A los insidiosos hay que enterrarlos a todos juntos y que sus huesos abonen la tierra sobre la que crezcan huertas multicolores. Que estas bestias improductivas, tóxicas, sirvan para algo. En vida tuvieron la nefasta habilidad de asegurarse la confianza de gente buena a la que usaron de pista de aterrizaje de su profundo resentimiento. Es mi propuesta ante la crisis de representatividad, salir por un lado inesperado.
Podemos llamarlos ponzoñosos, también; en inglés, poisonous cunts (!), en sus cédulas dice, o quiere decir, somos buenos, y vienen a avivarte de lo que no estás viendo por intermediación psicológica de su inteligencia y bondad; también quieren subrayar lo que sí estás viendo y, en ese caso, exagerarlo; al fin, su propósito es transformar tu subjetividad. El método doméstico es la charla informal, el apunte de costado, todo natural. Así induce la forma en que la anécdota, el accidente que aisló para presentarlo como caso o metáfora, debe ser pensado. Son seres crueles que no pueden empatizar con la persona a la que avivan sino que están motivados por la creencia de que tienen la razón, que la tienen en realidad sobre todas las cosas que pueden tocar o pensar, y por supuesto, también sobre el aspecto particular de la vida que quieren modelar y corregir.
Todos tenemos un malestar, una bronca encallada, un infierno de lava por parir o, peor, por no parir. Salgamos a la calle y, puerta por puerta, preguntemos: ¿tiene usted un problema? Y cada vecino contará su drama de salud, lo que pasa con su nuera, que extraña a alguien, que tiene miedo de que lo intrusen, de que no lo quieran más, por lo que la palabra interesada en hacernos montar, como a la crema, tiene donde hacer su trabajito viral. Cuentan los insidiosos con que pueden tener puntualmente razón; en una escena una esposa es injusta con su esposo, y en otra escena un hombre también lo es con su mujer. Oh, qué se separen, ¡así no se puede vivir!
Entre mujeres las insidiosas se afanan por mostrarle a la amiga la idea de un desbalance en el trato que reciben, en el matrimillaje de una pareja, das mucho…, ojo, es lo que se ve de afuera; a una madre puérpera, o angustiada por las múltiples vicisitudes que presenta la vida para angustiarse, les cargan un chancho: él parece que no está. Le meten fichas.
Entre hombres se usaba mucho la expresión pollerudo si tomaba la agenda de su mujer como propia y la cumplía o respetaba. Cómo te tienen, eh. El amor interpretado como temor. Esto prácticamente no existe más porque la mayoría de los hombres cumple con sus obligaciones y más, o sea la frase perdió emisores, como el sos puto, aun así los hombres viven con terror de que no se note que hacen lo que hay que hacer para que no se afecte la contabilidad simbólica y sean enjuiciados y despreciados públicamente. El hombre sufre la ponzoña probable agazapada en cada juzgado de familia.
Todas las familias tienen dos velocidades, la de los vínculos interpersonales puntuales, la de hoy, martes, entre esposo/esposa, padre/hijo, y la estructural, las tareas que hay que hacer hoy independientemente de cómo nos llevemos hoy. La familia es el stock y cada día es el flujo. El insidioso hace dulce con el aspecto accidental, que puede ser doloroso y verdadero, para que su víctima pierda de vista lo estructural y automatice una victimización. El tipo de reparación que obtienen orbitando la cabeza de otro y goteando inseguridades es, sin embargo, pan para hoy y hambre para mañana. La víctima del trabajito puede darse cuenta y la renguera moral del ponzoñoso tiene que renovar su set de amigos.
Entre esos malditos y los presentadores de La Nación + hay algo. Porque funcionan como esos reventados que gozan de añadirle padecimiento psicológico a las personas, y por la repetición y por la universalidad de la tele ya son estas personas comunes, vecinos, amigos, familiares, también como presentadores de televisión jugando en la intimidad. “Los políticos se nos están cagando de risa en la cara”. ¿Se dijo primero en un asado o en La Nación +? Ya no se puede saber.
Cuando arrancó Radio Diez, la más potente, pocos creían lo que oían, pero estaba sucediendo. Los informativos ya no informaban sino que revolvían la herida para hacer durar el goce del hecho. Ya no había un hombre asesinado en Ciudadela y hay más informaciones para este boletín sino ¡MATARON A BETO! Y donde la vieja crónica amarilla tomaba el cuerpo devastado como centro, aquí se tomaba la circunstancia previa al hecho buscando crear la atmósfera en que esa víctima se movía para que todos sintiéramos lo que nos podía pasar apenas saliéramos de casa, y la circunstancia posterior, la voz en cuello de los deudos, repetida una vez y otra vez, con la exposición de sus doloridos prejuicios relacionados a las drogas o al carácter extranacional del eventual asesino. La clave: la repetición, el lenguaje que por descontracturado se volvía más y más ideológico. Eduardo Feinmann, una de las figuras de esa radio, era el de los timbales, el que decía chooorro. Alguna vez entrevisté a Daniel Hadad, dueño de esa radio entonces, y además de decirme que Eduardo es políticamente incorrecto, llamó al procedimiento de la radio, al género: controversial radio. (controveryal) ¿Eso la hizo exitosa? No solo, su lugar en el dial y la potencia de su transmisor lograron atravesar todos los muros de concreto.
En esos años, cuando arrancaron las tasas chinas, se terminó de corromper, no en el sentido de la plata, o no solamente, sino del propósito que perseguía, la prensa. Los periodistas en la calle, los que arrastran la programación poniendo el cuerpo, dejaron de interesarse por los hechos para interesar a los protagonistas con la interpretación que éstos ya traían de la casa. Nació entonces, y se quedó a vivir, la pregunta inducida, e insidiosa:
Esto es tierra de nadie, ¿no es cierto?
Es tierra de nadie, es tierra de nadie. Esas respuestas siempre salen dobles.
Si el compromiso político debilita la posibilidad de razonar con claridad a una persona educada, interesada en el mundo de las ideas y atraído por los puntos de vista opuestos a los suyos, qué podemos esperar del que suspende completamente su juicio crítico en nombre de una recompensa metálica o una concreción profesional, como salir en la tele para orgullo de toda la familia que mira. La Nación + está hecho de esas renuncias y está puesto al servicio de calentar la sopa del desastre cada día diciendo que esto no termina bien.
Cuando regresamos a la ciudad en avión y desciende a la altura de Magdalena o de Tigre, depende el viento, es lindo ver en la aproximación al aeroparque las piletas del conurbano, las autopistas, las calles, las canchas de fútbol, los edificios, y en los edificios, las ventanas iluminadas, y detrás de esas ventanas iluminadas hay un hijo de puta anotándose matrimonios rotos, hermanos peleados, desencuentros. Detrás de otras, hay gente dándose lujos espectaculares, inconcebibles, gastando los millones que hicieron a costa del sufrimiento de un pueblo usado de forro y entretenido con huevadas.
Qué genial, Esteban. Soy docente y hoy en el contexto de lucha, tu texto me interpeló especialmente
Qué buena Esteban! Pensé que iba para el lado de los insidiosos como cortesanos, llevando y trayendo y creando microclimas. Y encauzó para otro lado y me gustó.