Patricia Bullrich remata sus tuits con una frase que promete: “conmigo esto se acaba”. Con la literalidad al palo presenta una foto o el fragmento de un noticiero de tevé con un corte de calle, o la representación de un paro docente, el tipo de cosas que se van a acabar.
En campaña electoral se mueve una raqueta dulce para que se peguen las moscas. Gobernar, se sabe, es otro negocio, otra etapa.
Pato, como se la conoce a ella y a todos los Patricios y Patricias del país, eligió, para enamorar, la proyección de su inflexibilidad, su firmeza, como dicen los políticos, que está hecha de dos hitos: su pelea con Hugo Moyano, cuando era ministra de Trabajo de De la Rúa, y la defensa de los gendarmes acusados de desaparecer a un militante cara pálida de la causa mapuche.
Lo primero fue en televisión, con el convaleciente Mariano Grondona de medium, y duró cinco minutos, pero lo segundo, veinte años después, es más destacable porque duró varias semanas.
El cuerpo de Santiago Maldonado no aparecía y la presión sobre ella y sobre su gobierno fue creciente y hasta insoportable, tanto que desde la Jefatura de Gabinete manejada entonces por el pibe de oro, Marcos Peña, se empezaron a incomodar y a ensayar estrategias de manejo de crisis que cerraran el caso aunque sea con un empate.
En esa lealtad con los uniformados, más la confirmación de que ellos decían, y le decían, la verdad, Pato agarró la curva que la catapultó hasta este momento único de su vida, soñado, el cierre de una trayectoria que inicia cuando de adolescente se subió a la caja de un rapiflet para ir a liberar a los presos de la cárcel de Devoto, apenas asumido el tío Cámpora.
Terminado el gobierno de Macri los milicos le hacían la venia en la calle y cada vez que podía, Pato, sus CM’s, sus amigos, colaban una foto o video con esta distinción.
Bajo la idea, generalizada por los locutores de la tele, de que la Argentina es un quilombo producto de la falta de autoridad efectiva de la figura presidencial y de pulso para sostener el rumbo que se establezca, fundó, Patricia, su idea de sí: que ella puede mandar y no dar el brazo a torcer. Y tanto en el caso Maldonado como en su voluntad de competir contra Larreta no se le puede discutir.
Ahora, que ya es la hora de los bifes, eligió para acentuar el efecto de su mensaje, como candidato a vicepresidente a un chico mendocino, Luis Petri, de discurso inflamado, enamorado del modelo Bukele, que parece imitar a los predicadores enajenados del club 700, en la que la figura del diablo es el populismo, ese enemigo gaseoso al que se le atribuyen las dificultades para que el capitalismo suelte la billetera y nos haga ganar guita a todos.
A Petri, en sus ensayos a viva voz en la Cámara de Diputados, no le alcanzaba con oponerse a lo que no le gustaba, sino que interpretaba que debía ser hiriente, caudaloso en su adjetivación para despertar la expectativa de un ajuste de cuentas en quienes lo escuchaban, una violencia hacia afuera que se presenta siniestra por su fresco deseo de vicepresidirnos y, que es de esperar, sea solo piripipí.
Petri aporta, además, una relación con la periodista Cristina Pérez, presentadora estrella de Telefé Noticias, una celebrity local que alimentará el interés sobre el candidato en todos los espacios no políticos, que son la mayoría, y que le abrirá buenas oportunidades de lucimiento o presentación ante el inmenso mercado de sujetos standard.
Se dice que la campaña se hace con poesía y que después se gobierna con prosa. También se dice que se sube al caballo por izquierda y que se baja por derecha, pero ésta sería una de esas excepciones en que se sube al caballo por derecha y como, inevitablemente, de coronar Patricia, seguirán los cortes, los paros, y se los tendrá que fumar mientras intenta que algo más importante funcione, a eso posiblemente se le llame bajar por izquierda.
La eventual presidencia de Patricia debería compensar a su electorado ante ese primer fracaso simbólico. Al menos tendrán aumentos de tarifas, porque si Patri y Petri cumplen con sus intenciones se acaban los subsidios, se baja el gasto, se sube la edad jubilatoria, se acaba la joda. Pero por suerte los chicos estarán en casa aportando su vitalidad porque los salarios docentes seguirán siendo una cagada y los paros se sucederán. Pasados unos (pocos) meses, los que en seis semanas la voten por derecha, la desvotarán por izquierda.
Lo de la poesía y la prosa está más peleado como analogía porque en la eventualidad de subir al caballo por derecha, la poesía, también de derecha, la habrá ayudado a montar. Pero aquí es donde veo un problema temporal. La inflación se clavó en el carril del 8 y para las PASO solo faltan 40 días. Sin desesperación popular, con doble oferta del peronismo, más Milei, el espacio para el voto que se deje de llevar por los tambores de guerra se reduce y el arco narrativo de Bullrich queda abortado.
Este halconismo al cuadrado mejora la fantasía de un duro gobierno imaginario, pero siembra dudas sobre un gobierno posible. La represión y la dureza quedaron sobrerrepresentadas en la fórmula, pero puede deberse al error de haberle atribuido a Milei más predicamento del que en realidad tiene y a un error inicial que es rendirse al lenguaje disponible, queremos orden, con un set de soluciones repetidas, firmeza, coraje, como en un juego de mesa donde se repiten siempre las mismas cartas.
La guerra civil que promovió La Nación + estos años fue un entretenimiento para las masas, no un llamado a la acción. Fue una avivada para ganar rating hecha de los bajos instintos de los televidentes. La promoción de una guerra civil a la que no se iba a presentar nadie.
Tengo para mí que la sociedad, por más deteriorados que tenga los salarios, por más enojada que se encuentre, como se repite en la tele, se quiere reproducir a sí misma, repetirse; de hecho, ese es el impulso natural de las sociedades: renovarse sin perderse de vista. Y los bajos instintos de las personas no son sus altos intereses. Estos son la custodia de sus privilegios de clase, patrimoniales, laborales. Liberar a los tiros la Ruta 40 va a la cola. Con los bajos instintos llamás la atención pero guiñando a los altos intereses tenés el voto.
Si la inflación no desborda, aunque sea muy alta, la tendencia no irá hacia el extremo que Patri subraya con Petri sino a la creación de una expectativa, módica, no demasiado emocional, de que podemos ser decadentes, pero auténticos, se redimensiona el gandhiano vivamos en paz de Larreta.
FIN
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Ah, muy buena esta nota de Mariano Narodowski sobre los paros docentes.
Gracias por la recomedación, Esteban. Siempre generoso conmigo
Creo que vamos a ver un cambio en los ejes de la comunicación de esta fórmula por todo esto que bien decís y supongo ya han registrado. Si lo hacen bien seguirán arriba y ganarán la interna.