Catástrofe educativa
Caso Calabró/Barbano: Muy difícil pronosticar las ulterioridades de darse los gustos. Caso detenidos del Congreso: llegó el día en que ya a nadie le importa. Cómo pasó. Varios extras al final.
En las clases de ceremonial enseñan que para llamar al mozo basta con levantar apenas la mano, como ese saludito corto que hacía Hitler cuando entraba a las reuniones, algo sin exageraciones, chiquito. “Eh, maestro”, por ejemplo, no va, rompe el equilibrio coreográfico del salón. Llevo practicándolo al menos un mes en bares y restaurantes con el propósito de resetear hábitos, por las dudas la sociedad hubiera cambiado y yo siguiera funcionando con un manual viejo, y no funciona, son pocas las veces en que no hay que levantarse de la mesa y encarar al mozo frente a frente para una escena de read my lips y que el servicio prospere. Algo doloroso, se agrega, y que será cada vez peor, la ignorancia de los jóvenes meseros, en todos los aspectos del servicio, quienes no pasan ni de lejos por la experiencia de ser servidos siquiera en hoteles sindicales, lo cual les achica el rango de imaginación de necesidades de un cliente, y algo no tan doloroso pero igual de determinante como la rotación en el gremio, especialmente en los comercios chicos, lo que no permite que terminen de aprender los procedimientos. Haber promocionado matemática sin capturar la esencia de la teoría de conjuntos, agrupar elementos, aceite, vinagre, servilleta, cuchillo, tenedor; o lengua sin haber formado familias de palabras, sal, salero, cuchara, cucharón, y ni hablar del abandono de la memorización de poemas, la paliza que recibió la enseñanza, el paquete cognitivo completo, es seguramente fuente y parte integrante de este panorama en los comedores y, en general, del estancamiento económico presente y futuro. Cuando la inflación ya no sea un tema, tampoco las indemnizaciones, un gran supongando, no es cierto, no habrá trabajadores en cantidad suficiente para agregar valor aunque sobren para llevar carretillas de canto rodado. Como decía León Najnudel: partido chivo.
Mensaje desde el vamos a la juventud: la pelotudez, el bartoleo, pasa por simpático a los veinte, lo enmendás con mohines, tetas, dientes blanquísimos, pero a los 25, no es mucho tiempo, ya perdiste gran capacidad de aprendizaje, la vida te cagó en dos o tres aspectos que te dejaron cara de sufrido o de boludo, y empezás a repetirte en el renglón en que te estancaste formativamente, agregás datos pero se te cagó la inteligencia, la posibilidad de conectar puntos. No podés simplificar un trabajo fácil, se te complican las comandas, anotás un “caaa fé, media luna, una”, cuatro minutos para redondear las cursivas. Hay que esforzarse más. No es joda. Y nadie avisa. El domingo, Dia del Padre, me quedé en una situación difícil con una moza, morena, morena de acá, con pestañas postizas, suplemento que me indigna, porque le pedí que pase un trapo en la mesa engrasada por el manoseo de las bendiciones, no soporto el resplandor aceitoso, sori, y creo que tengo el derecho a pedirlo, se lo dije en perfecto español, lo hablo muy bien, no quiero presumir, y por favor, por supuesto, y me dijo que no entendía el pedido. Pensé que podía ser venezolana o algo por estilo, y que no identificara la idea de pasar un trapo, un trapito, o que fuera algo sexual en su tierra, no sé. Yo igual estaba un puntito arriba en molestia porque mi hijo no aceptaba el plato del día del comedor, Pollo con Papas, pero ya antes la piba no había podido captar la idea ensalada de tomate, zanahoria y huevo porque no estaba así descripta en el menú; después dijo que tenía que consultar si la copa de tinto ofrecida podía ser copa de blanco, la remató más tarde al ofrecer un postre que diez minutos después ya no estaba disponible. Por supuesto le dejé 15 por ciento de propina por la culpa de haberle transmitido mi fastidio y por la posibilidad de que yo estuviera completamente equivocado en mi apreciación; cubro anticipadamente mi margen de error y así, mágicamente, quedo en paz.
