¿De qué murió Spassky?
Crece el desconcierto en la elite global sobre lo que es bueno y sobre lo que es verdad; Netflix ahora provee las ideas que les faltan y así salvan el día. Insufribles, cabos sueltos y pases de gorra.
En noviembre de 1978, plena noche negra cívico militar, mi papá nos llevó, a mis hermanos y a mí, a ver la Olimpíada de Ajedrez que se jugó en el estadio de River, en salones existentes debajo de la Belgrano, con formaciones de Maestros y Grandes Maestros que vinieron a competir de todos los países. Pocas veces asumía la iniciativa plena de sacarnos a pasear así que, aunque fuera una actividad que sólo lo convocaba a él, nos permitía confortarnos con la idea de un padre comprometido e interesado en presentarnos el mundo. Se trataba del juego número 23 que terminó ganando Hungría, aunque el candidato más cantado era la URSS que traía un equipo invencible. Llegaba el verano y para airear el ambiente pesado por la humareda de los cigarrillos que se fumaban, como si fuera el último día de cada uno de los jugadores, las puertas que daban acceso al campo de juego estaban abiertas así que esa noche por primera vez pisé el césped del Monumental e hicimos, a oscuras, la mímica de los goles de Kempes a Holanda en la final del Mundial de Fútbol jugada pocos meses antes.
El paseo era insostenible para niños activos, por el requerimiento de silencio al que obliga el ajedrez, pero aún así valió mucho la pena, por ese padre y por esos goles, y porque al circular por las distintas mesas pude observar y aprender más sobre los hombres, su concentración, y cómo estos aspiraban sus cigarrillos y exhalaban el humo en volutas con forma, más en particular cómo fumaba el maestro Jaime Emma, representante argentino, cuyo nombre registré esa misma noche en el Monumental y que nunca olvidé por Jaime y por Emma, y porque años después me sorprendí al leerlo como columnista de la revista Humor.
Fueron un par de horas, y cuando salimos a buscar el Dodge 1500 marrón en la playa contigua al estadio los niños lo hicimos corriendo, para sacarnos de encima la formalidad, jugando a S.W.A.T., la gran serie de moda, y simulamos tener ametralladoras y lanzamos ráfagas a los que pasaban. En particular recuerdo perfectamente haber baleado el cuerpo del varias veces campeón del mundo, Boris Spassky, el principal galáctico de la URSS que salía del Estadio con otros miembros de su delegación. Cuando lo tiroteaba, Spassky, que se fue al cielo el último 27 de febrero, de muerte natural, me miró fijamente para desactivarme y ahí caí en la cuenta de que eso afectaba la imagen nacional sobre la que se había machacado ampliamente durante el Mundial 78 por medio de la televisión, la radio y, naturalmente, la escuela, así que bajé los brazos e hice desaparecer el arma. La metralla podía ser una mímica, pero bien podía ser simbólica e implicar algo más pesado de fondo. Ya era un niño pendiente de ese tipo de metáforas rebuscadas, de psicólogo. Tenía, además, un respeto exagerado por el sujeto extranjero, aquel que por no hablar el español de Argentina era automáticamente un ser más elevado y educado, ideas que me fecundaron, pero que el cine y la literatura con que me alimenté posteriormente me permitieron desterrar de mi base científica.

