Presente
Plaza Mafalda está lleno también de parejas rusas jóvenes con niños. Son los que usan remera con 2 grados. Aunque han preservado su vida, cuando los veo pienso: son desertores. Extras.
Compañeros, tenía un Brieger 3 por parir, pero no llegué a tiempo de escribirlo bien y ahora debo rogar que no quede viejo, al revés de lo que necesita Pedro. Así que me mando con otra cosa para hacerlo más rápido, y poder estar a las 8:30 am en las casillas de correo y al mismo tiempo poder ver el partido. Y con transmisión en directo, ya ven, procedimiento que deploro pero que me va a ayudar a avanzar. En directo significa “en presente”, que no pasó, sino que está pasando. Mi tesis: no se fijan las ideas cuando la cosa se cuenta como si la estuviera viviendo, involucrando a quien lee en el hecho. Los gerundios ya son infartantes, no cierto, por el sonido más que nada, parece joda. Si te relato, siendo que un relato es una hilación de hechos (viene de relatio), tu inconsciente aprecia que el pasado ya venga de fábrica y no que el armado sea tu responsabilidad. Y el negocio del escritor es siempre capturar el inconsciente. En el consciente dicen te entiendo, en el inconsciente te dicen te quiero. Considérese ésta otra enseñanza para la juventud.
Buen, me acabo de sentar en el café Martinez de Acoyte y Avellaneda; muchos dirán oh, siempre paso por ahí, pues yo me crié por aquí, había un café con otro nombre antes, mal iluminado, pero con estaño, sifones, la escenografía porteña emblemática que empezó a renovarse con la aparición de cadenas. Cero culto al pasado de mi parte pero hay algo con el led y el durlock que no dejo de sentir como falso y fácilmente reemplazable. Esa provisoriedad del material se extiende a las personas abrigadas por estos emprendimientos, que también somos consumibles, y si además de que tenemos que lidiar con la incertidumbre de la vida se añade como constancia diaria que somos una cagada, que no existimos, se hace todo más doloroso y el campo para capturar la felicidad se convierte en una quintita de muy difícil acceso.
El bar cuya vieja denominación se me perdió en el agujero negro fue siempre el café del descanso de familiares de pacientes, enfermeros, médicos, visitadores de laboratorios que concurrían o trabajaban en el Hospital Municipal Julio Méndez, un gran elefante blanco que ocupa media manzana entre Hidalgo, Avellaneda y Acoyte, un principado de pobres. La puerta del hospital coincide casi exactamente con la puerta de ingreso a nuestro edificio en la calle Avellaneda, en la vereda de enfrente, claro está, y me permitió de niño sentir muy de cerca la ansiedad de la muerte porque usábamos a diario los teléfonos públicos que había en su hall, donde, en las esperas para llamar, te enterabas sobre recuperaciones, agonías y finiquitos. Siempre en susurros, si, buen, te vuelvo a llamar…, cuando me digan…, esas cosas. Todas tristes, aunque recuerdo menos los detalles que el agotamiento físico y mental de quienes pasaban los partes, normalmente mujeres. Conocí el teléfono de línea recién en el secundario así que ese es mi imaginario comunicacional, las filas para usar teléfonos públicos de disco donde se ponían monedas plateadas en las que de un lado había un gaucho arriba de un caballo y del otro un cinco.
Con mi familia nos mudamos a este barrio a fines de 1974 y, entonces, y por varios años más, el hospital fue una bomba de tiempo porque los Montoneros lo tenían entre sus objetivos militares. El sindicato municipal era de la derecha peronista y ambas extremidades del nacional justicialismo se tenían hambre mutuo: cuando no se tiroteaban hacían el ademán de que podían tirotearse. Así que con petardos, pastillas de gamexane y calles cerradas por la división de explosivos por las amenazas se me pasaron años cruciales de fijación de imágenes eternas. Alguien puede pensar, ay, pobre niño expuesto a semejante cosa, pero yo hoy no cambiaría esa colección por nada en mi memoria. Paz, amor y Los Arroyeños en el San Martín o ambulancias y bombas. Dame sirenas, siempre. Qué vivo, sin esos recuerdos no soy yo. Lo peor de que el pibe se morfe esos temas de adultos, vamos a decir, usando casi terminología de influencer de Instagram, es que se va a dormir preocupado. Y el niño se tiene que dormir reventado de cansancio de perseguir globos.
