Qatar 2028
Insólitamente olvidé mencionarlo pero el último viernes se cumplió un año del lanzamiento del correo. Y este viernes que viene será el correo 100. Obrigado pela sua preferência. Qué país.
En la zona de lo que fue el Club Tiro Federal, Avenida del Libertador y Udaondo, todo lo sólido ya fue llevado en camiones volquetes a zonas de relleno, y el polvo suspendido en el aire se respira en las tuberías internas de nuestros descamisados bonaerenses, que exploran los desechos para dar con algún número de la fortuna. Así es el ecosistema. Pero puede uno hacerse el tonto. Una larga malla de cartelería publicitaria cubre todo el frente, cuadras, donde suelen fermentar durante días los pibes que hacen cola por sus artistas de variedades, impidiendo ver aquello que los dinosaurios metálicos estacionados dentro del área hacen con el suelo: perforarlo hasta el centro de la tierra para clavar los pilotes que le den sustento a tres edificios que medirán cien metros de altura, que ya sé que no es tanto tanto, pero hoy el terreno está a nivel del mar. A ojo parecerá Qatar; viniendo desde el sur veremos un enorme mamarracho vidriado que tapará el cielo, con un edificio con hotel cinco estrellas dentro, con restaurantes y un sky bar que le va a quedar justito a nuestro star system. Ya puedo adivinar a Tini rotando los tobillos para quemar las veinte calorías de una limonada pero sin dejar de mirar el río. Van a ser ciento sesenta mil metros cuadrados que van a demandar mucha más energía subsidiada. Y que muy pocos van a habitar. Serán los pisos de algunos millonarios, algunos de ellos argentinos, y muchos otros del mundo que necesiten diversificar sus ahorros o esconderlos y los tendrán vacíos. Tudo bem.
Una ciudad con ruido a martillazos y amoladoras, como cuando Berlin completa emergió tras la caída del muro, es una postal de progreso y, posiblemente, dé esperanzas a los vecinos, como nos llaman los funcionarios para amansarnos, incluso para tratarnos de boludos y marcar la distancia con ellos, algo así como que no todo está inevitablemente reventado. No todas son malas noticias, vean toda esta prosperidad, hay que tener inglés, computación, casarse bien, rodearse de los correctos y el bochín se arrima.
En la esquina de casa, Olleros y Roseti, hay un gran terreno baldío de 1.500 metros cuadrados por lo menos, lleva décadas así, insólito, algún tema sucesorio, pero achacable, a esta altura de la soiree, a la inacción de la justicia y del mismo Estado porteño porque es una fuente de ratas, mosquitos normales y mosquitos de moda como el que transmite el dengue. El año pasado con el boom de marginales que tuvimos en Chacarita y que despertó gran inquietud de los vecinos se presentó Waldo Wolff, que ahora es ministro de Seguridad, (porteño, como dicen los periodistas), en la Escuela Técnica San Martín de la calle Teodoro García y Forest, y los vecinos fueron enfáticos en que ni se les ocurra hacer una plaza ahi, para que no se convierta en estacionamiento de marginales. Si podían elegir querían un paseo de compras con la seguridad privada espantándolos. Así que bueno, el psicópata siempre necesita un guiño del psicopateado para avanzar. Y ahí tenés. Vale como enseñanza para la juventud. La quinta.
Quien se meta en el Parque de la Innovación, así se llaman las 12 hectáreas que van de Libertador a la Lugones a través de Udaondo y Campos Salles, verá que la fachada del club va a sobrevivir porque es un monumento histórico, intocable según la legislación, y esto que pudo ser un disgusto para los desarrolladores fue también moneda de cambio simbólica, excusa para que las cosas prosperen, sumar lo viejo a lo nuevo, y asegurar la conformidad popular, las unanimidades legislativas, el verso necesario, que estos negocios toman en cuenta el patrimonio o el llamado cambio climático, la innovación, las universidades, si los dejás hablar nos están haciendo una gauchada.