Compañeros, esta va a ser una cinchada entre generaciones de consumidores educados contra empleados sin ninguna educación, máxime si uno tiene que mantenerse dentro del medio pelo de los restaurantes y bares donde la profesionalización del personal le agregaría un precio prohibitivo a la cuenta final. Y ya veo que lo vamos a resolver dejando de tirar en vano y asumiendo como una tarea solidaria paternizarlos hasta que no tengamos voz, les anotaremos la comanda, y que rindan sólo como pasaplatos, no pasa nada, porque se presenta otra cosa peor en simultáneo con esta constatación, que aquellos de quienes esperamos más, médicos, arquitectos, escritores, presentan problemas enormes de entendimiento, hay que hablar con ellos de manera completamente literal. ¿Qué podemos hacer? Nada. Es lo que tocó. Seleccionar profesionales que puedan entender síntomas planteados gráficamente, sin tener que apuntarles al lugar y presentarles el caso exacto como lo estudiaron. Que si uno dice, no sé, que la casa es fría, no saquen el termómetro. Llegamos al punto en que ser instruido, culto, es perjudicial hasta para la salud y hay que camuflar la asimetría con los profesionales para no asustar o evitar que te diagnostiquen mal. En fin, lo quería decir.
En otro orden, el sábado a la noche se hizo una gran actividad en mi escuela primaria y secundaria, el normal Mariano Acosta, que cumplió 150 años, de la generación del 80 a Karina Milei, ese viaje. Yo estuve siempre en el coro de la escuela, era barítono en mi adolescencia, hasta donde entendí, ahora ya no sé en qué lugar del abanico de voces quedé, por el paso del tiempo, el aguardiente y el silencio, que debe pulir la voz pero al revés. Para el acto aniversario, el director del Coro nos dividió en tres, tenores, bajos y sopranos, las chicas, y yo me acomodé con los bajos. Si no llegaba a la nota, la dejaba ahí. Otra enseñanza para la juventud, la segunda de hoy, la novena del año.
Hicimos tres ensayos y, finalmente, el acto, donde cantamos Va pensiero, Volver y el Himno de la Escuela Normal. En el primer ensayo, ese sábado recontra frío que tuvimos en mayo, afectado por el magnífico salón de actos, el amoblamiento de mi infancia, mi segundo hogar por doce años, me sentí particularmente emocionado, me costó cantar, lloré un montón, como un inmigrante. En Va pensiero: l’aure dolci del suolo natal fue bravo, levantás mucho la voz en Va Pensiero, no es joda. Mia patria si bella e perduta. Fuerte también. No tengo ninguna nostalgia por el tiempo pasado, por supuesto que esto es más fácil si tu infancia no fue feliz, y la mía no lo fue, no me jacto, lotería familiar, pero sí sé que fui infeliz de una manera única y eso también es un corazón enorme, una patria, que escucho y me conmueve.
Esperaba encontrarme con una infraestructura más cagada a palos, sin embargo, me encontré con una infraestructura entera pero pobre, todo lo noble que se echó a perder fue reemplazado por lo más lamentable de los contenedores de Shanghai. Las cosas están y cumplen su función pero son más feas y la iluminación blanca en lugar de cálida empobrece, hace de cualquier salón, aula, laboratorio, un bazar chino. Me encontré durante la fiesta con algunos compañeros de promoción, todos mayormente hechos pelota. Comprobé que entre ellos mantuvieron una fraternidad que yo corté en segundo año cuando me politicé completamente y el marco de mis expectativas se habían expandido hasta la cumbre Reagan-Gorbachov. No hay vuelta atrás de semejante megalomanía. No obstante, mi frente de masas eran mis compañeros del Normal, así que, buen, fui parte del Centro de Estudiantes, etcétera, y perdí las primera elecciones en 1984, 411 a 377.
Cuando formamos el Centro de Estudiantes a la salida del gobierno militar y el inicio del gobierno de Alfonsín, la llamada Noche de los Lápices todavía no había sido formalizada como efeméride. O sea, el reflejo de la dictadura no se había vuelto un espectáculo. Cuando yo egresé en 1985 los politizados de la escuela ni siquiera hablábamos de los desaparecidos que eran estudiantes del profesorado, tres, porque se estimaba que una referencia autocentrada del desaparecido era una frivolidad. El desaparecido era desaparecido de todos, y suponer que los secuestraron por ser estudiantes del profesorado era no entender el fenómeno.