A Simón, mi criatura excepcional de siete años, muchas noches lo dejamos para que se duerma solito; sé que muchos de ustedes lograron que se durmieran solos mucho antes, bueno, acá fue así, les saco la lengua. Pero cuando lo dejamos solo con un velador prendido, veo que se queda un rato mirando el techo, y qué estará pensando, y doy vueltas, espío, me acerco a verlo, y él me mira y me dice, papi…, y pienso, puta, me va a preguntar sobre los Montoneros, o si los muertos respiran y no, me pide que le diga la diferencia de años entre Yamal y Messi. Pienso, entonces, que su niñez no está corrompida pero cuando la tele pasa una ráfaga de actualidad y él la pesca lo veo tan ávido porque se le corrompa que pienso, bueno: es mi hijo, qué más debo hacer para torcerle el destino.
Mi otra criatura excepcional, Amparo, me preguntó el domingo quién era el más millonario del mundo y me pareció un muy buen pie para hacer demagogia con ellos.
El más millonario soy yo que los tengo a ustedes, les dije.
Les gustó, me di cuenta en el silencio que hicieron, como digiriendo la lisonja. Y abundé:
Mirá, si Messi me diera diez millones de dólares por ustedes yo le diría que no; si me diera veinte millones, le diría que no.
Ay, y ahí preferí no continuar porque realmente me imaginé con esos veinte millones de dólares, con muchos menos, y mmm. Me sentí sucio por habilitarme la posibilidad del canje. Años volando en primera con asistentes que se encarguen de absolutamente todo al precio de renunciar a tu mejor creación, al amor más fácil, duradero y absoluto del mundo. Es imposible que nadie haya escrito este argumento. Debe haber cien novelas y películas con el que vende los hijos. Me las dejan en los comentarios. Es conocida La Decisión de Sophie, tremenda. La madre es expuesta por los nazis a elegir entre un hijo u otro. Pero es otra cosa, la coerción no es tentación.
En fin, no vemos noticieros en casa, menos con los chicos, claro, las desgracias pasan, están ahí, se hacen minutos de silencio en los partidos de fútbol, y hay que explicar todo. Pero no miramos las noticias. Si los pibes nos ven en otra que sea siempre porque estamos trabajando. A mí no me daban bola, estaban siempre trabajando. Puedo vivir con ese reproche futuro. En familia miramos Youtube, canciones, van captando lo bueno, se amigan con lo que es viejo, pueden escuchar a Jacques Brel cantando Ne me quitte pas en un video donde el tipo literalmente llora y ya aceptan, siendo chiquitos, que aprender tiene el precio de vencer los prejuicios, que los niños, por simpáticos que sean, también tienen. Miramos mucho Fa!, el emprendimiento musical de Mex Urtizberea. Arrancó en el gobierno de Alberto; de hecho, el profesor de derecho se descolgó de un helicóptero en la cancha de Ferro para ir a la casa de Mex a un reportaje, pero aun con lo caro que fue eso, Fa! fue de lo mejor del gasto público, a tal punto que hoy se volvió un negocio corriente donde venden entradas a conciertos y empresas patrocinan, canjean. El Estado apalancó algo muy bueno hasta que ya no hizo falta. Lo hizo sin querer, sucedió.
