Solteros contra casados
Molinetazo a las 17.30 y Estado de la Unión a las 21. Antes, hay que llevar y traer pibes de la escuela y estacionar en doble fila, lo cual abrió una grieta dentro de la minoría a la que le va bien.
Con el inicio de las clases se renueva el penoso trámite de escuchar a quienes se quejan por las dobles filas en las inmediaciones de las escuelas. Quienes trabajan en la calle con su auto son las víctimas precisas de este comportamiento porque pierden la chance de detenerse en esas cuadras, y en doble fila, y también quienes están estacionados limpiamente sobre el cordón y sufren el encierro, casi siempre momentáneo, y se enojan: totalmente entendible. Pero la puteada gana a los superhéroes que están arriba de un Uber, o de una bici, y pasan justo por las puertas en el horario de entrada y salida y púmbate dan su punto de vista en las redes sociales irritados por el atasco o porque el pedaleo solitario pierde fluidez.
El tránsito se vuelve más lento en las arterias con escuelas y jardines, cómo no, pero queda a la vista cuál es el problema, padres, niños, escuelas, están ahí, no es un show misterioso en River, a tres kilómetros del fastidio de los conductores. Sin datos duros, no es lo mío, todas las escuelas públicas y privadas que pudieron aliviar este drama creando una dársena para el kiss and go de las crianças ya lo han hecho, así como dispusieron de la logística de los infantes con personal docente o no docente, incluso padres, que rotativamente hacen el trabajo de descargar a los niños propios y ajenos de los coches.
Ahora bien, no todas las escuelas tienen esa disponibilidad, no por su culpa, las callecitas de Belgrano, Colegiales, Nuñez, Palermo, son angostas y los horarios de ingreso no se pueden escalonar infinitamente. Se arma la doble fila. Sin remedio. Más difícil aún es el horario de búsqueda porque ahí es imposible que las salidas se coordinen con la llegada de cada padre, aunque normalmente son menos autos porque en los regresos hay más pool, sociedades de padres para llevar un pack de niños que viven de paso. Entre los comentarios críticos se lee más o menos siempre lo mismo: que estos padres, a quienes llaman papis para ofenderlos y mejorar su punto, no se bancan caminar tres cuadras o hacerlo bajo la lluvia.
Normalmente pocos mueven el auto por tres cuadras para ponerlo en doble fila, arriesgando los retrovisores exteriores, porque un porteño, rosarino, cordobés (cualquier urbanizado de ley) no tiene esa necesidad patológica de usar el auto por tres cuadras, sino que si lo hacen es por mucho más que esas tres cuadras e incluso por más de un hijo. Y no usa el auto por placer sino por practicidad y contra su deseo más visceral que es irse a tomar un café. Podrían decirle, entonces, a estos papis que no se bancan tomarse el colectivo con los niños, como haría cualquier otro trabajador sin auto, es verdad, pero no es menos cierto que quienes utilizan el auto para conducir a sus niños a una escuela de pago o pública, pero no de cercanía, deben maximizar el tiempo para reunir el dinero que, entre otras cosas, les permita sostener la escolarización de los chicos, por lo que trasladarlos en auto simplifica el tiempo, lo cual es tan vital como sostener la escuela que eligieron para ellos.
Tengo para mí que es un tema que encontró su límite de resolución. Y ya no hay mucho más que hacer, tal vez estaciones de carga y descarga de niños por zona y que desde ahí un adulto responsable lleve a todos los niños a las escuelas, incluidos los niños del nivel inicial, y que el trámite de cesión de la responsabilidad se inicie allí, se podría refundar la Unión Soviética; si el Estado se pusiera terminante con multas disciplinadoras lo siguiente es que los papás acepten la escuela que les toca por proximidad para sus hijos, a pie, y no la que consideren mejor o ideal, o que los niños puedan movilizarse solos hasta y desde sus escuelas arrancando en tercer o cuarto grado como se hacía dos generaciones atrás antes de que las calles se llenaran de fantasmas. O que vuelva con todo el transporte escolar y que las familias arranquen su rutina a las 6, en lugar de las siete, para enganchar en el trencito lechero cuando toque y que las combis esperen en otra doble fila para que bajen los niños desde los departamentos. La situación, compañeros, se encuentra en una aporía.
