Hacerse el boludo
Bueno, 3.2 dólares el café con leche en Cuervo. La apreciación cambiaria va pasando de castaño a oscuro. Al menos, ya atacamos a Irán. ¿Se dirime el pleito con el medioevo o se estira otro siglo?
El compañero Marcos Peña hizo su recorrido por medios durante las últimas semanas, desde el lanzamiento del video unboxing de su obra “El arte de subir y bajar la montaña” con la voz maternizante de alguien que podría ser su esposa diciendo en off “tu primer libro, mi amor” y el ex funcionario como recién levantado de su meditation corner con cara de uuhh. O algo por el estilo, no pude verlo completo, ese registro de la intimidad impostada para consumo público no siempre es fácil de ver, hay que poner el corazón en la heladera. Marcos eludió definiciones políticas duras en las entrevistas que dio, las que sirven de títulos, o que sirven para algo. Su pasado como superministro de Mauricio Macri, a quien prácticamente no nombra, lo fue dejando allá lejos, como una prueba del destino, que sólo sirvió para llegar a este momento, que sí es el más verdadero de su vida.
Nada sobre aquel tiempo en que se presentaba en el Congreso con una división de internautas que apoyaban su discurso con datos de último momento y él, con una gran toilette en la cabellera, les pedía a los kirchneristas que se hicieran cargo, alzando la voz. Logró en los reportajes, al costo de hundir las expectativas, despejar el camino para que no se arruine la comercialización del nuevo personaje, el político espiritual, el santo, que sale salticando de su casa al bosque a cortar higos de los árboles. Sí, se esmeró en no adjetivar a Milei y en disculparse por algo que nadie le imputa: haber incurrido en una falta de tolerancia con el kirchnerismo, o más ampliamente, con el mundo de sensaciones peronistas. Este restyling deja a Peña como un perfecto primer candidato a diputado el año que viene en una coalición antimileista, pero también en una mileista.
La presidencia de Milei rompe los manuales de cómo conseguir el poder. Así que probar un personaje que funcione de pastor en un medio tomado por delincuentes y fanáticos puede ser una alternativa. Y barata, lo hace con presupuesto cero, lo contrario de lo que siempre conoció como político. El liderazgo del presidente camina por el filo, con la novedad de depender enteramente del acompañamiento popular al que estresa con una gran recesión. Así que todos los que quieran mojar o seguir mojando el año que viene entran a la licuadora sin beneficio de inventario.
Circulan unos videos del intendente Jorge Macri hablando con su señora Belu acerca de si ellos son team mate o team café con leche, también hay fotos publicadas por la pareja municipal cuando ya están listos para salir supervestidos desde su mansión a una fiesta o sorprendidos en la calle comiéndose un eclair. Belu hace además unos singles para Instagram donde toma sol en una plaza pública, como cualquier otra millonaria. Cuando Jorge era sólo el Intendente de Vicente López la pareja animaba en Facebook unas sesiones de cocina con la creencia de que debía ablandar la imagen de patrón, de dueño, que despierta, en nuestra cultura, tanto deseo como resentimiento.
Son videos que se autoejecutaban y se apagaban voluntariamente, que se abandonaban de inmediato, por la vergüenza ajena, pero que crearon una sensación que lo volvió Intendente de Buenos Aires, así que sino le jugó a favor, no le jugó en contra hacer estas actuaciones. En esta nueva tanda de virales, ellos son una pareja que puede mantener las conversaciones más pelotudas del mundo para demostrarle al mercado de votantes que no sólo vuelan tan bajo como el que más bajo vuela de nosotros, sino que además no son parte de la política viscosa, que sólo son famosos, personajes de ficción, hoy en la Intendencia, mañana rascándose en Montecarlo, y que el drama de la vida cotidiana, incluida la basura, las construcciones que se desmoronan y matan, todas competencias de Jorge, les queda a dos vidas de distancia.
Es la versión llevada al paroxismo de aquella doctrina que vulgarizó Jaime Durán Barba: la gente no quiere políticos profesionales que parezcan políticos profesionales a cargo de los asuntos políticos sino a personas comunes, con deseos y miedos comunes, que no tienen que mostrarse más inteligentes que los ciudadanos, para no intimidarlos. Los dirigentes que pudieron adaptarse a esto, sobrevivieron, el resto quedó afuera.