A lo que voy es que de haberme prohibido mirar S.W.A.T. yo no habría jugado a tirotear a nadie a la salida del torneo de ajedrez y la imagen de Argentina no se habría resentido ante la observación de una delegación extranjera. De hecho, de no haber mirado S.W.A.T. también sería otro, uno que no miró S.W.A.T. Lo que consumimos nos condiciona en el corto plazo para sumarlo como insumo de nuestras conversaciones o nuestros juegos, mirás S.W.A.T. a la tarde, tirás tiros a la noche, pero no son nuestro destino ni nos condenan. Mis hermanos, por ejemplo, se dedicaron a la docencia, a la música y yo a esto y jugamos a los soldaditos toda la infancia. Es rebuscado atribuir causalidades a los consumos como si las narraciones populares, una serie o un videojuego espectacular operaran como aguja hipodérmica sobre nuestras conciencias y nuestro porvenir. Así que cuando veo a mi hijo Simón matando canallas con su joystick en el Fortnite no temo por su futuro; en todo caso a la madre y a mí nos preocupa su presente si pasa demasiado tiempo haciéndolo, pero hasta ahí. Con un niño podés darte manija con cualquier cosa: si come mucho, si come poco, si saca una mala nota, si sólo saca buenas notas, todo podría agruparse bajo una patología. Los jueguitos y YouTube por supuesto no son inocuos, no es lo mismo ir a Sacoa en el verano, un rato por día (y más rato si llovía), que disponer las 24 horas de iPad y celulares y PlayStation. El niño queda imantado a la pantalla y cuesta sacarlo, cuesta que se aburra o que se canse de mirar, como sí se aburre o se cansa con cualquier otro juego. A la larga los pibes quedan boludos tras muchas horas, es indiscutible, quedan coléricos, lloran por la desconexión cuando se lo cortás, siempre por las malas porque no hay manera, pero no descuidemos el dato objetivo de que cientos de millones de boludos ya habían nacido antes y que nunca conocieron las redes sociales ni los juegos en línea o el Fortnite. Hay secciones enteras de boludos y alienados enterrados en la Chacarita que ocupan el espacio que antes ocuparon otros cientos de miles más, muchos de los cuales fueron despedidos con honores y sobre los que nadie dijo: hoy sí que se fue un boludo. Las exageraciones sobre los efectos de estas novedades tecnológicas crean problemas que no teníamos, porque todo el mundo arranca a la defensiva; se adhiere, por las dudas, a las visiones más apocalípticas y se pierde flexibilidad para razonar. Los estudios científicos sobre los efectos de las pantallas y la vida virtual no se quedan en el laboratorio ni cinco minutos, la revisión de pares la hacen los conductores de televisión.
Durante la llamada pandemia se destacó a los niños como vectores de alta contagiosidad y fue por esa razón que en Argentina las escuelas se abrieron mucho tiempo después que los bingos. Es posible que no recuerden este dato porque las víctimas quieren olvidar, pero sí, así fue. Cuando, con muchas salvedades, las escuelas se reabrieron, los niños en fila y con sus barbijos ajustados eran recibidos en la puerta de los establecimientos con una pistolita, que sólo bajo un consenso ficcional rendía como un termómetro, manipulada por personal docente o no docente, que apuntaba al parietal o a la frente de las criaturas para tomarles la temperatura. El número que aparecía en el display carecía de toda relevancia porque bajo el mismo acuerdo se asumía el mal funcionamiento del aparato de fabricación china. Así que fue todo un como si que duró muchos meses. La industria del entretenimiento, y ya han pasado cinco años, no ha logrado hasta el momento dramatizar la situación ni siquiera para filmar “La pandemia de todos”.
Ahora llegó el momento de que naturalicemos que los adolescentes son unos enfermos que pueden enfermarnos a todos, o matarnos, porque, al igual que hicieron más o menos todas las generaciones desde que se vive en departamentos y desde que los teenagers pasan buena parte del tiempo institucionalizados, de cien a ciento cincuenta años, los muchachos no dan pelota y dejan todo tirado y no se sabe bien qué hacen cuando se encierran. Lo que siempre estuvo claro se ha vuelto un problema difícil de decodificar, que esconde el germen de un problema mayor cuyas consecuencias se pagarán en el futuro. Aparece una serie de televisión escandalosa, Adolescence, que presenta 1 (un) crimen, de ficción, y el discernimiento de qué está pasando con los pibes se establece como conversación por el incentivo interesado de la élite, políticos, académicos, que necesitan temas para fondear actividades o para emitir los juicios semanales que se espera de ellos bajo la forma de creación de contenidos.
