Senza una donna
“Todos los argentinos nos merecemos un barco, todos soñamos con el timón de madera de roble lustrado haciendo la travesía Punta- Floripa, o vestidos de blanco con dos tremendas putas en la cubierta. Todos queremos lo mismo, y sólo cien tipos lo pueden tener. La puta que los parió a esos cien”. The Palermo Manifesto, 2008.
Compañeros, mi papá está bastante perdido, ya lo conté, tiene la enfermedad alemana, con su pendiente inevitable. La neuróloga del San Camilo, joven, jujeña, nos dio algo para hacer más lenta la decadencia, una pastilla diaria, pero un neurólogo anterior, un poco impresentable desde el punto de vista del aspecto del consultorio, almanaques viejos, postales de un lago en Suiza quemadas por el sol en la pared de la sala de espera, nos había dicho que esa droga era más que nada un placebo para que el paciente sienta que si le está pasando algo, eso lo está ayudando, que no sufra por lo irremediable, aunque luego de advertirlo lo vaya a olvidar. La droga es bastante barata....
En fin, mi papá me llama, una vez, dos veces, cuando estoy ocupado, yo siempre estoy ocupado, le digo llamame en cinco, te llamo en cinco, completamente al pedo. Me vuelve a llamar porque cree que se equivocó de hijo, ayer quiso venir a mi casa de memoria, pero olvidó la fachada, el piso, y volvió a su casa vencido. Se toma el 42, como los hinchas de River, no toma taxi para no gastar mil pesos, pero se le caen cinco mil del bolsillo, por contarlos una y otra vez en la calle, a la vista, o los dona a la hermana boliviana que vende ajos en Acoyte y Rivadavia. Me llamó de nuevo para contarme que no nos encontró y de nuevo para lo mismo. Y me preguntó en qué calle vivimos.
Tiene rutinas nuevas que cumple y no olvida, eso es tan raro como bueno: todos los días a las 6 de la tarde va a la panadería a buscar el pan viejo para darle de comer a las palomas a la mañana siguiente en el Parque Centenario, y nunca falta, regular como el hambre, va y viene, no se pierde, lleva en su bolso negro de loco, siempre vacío, la tarjeta plastificada con los teléfonos de todos; y luego a las siete va a El Buen Pastor de Aranguren y Honorio a la misa diaria, repite y con tu espíritu y todos los otros estribillos, y hace el caminito por el pasillo central para recibir la comunión. ¿Se arrodillará mientras se le disuelve en la boca? Lo tengo que ir a ver. Como en la misa, mi papá repite frases que se ve que aprendió de niño como: es dura la vida del pobre carrero. Supongo que el carrero llevaba cosas pesadas en un carro con ruedas de madera o de fierro, remontando las cuchillas entrerrianas y luego bajándolas con cuidado para que no se le vinieran las cosas encima. Habrían de sudar los carreros, de sufrir en su trabajo de bestias, con sus cuatro dientes sanos, sonriéndole al pasar al gringuito de mi papá, y a su tira de hermanos rubios alemanes rusos, cuyo día era la contemplación, el susto, la fantasía.
Mi padre, que por su asperger de toda la vida nunca estuvo, nunca tocó, nunca abrazó, se retira del mundo real con Alzheimer pero estando y abrazando, apareciendo una y otra vez, diciéndome quisiera estar más en contacto con vos. Me voy yo también, papi. O ya no estoy. Camino desde donde nunca estuviste hacia donde está Simón y llevo a upa la historia de nuestro sufrimiento común. Me pregunta Simón, con los ojitos, qué me traigo entre manos. Un muerto, hijo.
Naturalmente, yo estudio mi memoria, lo que recuerdo. No me miro al espejo, repudio los espejos, pero la memoria la observo, el funcionamiento del balero, voy bien, no voy bien. Voy bien, vivo sin agenda, recuerdo todas las citas, con sus detalles, escribo sin el drama de no encontrar la palabra y puedo sostener mi dogma de nunca jamás buscar un sinónimo en Internet, o una referencia, nada, o es lo que recuerdo, y cómo lo recuerdo, o nada. Contrario a lo esperable me satisface olvidar algunas cosas, detalles. Es incómodo en la escuela de los chicos porque el mundo de los nombres propios se expande de una manera espantosa, todos los niños, con sus caras, con los nombres de los padres de los niños, también con sus caras, con los diminutivos, los apodos, las profesiones y las historias de internaciones, separaciones y choques. Un desafío imposible al que tampoco le pongo mucha voluntad. Para mí son todos un conjunto de extras en la fiesta de mi paternidad.
Retomo el epígrafe para justificar, además, la foto y no tenerlos en vilo. Desayunaba ayer de madrugada, y de refilón vi el lomo de mi libro, que publicó Emecé en 2008, en lo alto de mi biblioteca, y se me vino la frase que no recordaba completa, aunque sí el final “sólo cien tipos lo pueden tener, la puta que los parió a esos cien” porque aplica para muchas cosas, y es antioligárquica, resentida, violenta, me sigue gustando como remate del párrafo, y me gusta como remate de cualquier cosa donde se revele la injusticia social, el reparto asimétrico. Le agradezco a Martín Insaurralde haberle puesto el cuerpo a la sentencia. Eras vos, Martín. Yo sabía que era verdad, que al final de los afanos había un timón, una vela y un culo de clase mundial.
