¿Vieron el cielo de ayer? ¿Y cómo arrancó hoy? Pueden decir lo que quieran de este país, pero qué meteorología benigna, compañeros. Dicen que Buenos Aires es una ciudad ventosa para bajarle el precio, pero yo sólo lo advierto o lo advertía cuando jugaba al tenis y sufría al ver cómo se pelaban las canchas de polvo de ladrillo y se dejaban ver los cascotes que sirven de contrapiso. El resto del tiempo, agradecido por la brisa que se lleva la fogata de los colectivos para la pampa.
Atención, hoy publico varios extras al final; hay que aguantar, o saltearse todo, porque me pasé de pijotero las últimas ediciones porque la verdad no llego con todo, ni a leer todo, ni a ver todo. Así son las cosas.
Como saben, en la academia hay un estado de conmoción por la posible presidencia de Motosierra Milei. Tienen razón en todo menos en la idea que subyace de que sería la primera vez de un loco en el poder, de alguien que si pudiera se cargaría el estado de derecho, un iluminado dogmático. Hay mucho motowashing en tu solicitada, profesora.
Normalmente vamos a una Unión Democrática contra Milei, y resta ver quién encabezará nuestro bloque, el del viejo régimen: si Patricia o Massa. Anticipo que, por abajo, los votantes de uno y otro se van a inclinar por Milei si su candidato no pasa. Porque con Milei en la presidencia quien controle la calle, controla la oposición y la erosión, y el peronismo está en mejores condiciones de desequilibrar por ese lado; por su parte, los votantes, llamémoslos, macristas creerán que Macri va a apadrinar a Milei y que eso les asegura dominar la batalla cultural si no pasa Patricia. Todo muy fluido o todo muy cantado. Pero la sensación de estar viviendo una pesadilla no es nueva, lo que no le quita su poder sobre nuestra ansiedad, materia sobre la que ya nos expedimos en varias ediciones pasadas que se pueden encontrar en la pestaña de archivo.
En 2013 la revista Rolling Stone cumplió 15 años e hizo una edición, supongo que especial, y me pidieron que escribiera algo así como un estado del arte de la política en ese año. Y bueno, fue un tiempo medio delirante y angustiante aquel: el kirchnerismo tenía cientos de medios adictos, La Cámpora disponía de muchos recursos que apuntaban a verduguear a las minorías, la señora hacía esos balcones militantes en los patios interiores de la Casa Rosada con miles de pobres chicos con pecheras vivándola mientras abusaba de su asimetría con medio mundo, especialmente con ellos. Fue un tiempo olvidable que recuerdo tan oscuro como el reciente período de la llamada pandemia con sus publicistas y los militantes de los barbijos, los hisopados, las vacunas y los autotests domiciliarios.
No me releo para no torturarme, pero recordaba peor el artículo que publico hoy en carácter de refrito premium (porque está retocado). A veces es la pesadilla de los cierres que crea un sentimiento fulero respecto del trabajo, la cosa es que siento ahora que se parece bastante a como fueron las cosas o a como las viví, o las vivimos que, por supuesto, no es lo mismo, lo cual aplica también para cualquier observación sobre el presente.
Compañeros, l’article:
Llueve, de noche, relámpagos. El silencio se quiebra dos veces, con los truenos y con el motor de la pecera; la luz que decora a los peces azula el ambiente y, oh, uno de ellos flota de panza, boquea lento, se va a morir antes de que llegue la señora que limpia; mi mujer me mandó a dormir al living, uno de esos enojos entendibles, culpa mía, y estoy echado en cruz sobre un fiaca extra grande y mirando la calle. Por suerte, nada es seguro para nadie a esta hora, las dos, las tres de un martes, lo que evita sentirse miserable; Cristina Onassis, una millonaria triste, se mató a esta hora. La noche suspende el tiempo, suspende las nacionalidades, no se escucha la lengua; y privada de luz, lo quiero decir, es uno de los pocos momentos que el gobierno peronista no intervino con publicidad. Aprovecho el momento singular para ver el agua simplemente correr por Olleros, para ver la escuela frente a casa, para ver el contenedor de basura frente a la escuela. Mi vida privada está a mi alcance, se va a arreglar. La vida pública, acho que não.
En estos quince años, la revista Rolling Stone de Argentina hizo su aporte para divulgar mucho de la mejor producción de la industria cultural, como también hizo lo suyo para estandarizar audiencias y normalizar a pelotudos que salen en la televisión. Lo justo es justo. Pero mientras nuestra publicación hacía su operación cultural de superficie, en los acentos estéticos de la clase media, la Argentina entera, en el track principal, solidificó un manicomio que será dificilísimo desarmar y que, por lo tanto, tal vez no sea desarmado nunca.