En el último año los adolescentes fueron identificados primero como incapaces de ponerse freno con el juego online y, ahora, desde el boom de esta serie como sujetos incapaces de discriminar lo que pasa en las pantallas de lo que pasa en la vida real. Así que los padres que sí discriminan muy bien tienen que estar bien atentos. La cantinela del juego online se llevó entero el 2023, entretuvo todas las tertulias de los llamados pases radiales pero un periodista de TyC Sports fue su exponente más significativo. Ariel Senosiain tuvo la fortuna de comentar el Mundial de Qatar, y tiene un vocabulario estándar más 1 para lo que es el gremio y eso le da patente de corso para meter diagonales que van del fútbol a la vida, del deporte a la política. Como un Alejandro Apo fit. Senosiain cuestionó el aumento del tamaño de las letras de la publicidad de una de las empresas de juego que patrocina torneos, equipos, en la pantalla de su canal y, cebado, cargó contra el sistema que permite que todo esto sea posible. El audio es imperdible por el maridaje perfecto de pasión, inconsistencia y pálpito. Lo resumo. Dijo que las empresas tienen afán de lucro, que los chicos van a llegar con la cabeza detonada…, que se endeudan para jugar y que las consecuencias las vamos a ver en diez años. Qué vivo. En cualquier caso, ocho meses después del audio no se verificaron ninguno de los problemas que circularon en grupos de whatsapp, no hubo suicidios de jugadores de 14 años, ni crímenes mafiosos de quienes se endeudaron por 500 pesos en Mercado Pago y no pudieron cumplir. La ludopatía afectará a las nuevas generaciones en porcentajes similares a como afectó a las anteriores y es fácil ver que se la da al juego on line una carga más negativa que la que tuvo el Prode, el turf o la ruleta de Mar del Plata donde Isidoro perdía hasta la ropa.
Ya termino
Veo hoy difícil que Milei y su burocracia puedan durar demasiado, así que la coalición del déficit que son aún “la política”, lo sobrevivirá. El proyecto secreto de la mayoría de la gente que se dedica a la política es vivir de la actividad hasta la muerte, lo cual requiere tomar el menor riesgo posible. Así que es completamente inocente pedirle un programa, que lidere y sea vanguardia. Carece de él y carecerá. Los programas los escribirán los think tanks, los profes de UTDT, de UDESA. Y, unos, por oportunismo, y los otros, por fondeo y para no hacer olas, se someten a las modas que generalmente difunde la industria del entretenimiento, y si estas modas crean angustia mucho mejor porque pueden ponerse paternalistas y compensar la incapacidad de reimaginar la idea de prosperidad y desarrollo para los pibes que han quedado paralizadas conceptualmente en 1900. Ojo, también es una forma cínica de asociar el voto a Milei con una generación “detonada” por las pantallas y la dopamina rápida para quitarse toda la responsabilidad de encima y, a la hora señalada, volver a empezar.
Compañeros, noten esta genialidad. La escritura de este newsletter tiene la exactitud de mi pensamiento el cual incluye todos sus defectos. Cada micropago tiene muy poco poder sobre el autor, por lo tanto cada uno que se sume aumenta no sólo mis chances de sobrevivir escribiendo, sino la base de mi libre albedrío.
Más para leer sobre la paranoia alimentada a partir de Adolescence.
El forista Agustín Campero aquí.
La forista Quimey Lillo aquí.
Y la forista Mariela Sexer aquí abajo.
