Ultradeleche 2
El factor estético descoloca un montón. La ves a Karina y decís: esta no es ni parecida a algo que conozcamos. Desde el viejo régimen miramos estupefactos esta nueva ola. Borrarse o divertirse. Extras
Querido diario:
Por supuesto que yo la veo bajar de una super camioneta a Karina Milei en la explanada del hotel Libertador, y que los milicos le hacen la venia, y me resulta que esto no puede estar pasando. O sea, a mí me pasa lo mismo que a usted. No quiero ser yo quien le baje la peligrosidad al mileísmo --en caso que éste fuera un pac man de derechos adquiridos y un destructor doloso del medio ambiente--, sólo por snobismo, por contrera. Aunque está en mi espíritu ser contagioso y no ser abducido por la inmunidad de rebaño entiendo, y lo entiendo para mí, que hay cosas más importantes que mi tono, o EL tono, o el estilo. Entonces, sí, decir ultraderecha me parece mucho y extrema derecha también me parece mucho, a lo mejor nueva derecha es más perfectito, más atinado, pero la verdad cuánto me importa…, menos que menos está en mi espíritu darle una oportunidad al gobierno que arranca el 10 de diciembre a ver qué trae, y tener la cabeza abierta, como si fuera una reunión amplia de alcohólicos anónimos y yo deba consentir un sinfín de estupideces para salvar a alguien, porque la verdad que no doy dos mangos por un asociación entre ridículos y ladrones, pero tampoco estoy para tirarle con bazukas porque, en realidad, qué me importa, si todos los resultados electorales me parecían malos y sólo sé que resta ver cómo decanta el evidente fracaso democrático; por qué le voy a poner tanto interés, o moral, al paso siguiente de la crisis.
A priori, parece todo tan fuera de lo normal lo que se ha visto hasta acá, que la belicosidad y la sobreadjetivación parecen más la necesidad de esquivar los propios bultos, la propia responsabilidad, en esta continuidad democrática, que el hecho de interpretar la novedad, ver de qué está hecha la anormalidad. No sé, parece el colmo del caradurismo ponerse teóricos y aislar de todo contexto la emergencia de un discurso del odio, como si esto fuera empujado por los diablos de afuera, un fenómeno global que hay que digerir a la Argentina, como si el patriciado político local no se hubiera hecho odiar con toda disciplina.
La política sucede en una dimensión intocable, aunque parece que no, eh, en la que se puede vivir de ella bajo la forma de empleado de político, o bajo la forma de cargar el contenido que los políticos no saben o no pueden cargar, una especialista en impuestos, por ejemplo, o porque necesitan tercerizar por una cuestión de status, alguien que lleve el maletín de sus ideas, cuando en realidad van a votar con arreglo a lo que le soliciten sus patrones informales pero estrictos, Manzano, Bulgheroni, Rocca, y los técnicos ganan, por ello, plata, en un encuentro comercial no demasiado exigente. También están los que cargan contenidos gratis porque se la estima una actividad ética a la política, como cooperar con un comedor para niños ya sin alma.
En caso que lo primero no suceda y para lo segundo uno esté grande, me dirijo a la intelectualidad, creo que lo más lógico es siempre mirar de coté, y sin esperanza, cómo se mueve ese mundo porque pretender intervenir sobre él es al precio de sacrificar mucha autonomía intelectual; se redacta para agradar o para que no se ofendan. Con este artículo quién sabe puedo influenciar sobre Wado de Pedro que lee mucho lee mucho, cosas por el estilo. Por otro lado, mirar tontamente estupefacto la política durante muchos años no modifica la materia y uno pierde tiempo de vida precioso.
Pero si está de coté, bueno, es como tomarse un café en el boulevard y ver pasar a los ciudadanos de a pie, a los viejos argentinos de bien, cuando estos eran mayoría absoluta, y no una minoría que hoy reclama se le reconozca sangre azul, y a las señoritas ciudadanas, como las miraba El loco Chávez desde la mesa del bar con deseo y resignación, y hay quienes pueden pensar pero yo no puedo tomarme esto en joda, no puedo mirar el circo sin desgarrarme y mi tesis es que sí, que la comedia humana tiene esta forma en Argentina y que no hay nada que se pueda hacer. Por lo tanto, exilio verdadero, interno o externo, porque vivir afuera no garantiza no estar recontra pendiente. O divertirse.
Viví siempre muy metido en la política, desde adolescente, lo atribuyo a ser petiso, más que nada, aunque mido igual que Messi ojo, pero puedo, vendado, identificar, no sé, al gordo Valdés, con sólo pasarle mis manos por la jeta. Las mujeres son variaciones de Graciela Caamaño, Patricia Bullrich y Mayra Mendoza, minas con polenta que levantan la voz para no ser menos que los tipos, las que vienen del barro, del barrio, del club, más de jeans y camisa; o las que tienen la tipología de ong internacional, si son abogadas o politólogas o economistas, más de palazzo o trajecitos, con la palabritas en inglés dando vueltas para rellenar, como accountability; si fracasan, son nuestras fracasadas, pero ninguna es así, como las chicas de la elite de LLA, con esta pinta de tarotistas, o cornudas, o como algunas diputadas electas con tanta pinta de yiro; por lo tanto, a Karina la percibo completamente ajena, como una intrusa. Las que son más yiros son más reconocibles porque son como esa segunda línea de empleadas de bloque del pejota del senado, por sobretipificar, sin prejuicios, y que me parta un rayo si me equivoco mucho en la caracterización. Se las reconoce más dentro del mundo democrático pero, bueno, ahora es que saltaron dos categorías de golpe.