Termino aquí en Café Martinez porque vengo de ver a mis papás. La escena de hoy fue brutal. Normalmente llego sin avisar para evitar la creación de la expectativa de un horario y la sucesión de llamados sobre si estoy llegando o no. Llego a la puerta de mi mamá tipo 3 de la tarde, y toco el timbre, nada, espero, vuelvo a tocar, nada, apoyo la oreja donde va la llave, nada, silencio, toco el timbre de nuevo, nada, puta, mi teléfono en 6% de batería y me estaba pishando mal, la activación constante de la helada; algunos segundos de meditar el orden de las prioridades, en el hall un enchufe bajo el punto de la luz, bien el constructor, consideré que orinar era el segundo paso porque no puedo hacer nada bien con ganas de ir al baño. Se pisha, luego se salvan o duelan vidas. No soy tremendista, no sé por qué, pero no pienso lo peor, pero sí soy atento a considerar los peores escenarios simplemente para prepararme, y que me encuentre con la batería y la vejiga libre de mejoras. O antes de la aceleración del corazón que te produce un miedo grande razono sobre lo que necesito para enfrentar ese miedo. Entiendo que este es el mejor legado que me dejó mi mamá, prepararme para los preparativos de las desgracias. Volví a tocar, entonces, y niente, puede ser que ya hubieran pasado cinco minutos, me pareció que podía ser una buena solución llamar por teléfono, si mamá estaba durmiendo, quizás su teléfono estaba con ella, así que probé y no tuve resultados. La hipótesis de que hubiera salido descartada desde el vamos por el frío, hasta que de pronto escuché su voz afónica por la gripe gritando vaaaay, algo así. Estaba viva, y el Airtag que mi padre con demencia lleva en el llavero aparecía en el lugar.
Mi madre abre la puerta, encorvadísima sobre el andador, viejísima, como nunca la vi de vieja, y enojada.
--¿Estabas durmiendo?
--Y qué te pensás…
Le faltó la puta que te parió, pero era la idea.
La sorteé en el living sobrecargado de objetos inútiles que tiene y apunté al cuarto donde duerme mi papá y estaba él nocaut con una mano cruzándole la cara a la deriva en un sueño profundo, inconmovible a los timbrazos, los telefonazos y los gritos de mi madre, todo en 50 metros cuadrados, completamente fuera de juego, las zapatillas puestas, volcado sobre un catre. De la calle llegaba el sonido de un redoblante, un misterio.
De pronto caí en la sensación de que ambos no están en la última milla, sino en los últimos metros de esa última milla y me sentí aliviado por el costo de oportunidad, ya no queda tanto, e incómodo y muy culpable porque todo lo que debo hacer para que sus vidas tengan un cierre digno seguramente no voy a poder hacerlo.
Yenchi, el más económico de los botones es un café con leche por mes y capaz que leen todos los correos, o buena parte, y llegan al final y les parece ok, que quieren repetir la experiencia, y yo tengo que reponer mis calorías. ¿Ustedes ven el bannner de YPF, del Gobierno de la Ciudad? No, porque no hay nada detrás. Detrás de mi, mi sombra y los compañeros que aportan. Gracias por apoyar, es hoy, es ahora. cambiemos el mundo (?)
Recomendado 1:
Ya sé que llegamos a la final de la Copa América. Oportunidad para leer y conectar con este gran autor y forista, Pablo Plotkin, que escribió esta crónica sobre la Copa del Mundo en Brasil donde también llegamos a la final. Suscribansé a su médium.
Muy bueno sobre la pelea entre Vaccaro y Kodama por el legado de Borges. Autor: Santiago Llach.
Aquí entre varios cantan El hombre del piano con Billy Joel sentado al plim plim plim. Entre ellos, Kevin Spacey, acusado algunos años después de abuso sexual a tipos musculosos mayores de edad. No hay emojis para esto. Buen.
Si, Medina Bella. De aquellos tiempos dorados en que te pedías un café y te traían... un café, sin necesidad de hacerte tantas preguntas (tamaño, calibre, procedencia, contenido lácteo, etc.) sin dibujitos y a la adecuada temperatura de l infierno. Me liquidaste con el último párrafo, igual te perdono hasta la próxima semana.
Creo q se llamaba Medina Bella, el bar. Cómo Ramón Ismael con a. Una frivolidad este comentario ante tu correo. Abrazo, Esteban.