Cabo suelto
Me gusta el nicho de soledad que se armó Marcelo Longobardi en Youtube, Yo me levanto a las siete, como tantos de ustedes, así que mi primer medio litro de agua tibia me lo tomo mirándolo en la pantallita del celu que apoyo horizontal contra los azulejos de la cocina. Me gusta la iluminación cálida con el que Marce entibia su madrugón, luz de velador, de salón de lectura nocturno, de hecho tiene una de telón de fondo profanada con las estatuillas que dan en las ceremonias de los Martín Fierro. Lo que dice… No, bueno, eso es lo de siempre. Hace un resumen de noticias que va hilando con el latiguillo no cierto, y entre y una otra información que ya está en los portales desde el día anterior maquilla su personaje con la cita de un libro que “estoy leyendo y que aún no terminé”, y que “no está en castellano”. En fin. Y los campos de golf que conoció, todo así. Respeto, de todos modos, su perserverancia; seguramente vendiendo activos podrían completar su vida de una manera muy acomodada. Pero liquidar stock para sostener una vida de lujo no es fácil de asumir para quien madrugó tanto. Sorprende igual la pobreza de audiencia a un mes de iniciado el one man show. Le vi un máximo de cinco mil visitas al mismo tiempo a las 7 y 40, pero más tarde lo vi en esa tortura radial llamada “pase”, con Tinturelli, y eran apenas 300 personas mirando. Si dependiera de micropagos voluntarios como este correo, Marcelo ya habría bajado la cortina, pero ató su vida a las grandes fortunas que lo sostienen como proxy en la guerra que los dueños de la Argentina libran en simultáneo contra la justicia social y el superávit. Lo que sí permite transparentar esa audiencia corta es cuánto era de él y cuánto de la antena por la que transmitía cuando era el número 1. Lo que dijimos acá cuando Marce se fue de Mitre hace algunos años. Y luego lo perfeccionamos acá.
Cabo suelto 2
Como Marcelo, lucho por mi supervivencia y ésta, finalmente, me entretiene un montón, especialmente si tiene recompensa. Si querés ayudarme para que el circuito psíquico de esfuerzo y recompensa dé redondo cliqueá en el botón de arriba de tu preferencia o tu posibilidad. Si sos lector frecuente, lo harás por la misma razón por la que dejás una moneda al mantero del Barrio Chino que escupe fuego por la boca o al payaso de Maure y Alvarez Thomas. Sé que un día no habrá que explicar cosas tan obvias, pero mientras tanto soplaré y soplaré.
Cabo suelto 3
En el último correo habíamos reclamado algo así como seriedad a la directora de la Carrera de Periodismo de la UTDT porque, a ojo, uno dice: no puede haber mejor lugar para formar a los futuros comunicadores del país, una generación que sea super profesional, que rehuya el infotainment, el clickbait, el ensobramiento, que esta alta casa de estudios, y eso requiere ejemplaridad, sobriedad. Algo así como que el mejor alumno sienta que todavía está muy lejos de alcanzar las condiciones profesionales de la directora y así se exija siempre un poco más. La UTDT es nuestro Harvard, de hecho ahora está ampliando aún más su nave espacial al llamado Parque de la Innovación. Van a poner los líderes de este país por los próximos cincuenta años, y por eso el interés de Un correo… en este asunto. Pero todo al pedo. No va que hacemos el pedido que la doctora Perochena actúa de maestra en el canal Olga de YouTube para enseñarle Malvinas, el día de la efeméride, a los que conducen el canal, en una escena propia de El Chavo del 8.
Malvinas Memories
En general, muy amarga toda la conversación pública sobre Malvinas del miércoles 2, desde la falta total de seriedad del presidente que cambió el status que el Estado argentino le da a los habitantes de las islas, al uso de la guerra como contenido de redes para los streamers. Grandes farsas que utilizan de manera aberrante la consecuencia más clara de esa aventura militar que fueron los 800 muertos. La doctora Perochena que acepta disfrazarse y hacer una performance en un día que es de duelo nacional…, así que buen. La inmensa mayoría de los caídos pertenecieron a familias pobres, sin poder. Así que joder es gratis. Además, para la coalición del déficit la guerra fue una locura pero también fue una gesta. Dependiendo la hora, dependiendo el tuit. Los muertos fueron chicos y víctimas, pero también fueron verdaderos hombres, valientes y heroicos. Es muy difícil ganarse el respeto así.
