Parte de Inteligencia 10
La Argentina nos está quedando joya. Se termina la grieta, los enfrentamientos familiares, y llega el humo para cubrirlo todo: la miseria, el afano, la ignorancia. Mis dos centavos sobre esto. Extras.
Me faltó agregar en el correo pasado que este país es espectacular también por la creatividad de sus políticos, la cual normalmente usan para el mal, como los chicos que crean sofisticados machetes que les llevan más tiempo que preparar la materia, pero que son creativos, son creativos, los chicos, los machetes, los políticos. Los milicos, que también eran políticos, fueron también creativos, es innegable; lo de Malvinas fue una salida creativa a la crisis económica, la contratación de Burson Marsteller para gestionar la campaña antiargentina también un gran hecho creativo, como creativas las postales de Para Ti que ofrecían al mundo una visión pava de nuestro día por día.
Ahora, lo de Massa es para sacarse el sombrero. Un hombre con un deseo semejante que se sube a un avión de papel, se mete en el corazón de la nube negra y fría de granizo, y se compromete consigo mismo a salir vivo del experimento, no se moja, no se cae, se sobrepone a las cien mil maldades que otros corazones iguales al suyo pueden provocarle a gente como él y, mucho más grave, a gente que no es como él, los cuales se enferman, mueren, se quitan la vida, por cuestiones que a personas como él le caen como si fuera caspa en el hombro del saco y todo ese talento combinado con una total falta de idoneidad técnica y desprecio por los efectos de su mala praxis, que endeuda al país como si fuera suyo, como si no hubiera mañana, le duplica la inflación en un año y destroza el sistema tributario.
Entre otros méritos, Massa tiene y tuvo a su propia familia de blanco de campañas de desgaste, su familia es su sostén, su herramienta para extender su red. Malena es Lady MacBeth. “Matalos, Sergio, matalos”. Escuchan a Pagni en la cama y cuentan energúmenos juntos antes de dormir. Son “Millonarios con la nuestra”, una comedia reidera con guión de Brito y Manzano y exteriores en el restaurante Roldán.
Sergio trafica influencias desde su juventud en la Anses cuando compraba un espacio en Radio Diez y todos los días hablaba con Esteban Mirol y respondía preguntas de los llamados abuelos. Muy trabajador, indudable, y con oído absoluto para abrir todas las cajas fuertes que le queden cerca para que la plata circule y haga funcionar la máquina de multiplicar su poder. Nunca está corto de custodios, ni de tecnología, oficinas, jets privados, todo es bestial con Massa. Solo sabe de presupuestos ilimitados. Con él no se pichulea nada. Mete veinte brasileños en un cohete, les paga viáticos, hoteles, montos incalculables de sueldos y así fue como en un mes y medio hizo una campaña asombrosa que sacó de la cancha a Patricia Bullrich y hundió en el pedigüeñismo a un león, nada menos, el otrora candidato salvaje, el Nerón de las pampas.
Au contraire, la campaña de Bullrich hizo agua en todos los frentes, empezando por sus condiciones personales. Pasó de mujer independiente, autónoma, franca y mal hablada, a abuela con anteojos y asoció la campaña con una juntada de amigos que viajaban juntitos en avión y luego en combi, no con un Delta team que venía a salvarnos de la inflación, la malaria y los delincuentes. Sorprendía que no pudiera memorizar diez oraciones bimembres a repetir todas las veces que fuera necesario, porque nadie ve los mismos discursos. Debía repetir repetir repetir, y ella solo pudo balbucear, balbucear y balbucear. Al final de cada una de sus presentaciones, quien llegara al final, no podía captar en qué consistía la operación que nos iba a hacer a los argentinos para transformarnos en otra cosa. Y con eso había un problema grande extra: cuando Patricia y Juntos por el Cambio prometían algo claro, prometían dolor. El orden prometido en las gigantografías, el eufemismo que encontraron para arreglar la macro y ajustar y salvarnos, se interpreta como dolor. El orden es algo intelectual que puede interesar a aquellos que ya están ordenados, o sea salvados, pero que a las masas desordenadas, no salvadas, le cae como el culo. Lo que la gente dice que quiere no es lo que quiere, cualquier persona entrenada lo sabe, pero ahí fueron a hacerles caso. Bullrich, que se subió de jovencita a un Rapiflet para ir a liberar a los presos de Devoto cuando ganó el tío Campora, evidenció total falta de calle, para resolver operaciones de cuarta como la que le hicieron a Carlos Melconián, el economista estrella con quien se la jugó para pelearle a Milei en el terreno de la fantasía numérica, dejando al costado del camino a un largo staff de profesores bilingües, que se quedaron recontra calientes por haber sido sustituidos por un vendedor de peines y peinetas.
