El cruce de los Andes
Un fantasma recorre los hogares con criaturas: ¿Empezarán las clases? Yo no la estoy viendo. A este ritmo, el homeschooling va a ser un destino y no una alternativa. Gracias por la espera. Extras.
Compañeros: Chile tiene una estrella en la bandera y en el cruce fronterizo Antonio Samoré, los últimos días de diciembre, Simón, my son, de siete años, me preguntó en voz alta por qué la tiene si nunca ganaron un Mundial. Lo preguntó sin premeditación, sin maldad, y a mitad de camino entre las ventanillas del trámite 1 y del trámite 2, una para los documentos, otra para pasar el auto, y lo fraseó tan clarito que a la madre se le congeló la sonrisa y se suspendieron todas las conversaciones en el salón para escuchar mi respuesta, las cosas que suceden en una película. Yo sólo me concentré en la cara del señor de la ventanilla 2 que, aunque hiperventilaba, por su sobrepeso, no había registrado la pregunta; entonces me acerqué a la orejita de mi hijo y le susurré: para darse ánimo, papá.
Chile es Canadá a dos horas de avión de Buenos Aires aunque es mucho mejor viajar en auto porque el paisaje es espectacular yendo y viniendo tanto por Samoré como por el cruce de Pino Hachado o el de Mendoza. Sé que los paisajes no les importan mucho, de otro modo no leerían este correo, somos una comunidad unida por los boulevards, las promenades y las boulangeries, pero bueno, de vez en cuando, una vez por año, descubrir el despelote de colores que tiene un valle, la unión de las montañas con el firmamento, las nieves eternas, o atravesar bosques de araucarias incendiados, grises por el polvo volcánico, sí que compensan las horas de semáforo en Federico Lacroze y Ciudad de la Paz.
Digo Canadá por el prejuicio de que ese es un país de los conocidos como normales: pero realmente las cosas funcionan muy bien del otro lado de los Andes; es lo que se ve viniendo desde acá, con tres estrellas, aunque ellos tienen otras ideas sobre su presente. La ruta 5 une el país de punta a punta, dos carriles para allá, dos para acá, y en muchos tramos tres carriles,. La velocidad máxima es muy poco máxima, 120 km/h, ideal para los que tienen velocidad crucero en la computadora del auto y caja automática, porque de otra forma es un bajón estar pedaleando todo el tiempo para no pasarse, el auto te pide; para que todo esto sea posible hay peajes cada cien kilómetros de un promedio de 3.000 mil pesos chilenos, 3,25 dólares. Son tremendas tragamonedas pero las rutas están bien, es indiscutible, la gente se mata menos, llega a destino en tiempos precisos y destruyendo mucho menos el parque automotor, que es muy moderno comparado con el nuestro. Es una ruta aburrida: el sol te mata del costado izquierdo si viajás hacia el norte y no tiene la adrenalina de nuestra propia ruta 5, donde no sabemos si delante del camión de La Serenísima que vamos a pasar porque ya no importa nada, porque no podemos más, se encuentran las mismísimas puertas del cielo.
Las estaciones de servicio son espectaculares. Los empleados te informan que van a iniciar la carga para que veas el numerador en cero y todas las Copec tienen al menos una máquina para inflar neumáticos, pero normalmente tienen tres, y todas funcionan y no hay que adivinar si el pitido corresponde a la presión que tenés o a la que querés tener (insight para terapia). Comer afuera está más o menos parejo con Argentina, igual que el precio de los vinos, cualquier tinto de cinco dólares es un vinazo. Lo que es una verdadera joda para nosotros es el precio de la ropa;, a los chilenos les entra pilcha y calzado en containers a lo pavote así que los precios con nuestro dólar recontra bajo de diciembre y primeros días de enero hicieron muy económico armar los paquetitos de ropa de las crianças para dos temporadas, zapatillas por 20.000 pesos de los nuestros y remeritas de la liquidación de HyM en 3.000 mil pesos. ¿Yo que me compré? Unas zapatillas Adidas, una bermuda de jean Wrangler y una camisa de lino, celeste, tipo funcionario del PRO. No gasté ni cien lucas argentinas entre las tres cosas. Los que colaboran con este newsletter dirán: “con la nuestra”. Y, sí, compañeros. Sorry que no sea sólo para comprar arroz. En mi honor no compro pilcha sino en circunstancias extraordinarias de precio y calidad. Mi uniforme normal es una remera blanca de algodón que bien puede ser de Suaya, Carrefour o Lojas Americanas y un jean.