Los tipos cumplen la cadena de mandos, eso siempre me conmovió, cuesta ver un político que no tenga un tira de obsecuentes para abajo, hasta que uno de ellos se pudre de esperar y rompe, eso también es inexorable. Con rarísimas excepciones, son todos inútiles apegados a los negocios que se puedan generar y esclavos de las rutinas de los palacios. Entre ellos son pocos los delincuentes de nivel internacional con la capacidad de proyectarse con una puta premium en la cubierta de un yate en Mabella. ¡Y lo persiguen! En la Libertad,partiendo del extravagante mayor, todo hacia abajo habilita todo tipo de extravagancia. Aunque no con los mismos resultados: nótese cómo Marra quiso imitar el estilo Milei o ser como Milei, responder fastidiado, hacerse el loquito, decir incoherencias con una sonrisa, y le fue pésimo en la Ciudad. No había lugar para uno más. Pronostico que hacia abajo, si bien queda habilitado el hombre raro, el hombre elefante, éste no puede levantar demasiado la cabeza.
Tomar nota de los cuadros mileístas representa un abismo mayor al que nosotros, la generación dorada del 83, como la define el twitstar @eracucu, experimentamos con el PRO, con sus chetos, a los cuales uno tenía ubicados en San Isidro para toda la vida, y ese era realmente su lugar en el mundo, y de repente se armaron su partido, no puedo olvidar que fue en el bar del Campo Municipal de Golf donde fue leudando la inspiración de Mauricio, y de golpe, zas, en pocos años, aparecieron con sus camionetas por Parque Patricios, paseando esa inaudita delgadez de hombres maduros, todos con su ensaladita, su gimnasio, su aceite de cartílago de tiburón.
A lo que voy es que además de todo lo que podemos ubicar en coordenadas ideológicas, pañuelos celestes o verdes, relativización de los centros clandestinos de detención o relativización de los crímenes ordenados por Rodolfo Walsh, el mileismo aporta una rareza fisiológica, un look, un aspecto que nos golpeó en la cara. No sé si somos los aztecas encontrándose a Cortés o Cortés encontrándose a los Aztecas. Yo creo que buena parte de la ofuscación que despiertan antes de haber firmado un sólo decreto es que los sentimos polizontes.
Es cierto que esta sensación de ser intrusado tiene algo falso porque prácticamente yo no me muevo por la zona del hotel Libertador y si depende de mí ya no me voy a mover. Al centro se va para lo indispensable o la supervivencia, y el resto ya es por Chacarita con eventuales fugas hacia el sur, la playa, o el sur/sur lagos, montañas y nieve. Incluso la zona de Palermo donde viví muchos años, querido diario, ya me resulta repelente, saturada, vivida. Pasé el domingo con el auto por Thames y Honduras, cortada como todos los fines de semana, para el día de la marmota de los feriantes: bijou, imposturas y vacaciones en Pipa.
Yo creo que hace años que la pregunta del verdadero revolucionario, nuestro qué hacer, es cómo zafar de los efectos que la política provoca sobre la comunidad y sobre nosotros, la generación dorada, la ultraminoría afiliada a este newsletter y a otros boletines ultraminoritarios. Cualquier plan de Axel, Mariu Vidal, Milei, el gordo Valdés, Tetaz, sólo puede terminar mal, entonces, cuáles son los pasos que hay que dar, qué dinero hay que ahorrar y qué capital destinar a qué efectos, como para ponerse a resguardo uno y las criaturas, de los políticos. Todo estimando siempre el peor escenario y observando y calculando el exilio interno físico. Hoy por hoy lo único que miro en Instagram son ofertas de leña a granel y casas containers.
FIN
Que no se caiga el autor del newsletter, darle confianza, amor, que sienta que puede seguir, que hay una comunidad resistiendo, tejiendo sobre lo destejido. Los primeros son botones de suscripción, mensual, pesos, luego en USD, la moneda soñada, y luego one shots para los renuentes a compromisos de largo plazo o para aquellos que quieren compensar todo el tiempo que llevan ahí acompañando en silencio y diciéndose un día lo haré, un día lo haré.
Puede que el mundo se derrumbe pero un montón de compañeros se comprometen con interpretarlo, contarlo, darle veinte vueltas a los asuntos que para la inmensa mayoría es un ah, un uh, y luego un voto. Sin dudas en la revista Seúl y Panamá se concentran la mayor cantidad de artículos de gran nivel e intelectualmente honestos. Sin partisanismos, con ganas de entender e iluminar. Linkeo a dos de los muchos buenos artículos post electorales publicados en ambos medios.
En Seúl, esto de Alejandro Bonvecchi.
En Panamá, esto de Fernando Rosso.
Me gustó.