En los debates, Patricia leía como si fuera la jornada final de un programa de alfabetización de adultos. El responsable siempre es el candidato y seguro que recibió ciento de consejos atinados para mejorar su performance. Seguro que sí. Pero pasa en todas las organizaciones humanas, los primeros anillos de los dirigentes, los que lo acompañan desde el kiosco, cierran la posibilidad de que intervengan personas realmente calificadas cuando se vuelven un supermercado para que no se revele que quienes quedaron dentro no están a la altura del desafío. Ahí es donde se hace una dialéctica fatal con el candidato que tampoco quiere revelarle su falta de idoneidad a nadie más.
Tengo para mí, estoy fantaseando, que Patricia a quien no conozco más que por tratos esporádicos cuando era montonera blanda en los 80, cavallista en los 90, y más tarde cuando formó parte del Grupo Sushi, quedó desfasada con la época, ya no pudo verse en escenarios múltiples, en la tele y en las redes, en el registro consciente y en el inconsciente del potencial votante, era una bombita de 25 watts, que no se pudo proyectar mentalmente a la carrera presidencial profesional. Y fue más abuela que piba. Lo mejor de Patricia en el último año fue cuando quiso boxear a Felipe de Miguel, un funcionario de Larreta que le jugó sucio con algo, y quedó registrado en video. Desde entonces solo fue prometiendo dolor a los votantes, pero con las mejores intenciones, rodeada siempre de un equipo con el que se sacaba fotos en plan salida con gente joven.
Contó además con el errático e inestimable comportamiento de Mauricio Macri, celoso creador del PRO que no quiso ceder las acciones a quienes lo siguieron en el camino de la vida, como reza el paredón de la Chacarita, y que prefirió que se hablara de él tanto como de la candidata realmente existente. Sólo al final mostró algo de espíritu de cuerpo, cuando el daño ya estaba hecho.
Algo para tener en cuenta, Patricia Bullrich, la candidata de la república, no pudo llamar a los candidatos que la vencieron para felicitarlos por la elección democrática y absolutamente limpia que tuvo lugar. Como sí había hecho Larreta con ella. El gesto es tribunero con sus votantes más enfáticos pero desagradecido con el sistema que le dio la posibilidad de competir y de que sus votos valgan lo mismo que los de los demás, e irrespetuoso con los millones de argentinos que votaron otra cosa. El país de mierda también se hace con estos gestos.
Tristemente escucho a muchos amigos que la votaron, como la voté yo, en plan supremacista moral porque los votantes no pudieron unir los puntos entre la pobreza en la que viven, el peronismo que los gobierna, la inmoralidad promedio alta de los funcionarios y la necesidad de votar mejor. Es el tipo de cosas para lo que sirve una campaña electoral, un candidato conectado y una red de dirigentes alineados.
Se inclinan más cómodamente por describir al electorado como gente rota. Pero si ante la claridad absoluta de apenas cinco propuestas electorales, con cinco campañas nítidas, y dos debates, las masas no te votaron es porque no te vieron en condiciones de mejorarles la vida. La candidata estaba desangelada, la campaña fue mala y, algo no menor que seguramente facilitó la mala praxis de campaña: presumieron que el castigo al gobierno sería cantado por la pésima gestión, que el loco caería desde sí mismo, como una lila que se deshoja, y que la elección la ganaban quedándose paraditos en el área.
Compañeros, repito esto: la última corrida del dólar rompió la curva lógica de aumento del café siguiendo la inflación. El Flat White de Cuervo pasó de 1200 a 2000 pesos. Claramente no puedo hacerle eso a quienes voluntariamente ayudan a sostener mi trabajo en el newsletter. Así que estoy considerando tomar otra unidad de medida para indexar desde el 1 de noviembre. Pueden ser los UVA o algún producto sin insumos importados. Si alguien me quiere sugerir qué puede ser, lo aprecio. Mientras lo resuelvo dejo los botones como ya lo venía haciendo. No se pierdan la oportunidad de apoyar el correo, máxime si siempre están a punto de hacerlo. Gracias.
Extras electorales:
El compañero Martín Rodríguez en Panamá.
El director de Seúl escribe un primer artículo sobre la debacle de Juntos por el Cambio.
Mismo medio se expide Diego Papic, acá.
y Luciana Vázquez, aquí.
Hasta el viernes.
Esteban, podés actualizar por CER el valor de la subscripción, tomando como base la fecha del último aumento. Si el valor fue $1200 el 1/10, para el 1/11 sería $1353,15 (redondear a gusto).
Podés calcularlo acá: https://ikiwi.net.ar/calculadoras/ajuste-cer/.
Es brillante este texto. Tendrías que poder escribir en un medio más público.