El paseo por los shoppings, especialmente en esos sprints de compra de locos, porque todo está re barato, etcétera, como esas pasadas por los outlets de Orlando o New York de los años buenos, no es cierto, me hunden en una gran desesperanza. Mayor la posibilidad de comprar, más se abre el abanico de lo que podés tener, menos interés por hacerlo, es como una satisfacción decreciente, incluso antes de que se inicie. Como esos coqueteos donde se arranca con entusiasmo (hablo de otra vida) y a los pocos minutos uno se hace la película de toda la relación y le dice bueno, un gusto. Los negocios con el correr de los minutos, de las horas, se me vuelven todos los mismos, los olores con que frotan el piso para incentivar la compra o la permanencia nos piden volver al bosque, a la montaña, hacer un asado.
De todo lo que me angustia de un shopping, lo que más son los largos recorridos para dar con un baño o para subir o bajar un nivel, y que en esos meandros enfermantes uno deba pensar tanto en cómo espera ser visto por los demás para darle play a mirar, probarse y comprar. Sí, podría ser un hombre aventura; sí, podría ser un atleta recién bañado o un señor con sobretodo, pero la verdad es que los días son más o menos iguales. Y en ese sentido me felicito, y nadie me felicita, por resistirme una y otra vez a esa máquina infeliz. Pero tanto tanto no se puede resistir porque finalmente necesito zapatillas, bermudas y camisas. ¿Marcas que me interpelan? Adidas, Under Armour, Wrangler, Levis y las camisas de auténtico lino aunque las manufacture la señora de Alfredo Coto. Marcas que no puedo ver: Nike, North Face.
En fin, pienso que para mendocinos y neuquinos cruzar para ir de shopping, con este dólar, es una gran alternativa. Pero no para el resto que debe arriesgar la vida para llegar en auto a Chile o pagarse el avión. A menos, claro, que se combine con vacaciones o asuntos familiares en el país vecino.
Sé que están hasta acá de La sociedad de la nieve, pero vi la película, me emocioné mucho, por supuesto, por el final cantado, de niño conocí la historia leyendo el libro en la casa de Julio y Panchita, los porteros uruguayos del edificio en que crecí en Caballito, y los apellidos más emblemáticos me quedaron grabados para siempre, así como el encuentro con el arriero. Lamenté no verla en el cine por el prodigio técnico, otra vez las montañas pero pantalla enorme, sonido sensorround, los valles helados, encantados, la máquina estrellándose, todo lo que en el ipad de diez pulgadas se luce pobremente. Así que quedó muy expuesto a mi sensibilidad todo lo teatral, los diálogos, los cuales me parecieron prácticamente de retrasados mentales, que dios me perdone. La solemnidad de esos pobres guionistas, o esos pobres actores o quien sabe fueron los pobres rugbiers y la adaptación hiperrealista, reflejada también en ese calcado inicial exagerado del Montevideo de 1972, el vestuario, anteojos, usos y costumbres, como si fuera un campeonato de imitaciones. Todos tan buenos y puros, sin mezquindades, ni asaltos violentos, apenas con diferencias entre ellos por la cronología en la aceptación del canibalismo como medio inevitable de supervivencia. Al final, uno dice: “esas son proteínas”, casi una definición técnica. O sea, tan pelotudos no eran, director Bayona. Además, es sorprendente que fumaran en el día 50. Cómo es que alguien pudo calcular tan bien los cigarrillos como para fumarse un puchito justo en medio de sesudas reflexiones un mes y medio después, no me dan las métricas; tiendo a pensar que las tabacaleras están metiendo plata en las productoras para que los actores fumen. En la insoportable The Bear también hay mucho tabaquismo a propósito. Guarden estas líneas, están por lanzar el cigarrillo bueno o algo así, como la cerveza sin alcohol.
