Petrificus Totalus
Soy de mirar y venerar el mundo que no existe más. Me topé con un video donde Tita Merello cuenta que Luis Sandrini se le aparece en sueños.
Mi primer sueño del año fue la noche del 31 de diciembre al 1 de enero, después de una fiesta de año nuevo en un hotel del sur de Chile, un embole los sueños ajenos, además no hay una gran historia, es como una película iraní de cinco minutos de lectura, lo que lleva hacer un huevo frito y tirar las cáscaras pero aquí estoy: soñé que levitaba en uno de los pasillos de la planta superior de la Escuela Normal Mariano Acosta y me despegaba del suelo con la angustia de que si subía más podía superar la baranda y caer al vacío, al patio de primaria, el del mástil y los actos escolares. Me desperté. La sensación que me dejó fue bien amarga, como un sueño de muerte, aunque lo interpreté luego más ambiguamente. La escuela normal es la madre zzzz, según el himno de la institución, y la levitación me separaba de la madre pero a costa de que mi alma ascendiera, de morirme, compañeros. Podría pensarse también que sería a costa de elevarme y no de morir, pero me encuentro grande para que un sueño represente sólo un desafío existencial. De mínima, me funciona de advertencia sanitaria para 2024: regarme con algo más que vino para no levantar demasiado del suelo y caer.
Con mis compañeros de la escuela hacíamos vibrar esos pisos, esos pasillos del nivel secundario que se movían un montón porque están sobre el aire, sus pilotes son columnas de hierro, varios metros en que el material se arquea, y todas las generaciones desde el siglo 19 lo estremecieron, lo estremecen y lo estremecerán, haciendo un trencito saltarín cada fin de curso bajo el principio de tener las bolas por el piso, un verso contenido en la canción, sentimiento contundente que después te acompaña toda la vida. Me partió el alma que a los chicos míos ya no les tocara ir al Mariano Acosta, a la escuela mítica del padre y sus tíos, que no tengan la experiencia del edificio gigante, de la media manzana, de la escalera de mármol y las catacumbas, porque la supervivencia familiar necesita de la la seguridad y la logística, y la responsabilidad de la certeza del aprendizaje, que prescinda de las gestas, como la mía, de treparme al colectivo solo a los 9 años para llegar y regresar, y las de mis papás que me despedían a las 7 y no sabían de mí hasta la 1. Entre mis hijos y yo tocaron, justo, los años de la profanación de la escuela pública, así que no pude hacer una posta con ellos, como varias generaciones de acostenses hicieron entre sí.
Mis hijos están en el mundo de Harry Potter, los libros, las películas y tienen la varita de Harry que si te apuntan y dicen petrificus totalus debés quedarte mosca, como en un asalto, fijar el semblante donde hubieras quedado, masticando, bostezando o pidiendo perdón. En fin, tal el contexto histórico del sueño. Este año se cumplen los 150 años de la Escuela Normal y ojalá sea un bonito acto sin grandes discursos políticos de la nueva generación de maestros en zapatillas, no porque no merezcan dar su punto de vista, au contraire, sino para que la coyuntura no se lleve puestos enteros los 150 años, de Sarmiento a Milei, y pueda usarse el acontecimiento para algo más que duelar la escuela pública, o esa escuela pública, sino para darle una chance más, tal vez una que no dependa tan vertical y exclusivamente del Estado, que ya no existe más. En cualquier caso, me conmueve que la Escuela Normal, mi primaria y secundaria, aparezcan en mis sueños, y ya sé que esto será hasta el final, aun sin el concurso de mis hijos para cantar su himno y hacer el tren de las nubes.
Políticamente hablando, ahora sí, anteanoche tuve mi primer sueño politizado en mucho tiempo y lo encuentro familiar con esta nueva era. Fueron dos escenas unidas con un fundido a negro, sin gran continuidad. En la primera estaba detenido junto a otras personas formando un cuadrilátero, a veces hay paradas militares así, el piso era gris, y nos mandoneaba, a nosotros, los detenidos, una mujer, joven, redonda, mas no gorda, de aspecto ignorante, sin brillo en los ojos. Estábamos, sin duda, apresados, pero no había referencia en el campo onírico del instrumento que nos retenía, así que es posible que estuviéramos psicológicamente presos nomás. Yo estaba con Ángeles Salvador, una gran amiga y escritora argentina que murió hace año y medio, que se quedó sin aire en la vida real. Ángeles, que además fue actriz, le mostraba una exagerada sumisión cuyo propósito era burlar a esta comisaria y divertirme. “Hacelos correr”, le decía a la domadora que se sometía al consejo de Ángeles y nos hacía trotar. Un fascismo tomado en joda. En la otra escena del mismo sueño de la misma noche de anteanoche estaba solo en Callao y Santa Fe, bien vestido para lo que es mi outfit regular, consistente en bermudas y remera blanca, y en el sueño tenía una chomba roja Penguin, que sí me regaló Ángeles, y pantalones largos sin detalles. La esquina era un quilombo, humo, escena de represión promedio, y me para un loquito militante en cueros que me quiere acomodar con otros detenidos de apariencia cheta. Yo me zafo del brazo que me retiene y le digo: “loco, soy del PO”.