Siempre hay grandes excepciones. Leí estos días Malvina’s Memories, un ensayo sobre los días de la guerra de Malvinas escrito por Christian Ferrer. Un gran recuerdo a mano alzada, de prosa envidiable, con mínimo de google. Una especulación de calidad sobre cuando los argentinos hundimos un barco, y luego dos y luego tres. Una locura colectiva de dos meses, antesala de muchas posteriores y que seguramente fue secuela de otras previas. Lo recomiendo como puedo recomendar pocas cosas. Hay ficciones sobre Malvinas muy buenos, Los Pichiciegos, Las Islas; hay libros periodísticos redondos, pero memoirs escritas por las mejores mentes, de eso no hay.
El libro es, además, un encanto al tacto, al ojo, la obra gráfica de un notable editor de pequeños grandes libros, Raúl Veroni. Lo buscan acá:
Tuve el honor de ser alumno de Ferrer. Sus clases resultaban verdaderamente hipnóticas por el fraseo del docente y por su acento extraño, como proveniente de una geografía imaginaria, usaba el tu, y bajo esta forma peculiar siempre contenía ideas provocativas que hacían pensar, avivaban al joven a desafiar sus prejuicios. La materia era Seminario de Informática y Sociedad pero lo entendía como algo tipo filosofía de la tecnología. Ferrer rara vez reía (chiste con las erres), la comedia inevitable era por el peso de sus provocaciones. Caminaba los pasillos de Marcelo T. con gran fastidio, como si se trasladara de una injusticia a otra, pero a veces es sólo el rictus el que te condena al prejuicio, así que no se podía saber bien. Por entonces, fines del siglo pasado, me parecía un misántropo, una de las derivaciones naturales de la inteligencia porque cuanto más sabés más pesimista te volvés. O sea, era de los serios que además parecen enojados. Era y es. Porque vive, e incluso está en Instagram, como uno más. Busquen este libro y sus otros libros.
Además, el profesor Ferrer resultó suscriptor de este correo. Así que un día pasa que un profesor respetable también te pone en el radar. Y ese día sos grande y has redondeado una representación aceptable incluso para tus fuentes y partes integrantes. Doy con éste, un mensaje optimista a la juventud, y también a los de mediana edad que sienten que su vida aún no se parece a nada.
Insufribles
El arreglo interminable en la avenida Elcano. Al niño que nació el día que cortaron la avenida por primera vez ya lo operaron de amígdalas. Los vecinos envejecen, enferman, enloquecen y mueren viendo los progresos milimétricos, microscópicos, indeterminables, de una obra cuyo propósito es desconocido para la inmensa mayoría de quienes la padecen y todo este conjunto: lentitud, caos de tránsito, desinterés por informar sobre motivos y plazos, son una representación cabal de lo que ha sido la última gestión de Larreta y su continuidad con Jorge Macri. Creo que la mejor propaganda de campaña de ambas fuerzas primas hermanas debería incluir la idea de pedir perdón y luego permiso para seguir insistiendo.
Ay, Santiago Kovadloff. Siempre llega el momento del año en que lo bañan, lo visten, lo sacan de la casa, lo suben a un auto y lo microfonean en TN para que sostenga extenuantes subordinadas sobre la república, el respeto, la mar en coche. Los televidentes de los viejos canales de televisión son cada vez mayores y, por lo tanto, son cada vez menos y les encantan los museos porque demandan poco esfuerzo. Santiago, con su fraseo que encandila siempre a los mismos, y por lo mismo, ya es una estatua de sal apuntando a un país que nunca existió.
