotas van a soltar el látigo de una sola vez este domingo, sin más suspenso. Que así como reiteradamente volcaron su esperanza de algo mejor en estos cuarenta años de democracia, volcarán esta vez su pesar y votarán masivamente a Milei. Van a querer dar vuelta la carta a ver qué hay.
La argentinidad de cada uno se pone en entredicho en circunstancias así. La hipótesis del país de mierda, del proyecto fallido de nación va a ganar a la élite desplazada, que seguirá siendo poderosa, vendrá un bajón. Pudimos soportar a los inútiles y sinvergüenzas de siempre porque era factible cruzarse con la mayoría de ellos en un Fútbol Cinco, en La Porteñita, en un recital de Caetano; en cambio, el mundo Milei, su circo ambulante, contiene unos personajes a los que no hemos visto nunca, ni en películas de David Lynch.
Aun si hubiera segunda vuelta, una nueva tanda de psiquiátricos será electa este domingo para el Congreso como para alinear el parlamento con el deterioro en la salud mental general de la población y con la catástrofe educativa. La vara bajará un poco más y los próximos líderes emergerán de ese pantanal. Aumentará la brecha entre lo complejo de los problemas y la incompetencia de quienes se proponen solucionarlos.
Por supuesto, los hijos dan un motivo para volver a soportar lo que ya no se soporta.
Compañeros, la última corrida del dólar rompió la curva lógica de aumento del café siguiendo la inflación. El Flat White de Cuervo pasó de 1200 a 2000 pesos. Claramente no puedo hacerle eso a quienes voluntariamente ayudan a sostener mi trabajo en el newsletter. Así que estoy considerando tomar otra unidad de medida para indexar desde el 1 de noviembre. Pueden ser los UVA o algún producto sin insumos importados. Si alguien me quiere sugerir qué puede ser, lo aprecio. Mientras lo resuelvo dejo los botones como ya lo venía haciendo. No se pierdan la oportunidad de apoyar el correo, máxime si siempre están a punto de hacerlo. Gracias.
Esta clase es de hace cuatro meses, previa a las PASO, es una clase abierta de la materia Sociología General de la UBA. Van a escuchar a sus dos titulares históricos, Ricardo Sidicaro y Lucas Rubinich, dos cracks irrepetibles. La recomiendo mucho por todo lo que ustedes pueden suponer. Como es larga y no todos pueden dedicar tanto tiempo puse el inicio en la alocución de Rubinich, luego deberían saltearse las palabras iniciales de Sidicaro para ir directo a las preguntas y respuestas donde ahí sí Sidicaro vuelve a decir mejor, y con la gracia del ida y vuelta, lo que había dicho antes. Esto es de cuarzo, ojo. No es relleno. El que no lo escucha se pierde algo.
El miércoles se publicó esta nota de Mariano Man, amigo y suscriptor de Un Correo que cuenta en primera persona la realidad de vivir bajo amenaza. Vale mucho la pena.
Am Israel Jai
Hasta el martes.
De 1200 a 2000 en una sola jornada? Los muchachos de Cuervo cotizan en bolsa?