Ante tal cuadro, se nos presenta el dilema de comprar salud mental y retirarnos psicológicamente de la Argentina, anular los canales de noticias, hibernar en Twitter; o, por el contrario, perseverar en la crítica al avance autoritario, en alentar las manifestaciones que defienden las instituciones ante la perspectiva de que no hacerlo implica que el día de mañana se nos metan en el living. La mentira, el escándalo diario, sin disculpas, se hacen difíciles de perdonar y, entonces, uno anda odiando, y qué necesidad.
En interiores, lo que los muchachos de La Cámpora hablan con alegría, ese ejercicio de superioridad moral apoyada con votos, la creencia de que se tiene la razón, de que el líder es infalible, y de que la economía no existe, se conoce en los medios contreras y los políticos opositores como chavismo. Yo escuché nombrar algo así por primera vez en 2006 en el restaurante Petanque de boca de un amigo que me habló de un formato de gobierno del que se hablaba en las oficinas cultas del gobierno, las del llamado “Chino” Zannini, y que podría reemplazar la precariedad estatal para ordenar a los actores económicos y sociales. Y el formato era algo que definió como chávez putinización, liderazgos simpáticos y un pelín autoritarios, para el que había que armar un gran polo de prensa y propaganda y dar golpes de autoridad, vistosos, nacionalistas, de tanto en tanto; y no fue sino hasta la crisis del campo de 2009 y la fractura de la sociedad que Kirchner mantenía con Clarín que se liberó este formato como estrategia dominante.
Este modelo podía no ser fácilmente aceptado por los sectores más dinámicos, más viajados, más cultos, por las rusticidades institucionales que implicaría; nadie querría ser maltratado desde la presidencia, cosas así, que le dije, pero mi amigo, sabio, más conocedor del campo cultural de los artistas, intelectuales y académicos, me dijo que ellos estarían bien porque el Estado les aseguraría el subsidio necesario para que todos se den los gustos. No iba a ser un Estado contra ellos, sino con ellos en la medida que aceptaran colaborar o no rompieran demasiado las pelotas. Y aceptaron, como se ve.
Chávez y Putin para controlar el poder, populismo desencadenado para no perderlo. Así las personas mejoraron sus vidas privadas, compraron leds y renovaron griferías a cambio de que el estado no dispusiera de los recursos para tocar la infraestructura. El dinero que faltó para entubamientos, soterramientos, frenos en los trenes y demás se fue por la canaleta del subsidio a la clase media y a los bancos para que todos gastemos hasta el último peso porque está desincentivado ahorrarlo o invertirlo. Con cesarismo y cash es más fácil retener el poder que perderlo, y disponer del cash no depende de la genialidad del gobierno sino, como todos sabemos, del precio internacional de nuestros granos, de mantener el apoyo a los que proveen de tecnología a la industria agropecuaria y de sostener una relación de fuerzas que permita cobrar los impuestos pertinentes a la exportación de modo que la soja entregue dólares al tesoro que luego imprime pesos que paga los subsidios que aseguran los votos que aseguran la supervivencia de los que gobiernan.
El pacto populista es hacerte vivir bien adentro de tu casa, a costa de vivir mal afuera; el populismo induce, además, la postergación del esfuerzo individual. El populismo es la renuncia a confrontar a la sociedad con los esfuerzos que demanda el bienestar. Todo encastra cuando uno vota atendiendo el bolsillo más que las expectativas. En tal sentido fue más que modesto el gobierno al privarse de nombrar a la última inundación de La Plata: “Inundación Néstor Carlos Kirchner”. Fans de los bautismos de calles, puentes y torneos de fútbol con el nombre del ex presidente, pasaron por alto esta vez que Kirchner fue el padre del modelo que diez años después de impuesto inmovilizó al estado nacional y a los provinciales de tal manera que las lluvias del calentamiento global se reciben igual que en los años del génesis, como inevitables pruebas de dios, y por ello pudo la señora presidenta plegarse desde el inicio al esfuerzo solidario para paliar esta macana meteorológica.
Con la masacre de Once le resultó más difícil. Cristina hizo un repliegue táctico tras el accidente y se dio una semana de gracia, en silencio, para luego subirse a su negación super sport que desembocó en el “vamos por todo” que gritó en un acto en Rosario. Ese “vamos por todo” presidencial angosta el margen para deshacer políticas equivocadas; confunde y desalienta a la burocracia estatal a encarar los trabajos diarios y aburridos que evitan, en principio, desgracias; y aleja a los ciudadanos de las responsabilidades reservando el espacio público para quienes dominan una lengua sectaria, sobrepolitizada, como un trabajo para iluminados que tienen la contraseña de la Argentina y que, de pronto, resuelven ir por todo.
