El matiz exacto de la experiencia
Imposible trabajar un feriado, y no porque sea un trabajador de la cultura que deba descansar, o cosas así de graves; sino porque no puedo ir muy contracorriente de la familia. No hace falta.
Refrito, entonces, con leves ajustes para que me represente hoy, un texto que me pidieron hace cuatro años para una revista del CBC UBA llamada Código y Frontera bajo la consigna:
CONSEJOS PARA ESTUDIANTES QUE QUIEREN -O TIENEN QUE- ESCRIBIR.
No es obligatorio escribir, como no es obligatorio hacer yoga o comer brócoli aunque las tres hagan bien.
De todos modos, no hay que no hacerlo solo que porque no se tenga ganas, hay que no escribir después de haberlo intentado e incluso después de haber redondeado algo, después de haber pensado por escrito, que es la forma más aguda y productiva de pensar.
Si se percató el compañero o la compañera de que escribiendo se piensa mejor, puede ya no escribir: cuando ya sabe lo que puede obtener por escrito.
El que escribe debe saber que lo que produce es un signo que tiene forma y contenido. Que el contenido es intelectual y que la forma es musical. El contenido debe ser tan agudo como pueda serlo el autor, y la música se obtiene de la lectura en voz alta (aunque sea en voz baja, haciendo rebotar los sonidos de las oraciones en la cabeza). La oración debe cantar, y la complejidad, la agudeza, no debe ser a costa de la musicalidad. Tampoco al revés.
La escritura es solitaria y algo autista, aunque se escriba en un bar, interactuando con mozos y parroquianas. Quien no puede soportarse solo debe ver a un psicólogo para poder escribir, si es lo que quiere, escribir. Lo otro a tolerar es la frustración. Lo que uno escribe está mal la mayor parte del tiempo, hay que aceptarlo y seguir. Y quien no pueda tolerar la frustración pero quiera escribir debe ver a un psicólogo.
Hay que disponer de tiempo o usar apenas el tiempo que se dispone. Se escribe muy bien en diez minutos y muy mal en diez años. No hay reglas. Aunque va en las características de cada individuo, nada que se pueda generalizar.
Las oraciones deben ser lindas. Entonces cada palabra cuenta, y las palabras deben ser justas en el sentido de justeza, de adecuación a los fines, y un objetivo de la escritura es dar con el matiz exacto de la experiencia, por lo tanto no se adjetiva fácil ni se adjetiva divertido sino que se adjetiva justo.
Hay que escribir pensando y corregir leyendo. Y se lee tratando de entender, de aprender, y de entretenerse. El corrector, que es el autor mismo, debe poder desdoblarse en estos dos papeles, el loco inteligente que escribe y el abogado conservador que lee.
Recomiendo escribir considerando las ulterioridades como incentivo: el prestigio, el dinero o el poder, o las tres juntas. Sé que hay gente que solo escribe porque le gusta, pero a mí nunca me pasó.
Y pensar que Umberto Eco escribió un best-seller con lo mismo sobre lo que vos escribiste en una página (¿y media?). Una pieza maestra. Incluso, en la escandalosa recomendación de que hay que pensar en las ulterioridades conducentes. Eco, como se advierte , era un maestro en eso.