El más grande sobreentendido de la política es que todos se chorean algo en la medida de la ambición, la habilidad, la oportunidad y, por eso, nadie levanta el dedito aun cuando aparecen estos casos tan vistosos porque en la profesión no se juega al poliladron. Hay un código común y lógico donde se putean por lo que no les importa, la economía, las relaciones exteriores, y acuerdan en lo que sí, los recursos. Se acepta suspender el cumplimiento de las normas para crear el sostén material de las estructuras políticas, y en cada célula, o banda, se debe separar la parte que el líder reclama como incentivo para intermediar y estar disponible para el manejo. Nadie se somete al vejamen de tener que hablar con mucha gente que se desprecia si no se va a tener una fuerte compensación. Eso lo puede hacer alguien con motivaciones religiosas o gente que está mal del balero y resuelve que ese es el procedimiento de su inmolación o su suicidio en vida, dar hasta que duela, pero no es lo que hace un político profesional, que en cuanto puede elude a la multitud escapándose por la ventana.
Algunos tienen la fijación de los pura sangre, de los campos, de los hoteles. Algunos muestran lo acumulado, no lo pueden evitar y deben hacerlo, en algunas provincias representa el atributo de poder, demuestra a la cadena alimentaria dónde se está parado; y los porteños, más vergonzosos, esconden, hasta que no pueden esconder más y se mudan a los edificios o los barrios donde viven los que tampoco pueden esconder más. Otros compañeros suman la fijación de los culos. El estado de naturaleza es total. Y la tecnología no ayuda a esconderla. La soledad del hombre y su Whatsapp, el mundo de tentaciones, los mensajitos, estoy sola, en celo, los intendentes se prenden fuego, saltan por encima de los vecinos. La verdad: es más difícil no entenderlo que entenderlo. La vida es una sola, el mundo se derrumba.
Son generaciones muy influidas por la pornografía. Pero donde un maestro pizzero de Guerrin mira una escena de sex on the boat en el Motorola mientras espera que la amasadora complete el ciclo, para estos millonarios es una posibilidad real. La pornografía presenta un problema existencial a todos los individuos, a la mayoría: el que la está pasando bien es otro, y no uno, y eso entristece, hace sentir miserable a las personas, los refuerza en su soledad, los encierra; en casos patológicos los ata a un patrón de consumo donde ya no hay afuera. Es cierto que es más barato que hacerse una pareja, conocerse y volverse tan amigos como para poder coger como enemigos, que es lo que sucede normalmente en el porno, donde las relaciones arrancan de abusar de las asimetrías, saltearse modales, tabúes. Un noviazgo, además, es el comedero de horas más grande de la historia de la humanidad, nada lleva más tiempo que el ida y vuelta completamente improductivo de un noviazgo con los diez mil te enojaste, te dormiste. En fin. La pornografía facilita el desencuentro y, al cabo, el decrecionismo, menos familias, menos hijos, menos basura.
Pero al intendente qué carajo le importa.
Creo en serio en las conspiraciones, creo que hay quienes inventan historias y las sostienen, para que no se caigan, con recursos infinitos. Nótese que casi no hay películas ni documentales sobre el Covid y los encierros. ¿Tanto va a tardar la industria cultural en rentar con algo que afectó a tantos durante tanto tiempo? Porque precisamente la conspiración incluye que eso se mantenga como una historia que el pueblo idealice y llame pandemia a la cuarentena, al encierro. “Cuando estábamos en pandemia”. CLARO. Las big pharma ganaron mucho más dinero que el que habitualmente ganan sin pandemia; con el pueblo encerrado los conductores de televisión tuvieron un rating espectacular, así que estuvieron muy comprometidos en sostenerlo. Y después del exitosísimo ensayo general de 2020/2021 estamos preparados para cualquier cosa, es la verdad. Y con el dinero digital podrán matarnos de hambre bloqueándonos los gastos llegado el caso.
Dijimos el 26 de septiembre: “Hay un Estado profundo, los sótanos de la democracia de los que habló el presidente Fernández en el discurso inaugural de su presidencia, que sirve a la estrategia de romper todo para servirle en bandeja al próximo gobernante una economía en estado terminal y un pueblo harto. Veremos cuál es su próximo aporte a la desgracia”. Hace diez días, compañeros. Lo que es a mí, me parece todo guionado, y no por argentinos. Creo que la Operación Marbella es supranacional y arrancó semanas antes cuando Carlos Pagni dijo en su programa que un intendente cuya descripción se parecía bastante a Insaurralde había pagado 20 millones por su divorcio. No digo que Pagni sea socio en la operación, de ninguna manera, sino que fue el primer eslabón, como cuando en los pases de LN+ algunos de los conductores le dice al otro: tengo un chimento y ahí arranca la pelota con la que van a verduguear a alguien un día, una semana.
El caso Chocolate, la Operación Marbella, todo real y todo armado en su revelación para envenenar al pueblo con evidencias grotescas del funcionamiento de la casta y facilitar el triunfo de Milei y que la economía entre en un Kohinoor que se lleve puesto deudas, contratos, que permita barajar y volver a repartir, que flexibilice un poco más la soberanía nacional.
FIN
Compañeros, el momento de cooperar. Es aquí, es ahora, lleva segundos, el impacto sobre sus presupuestos, si como sospecho ustedes pertenecen al primer decil, es invisible y a mí, cada efecto invisible, me hace una realidad efectiva. No me dejen solo. Abrazo de golf.
FW: Flat White 1200 pesos
One shot: un solo pago, sin suscripción, es el equivalente a un libro de los que regalan, compañeros. Y es ideal para los que llevan una larga temporada sin animarse a suscribir por miedo a que un artículo los traicione.
Libros recibidos, compañeros.
Tres cracks tres.