Ir por todo permite que todas las partes del rompecabezas nacional pierdan su valor relativo ante lo que sería el imperio del absoluto; e induce a conformarse, y a perdonar enormes cagadas en nombre de que un loco amor a la patria tiene entendibles daños colaterales. Así es que la incapacidad técnica y la mala praxis es sorteada por el gobierno trasladando sus costos, cuando no sus culpas, al pueblo argentino (“la gente no debe abarrotar el primer vagón”), al que además estresarán los próximos dos años buscando la perpetuidad en el poder beneficiándose de una red de medios adictos escandalosa que inflamará de necesidad vital, imperiosa, la gesta de una reforma constitucional.
Otra noche, hace un par de sábados en el cumpleaños 40 de un amigo político radical, en una casa con jardín en Victoria, había una pequeña multitud liberal y feliz, cinéfila, rugbier y sibarita, que después de una rápida lluvia de verano, hacía sus ronditas amistosas; se daban la paz y coqueteaban; yo, que también transito la mediana edad, me agencié el sillón del living y no lo solté, y con la cabeza echada para atrás evalué, con un amigo veinte años menor, conveniencias e inconveniencias de estar en pareja (salió empate), mientras una tira de canciones más o menos conocidas cortineaba la conversación; cuando mi amigo se levantó para ir al baño, el random del ipod conectado a los parlantes dejó a Pappo, solo, cantando Ruta 66, y me mullí aún más en el mullimiento y así advertí que lo extrañaba al Carpo, la voz grave, el fraseo, una ilusión, seguramente, una fantasía, pero la verdad es que se me llenaron los ojos de lágrimas. El tercer gin tonic empujaba el disparate emocional, pero no me impidió ver, en ese puente que hacía la noche entre mi hiperconciencia habitual hasta ya caer dormido, que no sopesé lo que se perdía el teatro de mi mente cuando una mañana en un hotel de Las Gaviotas me enteré de su muerte porque, demasiado en frío, me puse a pensar en lo que ganaba el mundo con su ausencia, y eso era un machista menos. Es muy difícil acertar sentimentalmente, ¡yo quisiera ahora que esté vivo!, pegarla con la intuición.
Y a veces no pegarla porque estos quince años terminaron de confirmar que la Argentina está condenada al peronismo. Lo que es decir condenada al desprecio a las formalidades y los protocolos en nombre de urgencias urgentes y de resolver variaciones de un caos que el mismo peronismo crea. El kirchnerismo es un caso testigo de supervivencia política donde se conjugan el descaro (para negar la inflación) y la audacia (para avanzar sobre la justicia) con el finísimo arte de arrugar. Significativo al respecto es la forma en que el gobierno pasó de quedar atónito ante el nuevo Papa argentino, enemigo del gobierno hasta el inicio del cónclave, a inclinársele como uno de sus fieles más devotos.
Tengo para mí, hoy, y digo adiós y saludo el cumpleaños de la revista, que se consolidan dos tesis fundamentales para los próximos años de la patria. Una en la que nuestro futuro tiene la forma de una verdadera apreciación de las instituciones que reunirá al PRO, la UCR y el socialismo, y otra en la que no, que las instituciones no deben ser apreciadas para nada porque en las leyes, en los pasos, en los trámites terminan ganando los que disponen de los recursos económicos y mediáticos para influir de una manera u otra en las decisiones importantes y que se hará en torno al peronismo y la izquierda.
FIN
Últimos días para suscribir a precio viejo, vieja. El Flat White voló, le decimos en la caja: Fly, white. Y que nos cobren lo que quieran.
Lamento muchísimo que haya que vivir así. Cuando asumió López Rega en Bienestar Social dijimos ahora así, ahora se ordena.
Merecíamos más.
Un correo de Esteban Schmidt recomienda estos newsletters:
Y en el varias veces recomendado newsletter de Gustavo Noriega más quilombo esta semana por el tema de los intelectuales indignados por un candidato que para ellos ya es too much.
Además, en la revista Panamá, importante artículo de Manuela Gómez del Río, una de las personas que más sabe sobre el conflicto con los mapuches en la Patagonia. Se lee aquí.
Sobre la generación diezmada. Buen artículo de Gustavo Bazzan.
Nos vamos moviendo las cabezas. Hasta el martes.
Lo mejor que he leído sobre el kirchnerismo ever. Voy por la tercera lectura y trataré de memorizarlo para usarlo en discusiones aunque quizás lo mejor sea imprimirlo y llevarlo en el bolsillo. Genial
"... fue un tiempo medio delirante y angustiante aquel..." Que más decir. Saludos y gracias.
PD: Si venís a recibir el 2024 a Villa Pehuenia el 4G sigue igual, pero las rutas peores.