Mi recuerdo es que toda la vida hubo doble fila en las puertas de las escuelas para dejar a niños, pero que sea este gran gran problema psicológico para mucha gente que no puede volar por Cramer a las 8 y media de la mañana es un fenómeno reciente. Podrían no circular ellos, ¿no cierto?, para que los papis hagan el servicio de entregar sus niños a las instituciones que los formarán y reforzarán la economía y la cultura nacional. Podría asumirse como un hecho del folklore de la ciudad. Pero entiendo que es más fuerte la necesidad de dar una pelea al interior de los white people problems. Habría que tener los datos duros, pero es un soltero contra casados. No por ello, por supuesto, lo vamos a desdeñar. Detrás de los superhéroes en Uber hay antinatalismo, monoambientalismo, comida para solteros, bicis colgadas en las paredes, como en Pinterest, y espíritu social autodestructivo. ¿Por qué no hacer de la manifestación de la doble fila sólo la externalidad negativa de algo muy bueno? Que hay millares de niños preparándose para la vida y padres comprometidos con asegurar la presencialidad y la puntualidad de su críos, los únicos privilegiados que pueden estacionar cinco minutos en doble fila para ir a educarse.
Por supuesto esto aplica sólo al caso escolar, luego está el que estaciona en doble fila para ir a comprar preservativos, la pastilla del día después o el misoprostol y es un hecho de vida o muerte para ese individuo. Personas con baja capacidad de darse cuenta si malgastan la tolerancia social de sus vecinos hay un montón pero proporcionalmente cuántos son. ¿A cuántos padres les chupa un huevo el efecto sobre la calidad de vida comunitaria que implica dejar el auto en doble fila? Un argentino promedio tiene vergüenza de joder, o más: de joder en la jeta a un vecino. Pide disculpas con un mohín, se sonroja, junta las manos como en oración para disculparse.
Entiendo que hay batallas que se omiten porque no consisten en enfrentar familias, que irritan, que despiertan sentimientos ambiguos en quienes no la tienen, en quienes la tuvieron, en quienes la padecieron, excepto en aquellos que las sostienen con amor, con disciplina o con las dos, si tienen mucha suerte. Sería genial que se cumpliera el horario de carga y descarga de mercaderías, por ejemplo. Que sea verdaderamente antes del inicio del tránsito hacia las escuelas, porque debemos privilegiar la educación por sobre todas las cosas.
Ya termino.
Preferiría no manejar, no pagar patente, seguro, garage, no ponerme el cinturón de seguridad como si estuviera detenido, no tener que estacionar en espacios reducidos, no tener que llevar el auto a Dietrich y que me estiren infinitamente el diagnóstico de un problema que ellos crearon en el último ingreso, no quiero cargar aire, mi hipoacusia unilateral me impide detectar el pitido que da ok a la presión, se me mezcla con el ruido del tránsito, con los latidos de mi corazón, esssa, me tengo que poner los anteojos y tirarme al suelo para identificar si es líquido refrigerante o aceite esa gota que queda bajo el auto: veo cómo refleja la luz y paso el dedo. Me quiero ir. Apenas puedo decir que me gusta cargar nafta, especialmente con los chicos, porque les encanta el ritual, el léxico, lleno, super, limpiar el parabrisas, y el olor a nafta que despiden los surtidores y porque dentro de todo es una escena que funciona bien; también me gusta meter una acelerada con la avenida limpia, pero yo no sé por qué anda un auto, qué es lo que lo empuja hacia adelante o hacia atrás. Preferiría, la verdad, no tener este problema diario, esta suma de ansiedad, pero tengo que ir al club, visitar amigos en Bella Vista, jugarme la vida en la ruta del desierto para visitar a la familia. Sé que puede haber una vida mejor sin autos, sólo bicis, patines y alfombras voladoras, la ville des 15 minutes, con la escuela en el centro del barrio, pero me toca hacer historia después de la Revolución Industrial con ciudades que, de su puerto, de su primer pozo de petróleo o de su fuente de riqueza primaria, se fueron expandiendo a una distancia que ya no se puede cubrir a pie.
¿Qué puede impedir cooperar con el autor? Menos de un café con leche, o menos que dos, o menos que tres. Al mes. Para mí es un misterio. Les tiro la indirecta.
Esto es muy bueno, compañeros.
Excelente. Un remanso de sentido común entre tanta demencia generalizada.