El novio de Lali Espósito, Pedro Rosemblat, se expone y se obliga a funcionar como novio perfecto y conductor de streaming soñado, sonriente pero no tonto, pensativo, comprometido, con ideas políticas, de izquierda pero realistas, peronista con pensamientos existenciales. En tanto novio, funciona como el enamorado de película antigua, como Roberto Escalada o Eduardo Rudy, es el hombre que llega siempre con flores. Un blanqueo en toda la línea tras haber sido el streamer del albertismo y hacer los coros a los jingles de Massa en la decadencia de Fernández. Su status de mediático y politizado le permite jugar en dos ligas al mismo tiempo y aunque temporalmente sea parte del jet set de Cuervo y La Noire, mañana puede transformarse en un candidato menos atorrante que Leandro Santoro y que logre efectivamente toquetear los votos que se fueron a Milei en los barrios menos favorecidos. Lo leíste primero acá.
Ya repudiamos las despedidas a los muertos en presente te fuiste y bla bla. Toca repudiar a quienes les hablan a los hijos en Instagram para sus cumpleaños. Un dia como hoy llegaste a nuestras vidas y todo cambió para siempre y para bien, cosas así. Normalmente los famosos se mandan con estos parlamentos porque deben producir contenidos constantemente para monetizar, y todo suma, la última foto con la abuela en la terapia, las dos manos agarradas y los hijos que los presentan fértiles e increíblemente buenos. Por supuesto que también es relleno para quienes sin ser famosos ni estar en condiciones de monetizar necesitan duplicar en redes lo que ya han vivido para que les dé interés compuesto.
Los que dicen “toca” tal cosa. Como toca repudiar o toca ir al banco o toca agradecer. Basta de ajustar el lenguaje, compañeros. La cuarta guerra mundial se va a librar con palos y se va a declarar por señas.
En ese sentido, toca agregar como insufribles a quienes saludan a los muertos por los cumpleaños en Facebook sin registrar que ya murieron hace algunos años o, peor, habiendo incluso repudiado sus muertes en sus mismos muros en oportunidad de sus partidas, lamentándolas por anticipadas o por injustas, siendo especialmente duros con el destino que se lleva a los buenos y no a los malos. ¡Pero se los olvidaron! Y al año siguiente, o cinco años después, siguen saludando al muerto como si aún conservara el status anterior.
Me encanta y ya la aprendió Amparo para hacerme la segunda en el auto. Es un montón.
En este podcast de los foristas Hernán Vanoli y Marcos Zurita se disecta la obra de la laureada Mariana Enríquez. Vale mucho la pena porque realmente se toman el trabajo de leer y comentar con rigor. La hacen de goma, la verdad, pero cómo lo hacen.
En este otro podcast, van a escuchar una entrevista al profesor Ferrer realizado por los foristas Mariela Sexer, Laura Gentile y Ezequiel Hara Duck acerca de Malvinas Memories.
Y sobre la olimpiada de Ajedrez de 1978. Esto.
No dejo estos botones a la espera de la casualidad, del error no forzado de alguien. Busco que, efectivamente, quienes leen el correo y lo esperan me ayuden a sostenerlo. No gasto plata en pavadas, fiquen tranquilos, mi máxima frivolidad es la Coca Zero, no alimentan un vago ni a un descocado, lo recaudado va todo a proteínas y a preparar a mis bendiciones para el mundo que viene.
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Es una gran noticia leer un artículo que reúna ajedrez, la paranoia de los medios con los adolescentes y los juegos y a Ferrer.
Dos comentarios: el primero una frase que se le atribuye a Ferrer en relación a algo que no me acuerdo: “un lenguaje jeroglífico para un público endogamico”. Y el segundo una entrevista inolvidable a Rodolfo Fogwill que le hicieron, entre otros, el citado Ferrer. Es una entrevista imperdible por la variedad de temas y lo alocado del personaje.
Adictivo. De los mejores. Me lo fumé todo, incluso los links. Y sigo adhiriendo al Método Schmidt de pedagogía.