Con el tiempo, esto empeoró y cuando a las doce de la noche del sábado pasado cantamos todos los presentes, miles de todas las edades, el himno de la Escuela, por los 150 años, nada menos, una escuela importante de verdad, que dio los mejores maestros, incubó científicos, grandes artistas, provocando menos daño al Tesoro que el Nacional Buenos Aires, desde los balcones del primer piso colgaban como fantasmas treinta guardapolvos blancos con el nombre de desaparecidos que pasaron alguna vez por el Mariano Acosta. Ya casi como los goles que le contaban a Pelé. Toda la historia de la Escuela reducida al par de años ominosos. Ni siquiera es un caso de esos donde se dice, se imprime la leyenda, sino que simplemente nadie quiere quilombo. Si los maestros de hoy necesitan un cuento de fondo para ambientarse, pues que se estimulen con lo que les parezca mejor, pero que no deserten. Sería la idea. Y los maestros y profesores no encuentran un absoluto en enseñar, para nada, deben tener el poder de traspasar una visión peculiar de la historia y el presente para que les rinda el sacrificio del aula, tienen que tener la posibilidad de levantar el dedito y abusar de la asimetría del rol y la edad.
El himno de la escuela es divino:
Hay un himno de amor y esperanza,
se le escucha en la hora profunda,
su alegría a raudales inunda,
el espíritu joven que avanza.
La Escuela Normal es la madre
que nutre en su seno la mente abnegada
del joven maestro, que en hora sagrada
enseña a los niños belleza y verdad.
Oye, joven, la voz que te incita
al deber, al estudio incesante.
Sé el diamante que bruñe al diamante,
sé mañana más sabio y mejor.
Seamos obreros de nobles designios,
la Patria nos guía, nos rige la Ciencia.
Nos da en el estudio tenaz la conciencia
de fe, de trabajo, de amor y amistad.
Música de Felipe Boero
Letra de Arturo Marasso
Son palabras que indican tan claramente que la orientación estatal era la ilustración y el esfuerzo que las nuevas generaciones, por el susto o la ansiedad, se vieron en la necesidad de interceptarlo con otra estrofa, con melodía robada de las canchas.
Yo nací en un conventillo
que es de chapa y alquitrán
soy de Plaza Miserere, soy de la escuela normal
O sea, cuando termina el himno, la hinchada de alumnos canta esa estrofa saltando y haciendo pogo.
Buen.
Qué me regalaron para el Día del Padre, pregunta un oyente. Un par de zapatillas Adidas Response y una riñonera de running Puma. En un ratito, completado el delivery de criaturas salgo a dar una vuelta completa al Cementerio, corriendo, y antes de regresar a casa, transpirado, a él no le molestaría, voy a despedir al profesor de Judo de mis hijos que murió de repente el domingo. El sábado empujaba sobre el tatami una pelota de esferodinamia simulando una fuerza desmesurada para entretener a los pibes, fue la última postal, doce horas después, púmbate. No les dijimos nada a los chicos aún, pero habrá que hacerlo antes del sábado. La muerte súbita lo hace difícil porque no están ni la degradación ni el envejecimiento que anticipan a la vista, tenía 56 años y nació un día exacto después que yo, o sea que todo puede terminar en cualquier momento para cualquiera a quien los niños le tengan simpatía; pero tenemos una narrativa plausible, el profe Lalo era cardíaco, eso es cierto, y es honesto enseñarles que aun conociendo el riesgo prefirió vivir con todo hasta el final empujando una gran pelota de goma.
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El forista, y corrector habitual de este correo, Fernando Santillan, se expidió sobre los ochenta años del desembarco en Normandía en la revista Seúl. Recomiendo.
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Harold Bloom y por qué memorizar poemas.
Otro cover de Dancing Queen, compañeros.
Muy de acuerdo en muchas cosas empezando por los mozos jóvenes, chicos simpáticos y generalmente lindos pero que no manejan la sutileza de los registros del habla. Hace unos meses fui a un restaurant caro, una cena profesional, formal, seria, todos adultos, y el mozo se pasó 10 minutos contándonos que tal plato “es tremendo” y que es el que más le gusta a su hija. Como vos, dejé el 15% de rigor, resignado a que así viviremos.
Una pena no haber llegado a tiempo para recibir tan sabios consejos para la juventud. Y ya van nueve ... ¿Para cuando los consejos para jovatos? En fin. Gracias por la lucidez de casi siempre.