Qué servicio es militar
Se puso firme la primavera, compañeros, así que pueden cortar todas las flores sin culpa. Quedan doce días de campaña electoral, por lo tanto doce días donde nada será cierto. Intristing, eh. Extras.
Me costó arrancar la escritura de este correo, tuve mucho laburo por la mañana, y a mediodía estaba trabado, atribulado por el angostamiento del calendario, el fin de año que ya está acá y, entonces, hice lo que hago mucha veces para destrabar que es meterme en una conversación en algún grupo de whatsapp o en Twitter y justo di con un tuit de un chico que, pobre, contaba sobre un recuerdo duro de su vida que fue esperar el sorteo del servicio militar. En sus palabras: “a nada le teníamos más miedo los varones de mi generación”. Un muchacho algunos años más joven que yo.
Me pareció una impostura total y cometí el error de contestar a su generalización con otra generalización: “nadie tenía miedo de hacer la colimba, podían no tener ganas, pero miedo, nadie tenía miedo, muchísimo menos que fuera el miedo más grande de los varones”. Naturalmente saltaron Gachi y Pachi y cien personas más a decir que no, que estaban aterrados por la conscripción y no pudieron sortear la mención del soldado Carrasco, las Malvinas, el general borracho, los desaparecidos, durante el rato que florecieron las respuestas fue como estar en el hall del INCAA. Un locutor nacional se extrañó por mi “posición favorable” a la colimba y le expliqué que, de ninguna manera, que lo mío eventualmente es una conversación sobre los recuerdos y los mitos, especialmente si estos tienen como propósito quitarles responsabilidades a las nuevas generaciones, dejarlos listos para ser tutelados por civiles, militares o ayatollahs.
Mi punto, un recuerdo minúsculo, era que en mi escuela y entre mis compañeros de militancia estudiantil no existía algo así como miedo. Había ganas de no tener que pasar por la experiencia por el tiempo que iba a llevar, porque además no era cool, no había ventaja, era tiempo hundido, y ya no había patria, una sensación entendible después de haber perdido una guerra en cuarenta días. Entre los más politizados le teníamos hambre a los milicos por la defección en Malvinas y, naturalmente, por la dictadura militar que además de todo lo que ya sabemos implicó un afano descomunal que se reflejaba en la deuda externa que era un ancla de cien toneladas para la democracia que se inauguraba. Era una institución despreciable con sujetos despreciables y que ya no podían andar uniformados por la calle por la vergüenza y para que no los fajen.
La charla de la colimba saltó en Twitter porque Victoria Villarruel, la candidata a vicepresidente de Milei, dice que la quiere reponer y es por eso que el chico de el miedo más grande de su generación se puso a hablar de eso, así que fue toda una acción militante discutir posteriormente mi tuit, atacarlo; más que nada, se me llenó de contradictores de 14 seguidores, robotitos, o miembros del partido de los dos centavos, como llaman los chinos a la pobre gente que tienen enjauladas cruzando contenido con cualquiera que en alguna red social discuta las verdades del Estado y que ganan de a dos centavos por palabra. En cualquier caso me sirvió para arrancar el correo. Y acá estoy, cuatro párrafos después. Escribir, compañeros, no es difícil. Hay que poner cebador.
Yo no hice el servicio militar por la situación ridícula de encontrarme flaquísimo al momento de la revisación. No lo calculé. Desarrollé tarde.... Así que con un número recontra alto, llegué a que me estudien los enfermeros y doctores y recuerdo, de esa mañana en el Regimiento III Palermo, algunas postales. El trato burocrático pero amable, levantar los bracitos, que observaran mi ano sin morbo, como anatomistas, y que me hicieron entalcar el pie para comprobar la pisada que dio divina, de cuento, como un bife de costilla, y ahí sí me pesaron y dio algo así como cincuenta kilos que era el mínimo y me consideraron una cagada para ir a la guerra aunque era el peso de un Horacio Accavallo cuando ganó el cinturón mundial en la categoría mosca. No vieron todo el potencial.
Sentí un poco de decepción porque me interesaba la experiencia, aunque por otro lado el lugar común era decir que de este modo no iba a perder tiempo. En ese momento de la vida hay una idea de lo que será la productividad escolar que no tiene la menor idea del tiempo que se va a perder en la vida, especialmente en la juventud -porque después se afinan las inquietudes-, en la fotocopiadora, en la demanda espontánea del Italiano, en noviazgos que comen horas y horas, pero buen, a los 18 los chicos están tan seguros de ir a cursar rápido Sociedad y Estado del CBC a la sede de Paseo Colón, no escuchar un carajo, ingresar en un mundo oscuro, bien pero bien improductivo, sin baños en condiciones, y hacen la cuenta y suman lineal e idealmente cinco años y se gradúan de algo ¿Y después se casan? ¿Enviudarían a los treinta?
La colimba fue menguando con la democracia; en mi división del secundario, 5to 2da, Mariano Acosta, Balvanera, 1985, familias no apalancadas, la hicieron sólo dos, y más o menos diez minutos, como menguó casi todo, la verdad, la salud pública, la educación, y un día se terminó y, desde entonces, tenemos varias generaciones que nunca tiraron un tiro ni hicieron cuerpo a tierra. Todos tendemos a pensar que esto es bueno pero la Argentina no tiene reservistas en caso de que se comprometan sus fronteras o que deba intervenir en un conflicto de orden global contra los enemigos de la democracia como este en el que estamos a las puertas.