Más aguda aquella tesis: cada votante debe sentirse un pelín más competente que el candidato, lo mismo que uno puede sentirse respecto del encargado del edificio. Mariu Vidal fue el punto más alto de esta idea, la chica de Flores, metejoneada con el servicio público. Junto al propósito comercial, un elitismo espectacular: no presentar la realidad a los votantes como un thriller paranoico que los asustara, diferir la angustia del público mientras la burocracia maravillosa del PRO se hacía cargo del desastre.
Todo esa recreación de la elite política colapsó administrativa y electoralmente en 2019.
Con la llegada del más excentrico de todos los presidentes que tuvo la Argentina, electos o no por el voto popular, ahora la forma más efectiva de crear un candidato es muy incierta. ¿Qué debe hacer alguien con presupuesto moderado o infinito para coronar con la presidencia? ¿Qué deben hacer Pullaro, Lousteau, Manes, Larreta, Llaryora, Massa, Kicillof? ¿Qué debe hacer Jorge Macri para convertir a Belu en primera dama? Cuando piensan en hacer como Milei, destronar completamente los modales, usar el cuerpo como instrumento, se dan cuenta que imitarlo al cien por ciento es imposible.
Jorge, entonces, ensaya un procedimiento que supera aquella teoría del primer PRO. El político debe hacer incluso lo contrario a sus intereses inmediatos. Si el vecino está como el culo, yo paseo por Roma. Como si la revelación pública de estar completamente en otra diera puntos. En los peores contextos, recesión padre, o este brote subsahariano de dengue que vivimos, también se construye la celebridad. El político produce un contenido que entretiene al pueblo, aun para que lo insulten, y la conversación pública, aunque sea negativa, le da más alcance al personaje; será en otra instancia, en otra etapa, cuando ya con gran llegada, el candidato se ponga las bolas de navidad y brille con otros argumentos.
Sería un escenario post milei plausible: probamos con los doctores, con los nabos eficientistas, con los locos, llega el momento de los pelotudos o, en el caso de Peña, los espirituales. Lo considero una escalera probable.
De hecho, creo que esto es la gran novedad: todo es ganancia cuando alguien con plata se lanza de lleno a parecer idiota. Todos se dan vuelta para señalar: hay un idiota en la oficina principal. El contraejemplo está ahí nomás: Larreta demostró que sobreactuar gestión o el interés por arrimar cráneos y arrancar de madrugada no te asegura coronar por encima de lo que ya obtuviste, pero que sí lo hace convertirte en una celebridad y ofrecerte para la catarsis pública.
Como muchos de ustedes, yo me crié admirando y luego despreciando por su falta de resultados a la generación de dirigentes que simulaba tener una calificación mayor a la que tenía, lecturas que no habían hecho, conocimiento de la historia que hacía agua en el delta. Capaz alguien recuerda a Alfonsín hablando de filosofía, mmmm. Pero era una simulación que ocultaba algo noble: que se aspira (o se teme a) una sociedad de gente bien educada, y aunque yo, el dirigente, no soy completamente esa persona, sé que ustedes lo esperan.
Pero el que acepta reducirse a tarado no siéndolo, qué aspira para la sociedad.
Tengo para mí que en próximas estaciones electorales, los ciudadanos aspirarán a ser liderados por tontos bien intencionados. Bien intencionados porque los ciudadanos van a seguir prefiriendo que no los afanen en la jeta, y tontos porque el desinterés que tienen las masas por educarse, incrementado por el desinterés de las instituciones por enseñar, no podrá ser desafiado.
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Genial Esteban, valió la pena la espera (?). En vez de La hora de la espada será La hora de los pelotudos. Lo más triste es que la escena (política, periodística, etc) se llenó de gente que probablemente no sea pelotuda pero finge (Fantino, Bonelli, Vignolo) junto a otros que probablemente sean simplemente pelotudos (Scioli, Quique Wolff, Malena). Lo digo yo, que soy un vivo bárbaro. Ya termino (quería copiarte para que veas tu influencia, jaja. Espero que tus asuntos se hayan encarrilado y te mando un saludo de admiración.
Muy bueno Esteban. Creo que exponer lo pelotudos que son los políticos en general y con la elegancia que lo haces es lo mejor que podemos hacer desde nuestro lugar para tener algun día una sociedad un poquito más despierta