Poco del PO, en mi vida real, pero sí soy de mirar y venerar el mundo que no existe más. Me topé, en ese sentido, con un video donde Tita Merello cuenta que Luis Sandrini se le aparece en sueños y lo evoca con el apoyo de Antonio Carrizo. Los tres ya están en el cielo. El video lo dejo más abajo, así que no voy a contar algo que se puede ver, pero voy a lo que me interesó más. Cuarenta años después de terminada la relación, mucho después de la muerte de don Luis, como le decía Palito Ortega, a ella todavía se le nota la vivencia de lo que le representó esa relación, su intensidad, y su bronca enorme por el final, por haber sido despojada por quien ella llama “esa estupenda actriz, Malvina Pastorino”.
Hay una Tita vieja inmortalizada por sus sugerencias de salud, la imitación que le hacía Sapag, sus diálogos con Victor Sueiro, pero Tita fue una bataclana, una gran performer, es el tipo de personas a quien le hacen un acto en el Lincoln Center y tienen millones de dólares en bienes raíces, pero sólo el tipo de persona, porque su gracia exclusiva la obtuvo por nacer acá, y corresponderse con los nativos, que si uno lo piensa correctamente son gente que había llegado de niño o joven de Europa o ya eran la primera generación de argentinos, con la lengua en formación, a mitad de camino entre lo que se hablaba en casa y lo que hablaban los criollos. En ese cruce, Tita hizo historia. Vivió en orfelinatos, fue sirvienta, limpió chiqueros y aprendió a leer y escribir a los 18 años, cuando empezó a cantar de prepo, para no mostrar solo las piernas, sin teoría ni solfeo. Dentro del gran conjunto de cosas que me parten el alma, además de lo de la Escuela Normal y otras, se encuentra el hecho de que la Argentina no tenga archivos audiovisuales. Todo lo que se perdió, todo lo que se grabó arriba de lo grabado. Además, lo poco que sobrevivió a la humedad, el fuego o al reuso se lo fueron robando o llevándoselo en una mochilita a la casa y silbando bajito. Cuando aparece algo de cierto valor en Youtube tiene la marca de agua de alguien que ¿cómo lo tiene? ¿Lo compró en el Parque Rivadavia?
Junto a Tita Merello quiero recordar también a Pinky, de quien hay un montón de audios y videos, aunque no el que quiero destacar, así que hay que confiar en lo que escuché un sábado en un programa de radio que tenía Lidia en Radio del Plata, quién sabe hace veinte años, y en las que hablaba y hablaba y en uno de esos desvaríos recordó su relación con Emilio Ariño, un actor, locutor, periodista, lo vi alguna vez pasear el perro por Barrio Norte, mmm, y que era el hijo de Amalia Sánchez Ariño. Años después de que terminaron la relación, Pinky, ya casada con el Negro Lavié, tuvo un niño y Pinky la fue a visitar con el bebé a Amalia que estaba internada, y a quien había quedado unida, y Amalia le dijo: uuuh, este pudo haber sido el mío…
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La entrevista es de cuarzo, un mundo que no existe más, muy recomendable. Lo de Sandrini es al final. No es taaaan así como escribí, pero buen…
Tengo un nieto que me apunta con la varita de Harry Potter, pero me dice "espectrus patronus" y efectivamente hay que congelarse.
Pero teniendo en cuenta que se trata de mi nieto y de tu hijo, me llama la atención que en esta diferencia generacional notes a Tita Merello y Pinky que formaron parte de mi juventud pero no de la tuya.
Vi muchas películas de Tita y escuché sus grabaciones, Sandrini y Malvina (y su Rolls Royce) vivían cerca de casa y uno los miraba extasiados. Pinky y el inicio de la TV formaron parte de mi adolescencia y sigo admirando al Negro Lavié. Soy tanguero.
¡Que hermoso texto! Tantas generaciones que se encuentran ahí