La mañana de la revisación me había llevado en el morral una pilita de calcomanías de RA, que decían “Usted sabe”, que eran material preelectoral de la campaña del 85, y que tenía resuelto pegar en el establecimiento, donde pudiera, y cómo no, las pegué en el baño. Tuve miedo de hacerlo, claro, pero un poco de miedo, no mucho miedo, no el miedo más grande de mi generación, fue una provocación sin mucho sentido, algo de adolescente, pero se me antojó y, además, no podía ser delito. Mucho más miedo tuve en el Aeropuerto de Amsterdam cuando me di cuenta de que tenía algo de marihuana en el bolso de mano 14 años después y corrí al baño a tirarlo cuando ya estaba para pasar la aduana y desodorizarme la mano por si había perros. Más miedo tuve cuando un médico colombiano del gimnasio estableció con toda su ignorancia que tenía agrandado el corazón y era sólo que él no sabía leer un electrocardiograma. Y después tuve un par de asaltos en contra, loquitos apuntándome a la cabeza.
Muchos ayer en Twitter me contaron historias de amigos que les contaron que tuvieron miedo y que tenían miedo cuando escucharon el sorteo. En fin, no fue para nada mi experiencia, respeto a todos los compañeros, excepto a los que están micromilitando en las redes, como esa pobre gente que levanta la voz en la cola de la verdulería. Con qué fin. ¿Hay votos en Twitter? Calman la ansiedad preelectoral. ¿Por qué están tan ansiosos? ¿Patriotismo?
La señora Villarruel, que frasea como una docente insegura pero arrogante, tiene la misión de asegurar el voto de las fuerzas de seguridad y, entonces, le toca tirar estas ideas. En las FF.AA. no hay plata ni para engrasar las orugas de los tanques y no hay enroque presupuestario que haga viable crear las condiciones para un servicio militar voluntario o compulsivo. Así que no va a pasar nada. Son huevadas para descontar días antes de las elecciones. Lo que no significa que el tema de la defensa nacional no deba ser considerado alguna vez. Estimo que todos vivimos con la idea de que ese ítem está cubierto por los Estados Unidos, que son nuestros protectores de última instancia. Una hipótesis que no escandaliza de igual modo a quienes repudian el servicio militar.
FIN
Compañeros, ya corre el décimo mes de Un Correo de Esteban Schmidt. Reafirmemos lazos sociales productivos: canta el cantor, paga el vino quien escucha y hace palmas. Hagan click, nomás. Del otro lado: la oportunidad de acompañar mi disciplina o verme caer. Los primeros cuatro botones son suscripciones; los últimos dos, tiros directos. Si siempre están por colaborar, colaboren HOY. No lo posterguen más.
Muy recomendable el newsletter de la compañera Dolores Gil.
Excelente artículo de Karina Mariani sobre la combinación y correlación entre cultura Woke y antisemitismo.
Artículo en el diario El País de Uruguay donde el periodista argentino Alejandro Seselovsky se hace la pregunta de un millón de dólares. Estoy entre los compañeros consultados.
Todo está tan cínico, tan reventado, que todo lo que supere la chicana más barata o el tribunerismo de recompensa inmediata está imposibilitado. Plantear problemas, discutir mitos, está mal visto. Así que con el tema de la conscripción obligatoria recordé este fragmento de “Perón, Sinfonía de un Sentimiento” que Leonardo Favio musicalizó con “Aquellos soldaditos de Plomo” de Victor Heredia. Fue hace diez minutos.
Soy clase 61 y me salvé por asmático. Para asegurarme, me mandé un nariguetín con una barra de azufre encendida. No tenía miedo y no recuerdo que ninguno de mis amigos tuviera miedo; sí bastante bronca por la postergación de proyectos y el tema de la humillación tipo "cójase a esa hormiga soldado" más alguna cosa de antisemitismo que daba vuelta. Incluso mi mejor amigo desde sala de 3, judío ex comunista, actual K, fue cabo dragonenante y abanderado de su clase: lo supe por una foto que ostentaba, orgulloso, en uno de los estantes del "modular" del living de su casa paterna en la que se lo veía marchando como abanderado y con la frente alta y patriótica, un 20 de junio y al frente de algo que supongo era "mi batallón".
Algo más, los que habían hecho la colimba se la pasaban contando anécdotas que, en general, eran graciosas o las sublimaban haciéndolas graciosas, lo que es lo mismo. A mi me daba mucha envidia porque, al gual que vos, solo tengo la anécdota de la revisación y el nariguetín.
Después, algunos amigos clase 62 y 63 los llamaron a Malvinas pero eso no tenía que ver con la colimba. Incluso al judeo-exbolchevique-kirchnerista fue convocado porque en el cuartel de La Tablada, cerrado después por el oscuro intento de copamiento, había aprendido a manejar no se que misil tierra aire. Por suerte, la guerra terminó antes de que lo movilizaran.
Soy de la ultima clase sorteada clase 75, si no mal recuerdo es la misma clase del Soldado Carrasco, comparto lo que dice Disonante, miedo no, pero era un momento donde dejabas de ser un nene de mamá a independizarte sin poder acudir a tus papis! Pero creo que lo mas valioso que tenia era que conocias Argentinos de todos lados y extracto sociales, tengo amigos que la hicieron y se siguen juntando una vez por año (gracias a Facebook) para recordar anegdotas (bien de hombre repetir las mismas anegdotas y seguir riendose ja), por otro lado se que a los Milicos no le gustaba el tema de entrenar chicos que no querian estar ahí.
Creo que se podria hacer algo con el SMO, 4 meses de instrucción militar y luego algún servicio a la comunidad en otra provincia, seria una experiencia positiva y ademas servicial, para muchos era la unica manera de conocer CABA, viajar en avion, barco, helicptero, aprender a higuienizarce, etc
Creo que a mi me hubiera servido. Abrazo
PD: el otro problema era que te corten el pelo y en el colegio! ja