Te rompo el rating
Material para los historiadores que todavía no nacieron; insights sobre el presente para que no sean literales cuando les toque interpretarnos. Igual que siempre: nada es lo que parece.
1.1 El discurso de Javier Milei de apertura de sesiones del Congreso fue seguido con gran atención en todos los hogares del país; muchísimos grupos de amigos, especialmente en el corredor norte, se juntaron a verlo como en una noche de grandes premios o, más ajustadamente, como en la velada de un boxeador impactante, sin gran suspenso por el resultado, pero con la expectativa de la fiesta, del tamaño del castigo a los paquetes que le pusiera el promotor.
1.2 La cadena nacional redondeó 50 puntos de rating compitiendo contra todas las plataformas y contra cualquier otra manifestación audiovisual disponible. También contra la ignorancia absoluta, el apagado. Opciones sobre la mesa. Los televidentes se comprometieron con un espectáculo en territorio hostil para Milei (como Falucho Laciar en Soweto, para los conocedores), y cuando ya pasaron de pantalla lo hicieron muy satisfechos porque el discurso pagó la entrada, tuvo las cuotas de violencia esperadas y una prédica de resurrección nacional asociada, esta vez, a un pacto.
1.3 Milei ya corrió tanto los márgenes que niveles altos de virulencia son tolerados porque simplemente no son niveles altísimos. O porque agrede leyendo y no gritando. Se moderó. Los políticos profesionales se quedaron quietos en sus bancas. De levantarse, se autodenunciaban. Sentados y en paz mental porque hubo amasijo de opositores, relectura tendenciosa de la historia, pero en detalle, no al montón, con claridad puntual para satisfacer el grotesco y que no todos caigan en la volteada.
1.4 El público de Milei son sus votantes, no sólo los de la primera vuelta, también los del balotaje, consumidores devotos que incrementan su pasión a medida que el presidente provoca los nervios de los que perdieron, pero también tiene de público enamorado a quienes son, hoy mismo, sus enemigos o principales críticos y que están todavía sin poder creer lo que estamos viviendo, por la expresividad del personaje protagónico, la predisposición que muestra para la batalla cultural y económica, y porque les llena la cara de dedos con toda impunidad, sin miramientos ni culpas.
1.5 Juntarse con amigos para verlo no es lo mismo que apoyarlo pero mi pálpito es que el viernes 1 de marzo se trató de algo inconscientemente solidario. El viaje del panelismo a la presidencia, su carisma y su afán reformador construyen afecto y acompañamiento pasivo interesado en su éxito de quienes en público lo aborrecen. Quieren que le vaya bien con lo que creen que está mal. Inverificable, pero es mi newsletter.
1.6 Digo más, el progresismo reunido en torno al televisor para reír con Javier piensa para sus adentros: Javier, dame nuevos objetos de estudio, barramos la currícula, terminá con la casta, meritocratizame toda, y que sobreviva el que tenga con qué. Ellos también quieren que alguien tire del mantel.
1.7 De asistir, apoyar, parasitar la crisis eterna y el empobrecimiento paulatino y contundente de la población junto a un Estado inmovil, encuentra nuestro bloque histórico, más allá de la razón, atrapante al personaje porque va con todo y espera que se concrete la revolución. La poca defensa que tuvo el INADI --los comunicados no se le niegan a nadie-- revela la preferencia. La indiferencia que abrirá lo de TELAM, también.
1.8 Milei, sé que no le molestaría esto que digo, degrada la democracia con pasión, definió al Congreso como un nido de ratas y basurea a gobernadores perfectamente electos por el voto popular. Y promete más despidos, cárceles, persecuciones. Dos o tres maldades producen indignación, compañeros, pero cien, conmueven.
1.9 Cuando el presidente ajusticia instituciones del bien y al campo nacional, popular, progresista en que nos criamos vemos el acto final de nuestra propia picardía, no hay indignación verdadera cuando sucede así, hay reconocimiento de la derrota, el desmoronamiento del edificio de arena que sostuvimos con dirigentes de cuarta, slogans desvinculados de los hechos, por conveniencia o la intuición de que la joda era para siempre.
1.10 Tiende a imputarse a la llamada pandemia y la brutal cuarentena aplicada por el gobierno de Alberto Fernández la incubación del mileísmo, una fuerza que unió individualidades desentendidas del proyecto colectivo. ¿Y Bosnia? Qué pasó con las elites en Bosnia: en qué andaban cuando los argentinos tenían problemas y eran afectados por el virus, la malaria, la clausura de las escuelas y el encierro. Estaban asociadas al poder, empobreciendo y encerrando, con la seguridad de estar bien apalancados. Fugaron al lenguaje, a discriminar, cancelar y a abortar, a las creencias de lujo, para hacer el puente, sin saberlo, hasta Milei.
1.11 Cada uno de los que siguió todas esas líneas de puntos, por espíritu de cuerpo, plata, o la búsqueda de buenas referencias, lo hizo consciente de aquello otro que estaba desdeñando, aunque seguramente sin medir el precio de hacerlo.
1.12 Nadie va a decir que le gusta pero todos quieren ver cómo sigue el gobierno de Milei. Su caducidad está asociada a lo que aguante el pueblo el ajuste, pero más que nada a que lo complete y a que levante el cepo. Ese día se libera el punto. Un buen ajuste, bien hechito como diría el Bambino Veira, aclara todos los tantos de la economía y la sociedad. La Argentina será lo que quede de la Argentina, sin inflación, sin hinchazón. La casta no tiene miedo para nada, está super ilusionada con el rediseño, y desentendida, como siempre, de los costos.
Gracias a los que acompañan con su contribución mensual. Son meses duros, los más duros, o el inicio de los más duros, lo sabremos pronto. Quienes aún no se sumaron, ¡vamos!
Si alguien captó que le afané una idea a alguien, es verdad. A Umberto Eco. Tienen que buscar la línea solitos así de paso volvemos al correo una experiencia educativa.
Eco, ecorococó.
Cherquis Bialo, que firmaba Robinson en El Gráfico, fue mi segundo Julio Verne. En Infobae recreó algunas de sus grandes crónicas deportivas y le agregó su estilo tardío. Esta es sobre la pelea de Soweto entre Laciar y Peter Mathebula. Si no te gusta el boxeo pero te gusta leer la vas a apreciar igual.
"La casta no tiene miedo para nada, está super ilusionada con el rediseño, y desentendida, como siempre, de los costos."
Buenísimo. Alguien tenía que hacer el trabajo sucio.
Lo que me parece una exageración es el esfuerzo enfermizo de pasarle Brasso a los negros. No se le van a bruñir, pero sí le van a intoxicar.
Y a propósito del box. Si no la leíste (sospecho que sí) te recomiendo leer Fat City, de Leonard Gardner, editada por la gran Chai.
Abz..
👏👏