Agrego: disponiendo de fuego y acero a rolete suena raro que comieran la carne cruda, que no hayan intentado un salteado, una vez que cruzaron el Rubicón, no sé, yo me habría inclinado. Sí me gustó que los snackearan, como si fuera charqui que se llevaron los dos héroes que dieron con el arriero, eso le pareció potable a la productora, pero no le pareció potable hacer carne a la chapa. Tampoco veo bien que el director nos haya privado del momento del desposte y el fileteo. Implicaba demasiada actuación. Fuera. La peli está hecha para pasarla en las escuelas como la insólita 1985 y que se emocionen en una misma sentada Vicky Donda y Martín Tetaz y salgan los dos a fumarse un puchito al balcón y a apretar. Me gustó que la historia la contara uno que murió, la hizo menos estúpidamente redonda, también me gustó mucho lo que escribió Mariela Sexer aquí, a propósito del film, pero le salió algo mejor que la película, usando el poder de la palabra. En fin, una historia sobre la que se puede volver y volver, pienso yo como un capítulo del Evangelio y, en ese sentido, me hace pensar que no está mal que evolucione a su versión woke con negros, mujeres, que tenga su versión nikkei, vegetariana, ya está, es como el Nunca Más, pertenece a la humanidad, superación, fe, resiliencia, aceptación y, adentro, el cuento lo combinás como querés.
Me voy. El año recién empieza, es la primera entrega de muchas, si dios quiere.
Gracias a todos los compañeros que sostuvieron sus contribuciones durante el período de descanso. Es un honor para mí esa lealtad y espero estar a la altura de ese compromiso durante la temporada 2 de Un Correo de Esteban Schmidt. Sé que muchos de ustedes siempre estuvieron a punto de apoyar, así que pueden empezar el año haciéndolo, reconociendo, yo, que el 2024 es y será bien duro en lo económico. Confío en el poder de la palabra como pasamanos para llegar a Navidad, si no integrados socialmente, al menos entendiéndonos los chistes. Son botones de suscripción y actualizan mes a mes por CER (lo que sea que esto signifique).
¿Y Milei, Estebitan?
Comparto artículo del historiador Fernando Pedrosa.
Había olvidado a Marisa Monte y por suerte me acordé que existe. El video que más vi y canté este janeiro.
¡Extraordinario! Tantas observaciones brillantes. Gracias por la cita. Tenían cigarrillos porque Javier Methol, trabajaba en una tabacalera y llevo muchos paquetes.. Cuentan que eso los ayudo a sobrellevar las noches.
Un despelote tu posteo.
Asombroso lo de Chile, que no conozco. Pareciera que un poco derramara para este lado de la cordillera, porque en los faldeos de toda la línea de frontera se vive mas parecido a allá que a acá. De hecho, los fronterizos (geográficos) se olvidaron de la xenofobia antichilena de sus (cada vez menos) compatriotas del Este. Viven de cara al Pacifico.
A mi me pareció ver en la película que se cocinaban los filetes sobre una plancha al sol, pero no sé. Tal vez algo sepa Mariela Sexer, un gusto conocerla.
Un post scriptum. No se trata de desvalorizar (o dejar de) a Milei. Se trata de percibirlo cada vez más claro como a un chanta y un ignorante. Como Trump, que está a las puertas del retorno. Fue (fueron) a Davos como si fuera a una reunión privada. Y clavando la pica en la cumbre más alta de la inflación mundial, desde esa altura tan argentina, resucitó sin darse cuenta la Tercera Posición. Por eso: chanta e ignorante.
Abrazo!