El Tiro Federal, la idea, fue trasladado para que los socios y los loquitos de las armas hagan sus ejercicios de puntería en un hangar que instalaron en un terreno ganado al río y cedido por la Ciudad para tal fin con el dinero que les quedó de la venta de las dos manzanas para las torres, en la misma zona de clubes, paralelos a la avenida Cantilo, donde muchos vecinos concurren a echarse en reposeras para acomodar sentimentalmente sus baleros después de una semana sirviendo a jefes, clientes, pacientes, alumnos, la comunidad organizada, pero creo que el mayor contraste con esa balacera que se escucha, como si fuera un videojuego con altoparlantes, es experimentarla en el Parque de los Niños donde se escucha nítida, como en un estudio de grabación. No es difícil entender que quien no lo pensó fue quien no lo iba a vivir, e incluso fue alguien, ¡o un equipo!, que no pudo ponerse en el lugar de los vecinos que sí lo harían, pero aún puede ser peor, porque incluso entendiendo que el ruido de los gomazos son invasivos, estresantes y que crean ansiedad en adultos y niños, esto pudo haberles chupado perfectamente un huevo como consecuencia del metejón que tienen con los cargos y con la fiesta de relaciones y posibilidades que estos crean. Si la ciudad necesita algo no es el Proyecto Udaondo, compañeros, pero es lo que Horacio Larreta y sus contemporáneos en el arte de la política municipal nos pudieron dejar como legado urbano para compensar los disgustos del día por día de la gestión. Madrugaron para hacernos dunga dunga.
En los preparativos de esta fiesta del cemento, durante los últimos años, meses, todos lo vimos, las empresas de servicios y la Municipalidad adaptaron cañerías bajo la avenida para que los efectos de la construcción no colapsen los servicios de la zona. Con la nuestra. Para que no nos inundemos, para que no les falte corriente. La cartelería del proyecto Udaondo, su tono festivo, inaugural (pasean y vean, compañeros) hace pensar que cualquiera de los que circulamos con el auto estamos en condiciones de acceder a uno de esos pisos porque qué sentido tiene presentarnos el brochure a la vista. Nos invitan a participar de una lotería que ya se ganaron.
Si hay reuniones que podrían haber sido un mail, hay zonas de la ciudad que bien podrían haber sido un parque, sólo un parque, un árbol detrás de otro, como quien no quiere la cosa, un banco de madera, dos, veinte, un lago en la primera depresión del terreno, un cementerio prolijo de mascotas queridas, de participantes de Gran Hermano. Pero no quisieron, normalmente no quieren. En los terrenos del ferrocarril de la Estación Colegiales igual. No pudieron soportar la idea de un largo espacio verde, kilométrico, sin espíritu mercantil, árboles y sombras provocadas por los árboles, y canchitas de futebol, de basquet. Tuvieron que meterles dos edificios en el medio. Me pregunta un oyente:
¿Cuál es el problema del PRO con los espacios verdes completamente verdes?
Los verdes que no se generan con los espacios vacíos completamente vacíos.
Ya hablamos de los monumentos a Olmedo y Portales en la avenida Corrientes. ¿Por qué darnos a los vecinos algo que los funcionarios no tendrían en su living? Para producir un bien, mandar a hacerlo, anunciarlo, instalarlo, inaugurarlo y luego refaccionarlo y así con tantas cosas. Se presentan razonamientos consumados, como que los edificios, y los caminitos internos, con una parejita, un perro y un nene en skate dibujados en un render, son en sí mismos la explicación del acto administrativo de estatizar hectáreas para transformarlos en un negocio del cual muerdan los aportantes de la campaña electoral. ¿Digo mal? Los renders son el hecho consumado ante lo cual es difícil no rendirse (no intencional) a menos que uno sea del oficio. El baño acá, el vestidor allá y un lindo naranjo en la puerta. Sexto mensaje a la juventud: un render es el cómo te ves en cinco años de la arquitectura. Nadie ve las várices o los costos de la intoxicación periódica con jamón cocido. Tampoco que en unos años vas a madurar o viajar a la India y tener un jacuzzi en medio del cuarto te va parecer una vergüenza.
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Este artículo es tan bueno que me da bronca. Y escrito a seis manos, ¿cómo hacen para que no sea un frankenstein? Recomiendo con énfasis. Esto es de lo mejor del país.
Me encanta, me encanta.
Lo siento mucho, me encanta el Parque de la Innovación.
El domingo estuve en el nuevo Parque Carrasco, algo así como un parque verde con solo árboles que crecerán en 30 años y me gustó mucho porque había gente disfrutando y pescando y viviendo, pero me faltó cemento, amenities, un café de especialidad desde el cual contemplar. Entiendo que el Parque de la Innovación no será para mí, quizás estudie allí mi hija,o no, y me va a gustar verlo cuando paso, como Puerto Madero. No todo en la ciudad es para mí, pero con lo que sí es para mí, estoy conforme.
Te faltó un detalle: la palmera eléctrica de Chancho Bola, (el alias de Nicola Constantino ) que se yergue en medio de una encrucijada interna de la parquzación. Insignificante, pero muy Key Miami. No sé, pongan de intendente a un oligarca, que por lo menos arranca con un piso de, digamos, buen gusto y plata ancestral.