Arbitrariedad. A los niños hay que explicarles lo mínimo; se los cría con tironeos de arbitrariedad parental que son decrecientes a medida que los niños ganan competencias intelectuales y capacidad de leer los contextos. Esta arbitrariedad está modelada por la educación de los padres, por el acuerdo entre ambos sobre qué es lo mejor. No se debe justificar la arbitrariedad incorporándoles prejuicios o miedos, ni por la más cómoda de todas las justificaciones: lo hago por tu bien. Irán descubriendo la materia de qué están hechas estas decisiones, solos, preguntando, adivinando, pero el niño tiene que jugar, no adentrarse en abstracciones que no pueden comprender. Así que esto es arbitrariedad, juego, arbitrariedad, juego.
Bautismo. No hay que esperar que ellos elijan, a la edad de elegir van a elegir faltarte el respeto, darte un disgusto o, mucho peor, darte la razón para que no te enojes, o no decepcionarte. Como les pusiste un nombre y controlás qué lleva la sopa de verdura, les clavás la religión oficial de la casa. Si dios existe más o existe menos no es muy relevante, tampoco existe Manuelita. Si los bautizás les definís de arranque qué es lo que es esta familia, cuál es su marco cultural, a qué universo pertenece; y si mañana se quiere hacer chino o chiita pues estará saliendo del marco que la familia le estableció. Si todo es relativo, si todo está abierto a lo que el señorito o señorita disponga, pues bien, pues todo quedará demasiado fluído. Todo esto aplica para los ritos de las compañeros de la colectividad que son una hinchada amiga.
Concha. Con las hijas mujeres simplificar y llamar concha a la concha, sin pasar por rayita o casita, al fin y al cabo son todas formas de eludir decirle concha. Durante tres años le pedí a mi hija que se enjabone abajo o que se seque ahí cuando hace pipí. Nunca más: desde que quedó validado concha se ha hecho todo más fácil. Conchita, eventualmente, si suena demasiado duro, o demasiado adulto.
Dormir. Creo que lo importante es dónde se despiertan, no dónde se duermen. Por lo tanto, para mí, no es un escándalo que se duerman en el sillón o en el suelo, abatidos, o en la cama de los papás después de o durante -mucho mejor- un cuento o viendo fútbol en la tele, mientras se despierten en sus camas. En cuanto a la hora de dormir, que todos duerman lo más posible, un ejemplo que tiene que arrancar de los padres. Los pibes tienen que dormir diez horas. Hay que comer temprano, lo que ayuda además si los padres hacen la dieta intervalada, y bajar las luces. Hay que dormirlos sin ansiedad porque se duerman, apoyarles la mano en el pecho, presión ligera, que sientan como la respiración viaja por todo el cuerpo. Hablar despacio, apagar la luz, contar siempre una anécdota, pedir que la imaginen, que callen, murmurarles, shhh. Y se durmieron. Puedo hacer esto en otras familias pero por muchísima guita.
Estafa. Con los niños nunca alcanza. Siempre habrá un reproche, algo que falta, algo extra que querrán hacer. Parecen minas. No pasa nada, así es el laburo, y el premio es verlos crecer, ganar autonomía, desarrollar talentos; la recompensa son ellos mismos, no que nos feliciten, o que nos den el gusto de ser buenitos e irse a dormir por las buenas y lavarse los dientes. Es una lucha de punta a punta. Y en la que se deja la vida para que ellos la tengan.
Fuego. Los niños tienen que estar cerca del fuego apenas puedan reconocer el peligro de quemarse. No antes. Pero tienen que aprender pronto a cambiar el estado de los alimentos y hacer fuego. El peligro nuclear no sólo subsiste sino que crece en la medida que no podamos ganarle la guerra a Rusia y que debamos reemplazar fósiles por energía nuclear. Por lo tanto, los niños entrenados en la supervivencia de la especie son esenciales en caso de que suceda lo peor. Lo mismo aplica para las alturas y el agua.
Gastar. Especialmente con el primer bebé no hay que gastar de más; los seis modelos de chupetes, cosas así, todo eso no va. No a los calentadores de mamaderas, no a la ropita cara. Comprar una bolsa de cien kilos de bodies en la avenida Avellaneda es mejor que cincuentas bodies traídos de Miami. Peor calidad, sin duda, pero más barato y menos tiempo buscando en la web, la logística de quién lo trae o cómo. Toda la plata a infraestructura, seguridad. Y que los visitantes traigan comida para los adultos.
Hermanos. De ponerse una familia, poner hermanitos, y de poner hermanitos pegarlos en el tiempo, uno detrás de otro. Es mucho más barato y el tiempo de privación de sueño de los adultos queda dentro de un mismo paquete. Si tenés dos, en cuatro años desde el primer embarazo se puede volver a dormir de corrido.
Hincarse. Esto se lo vi al Príncipe Felipe que es altísimo. Si hay algo para hablar con el niño, y estamos en la calle, o al menos no sentados en paridad en una mesa, bajar a su altura y decirle lo que querés decir, los ojos a la misma altura. Dentro de la inevitable alienación del crío, se advierte en la criatura un agradecimiento sutil por ponerse a nivel y por lo tanto la información se transmite mejor.
Juguetes. Pocos y buenos. Desafortunadamente la fabricación nacional de juguetes es una tragedia en toda la línea. El cartón de los tableros, el librito con las instrucciones, los cubiletes, todo es de cuarta o peor. Hacerlos mejor debe encarecer al punto de volver inviable la producción. Por otro lado, los juguetes son muchos más, hay mucha basura china muy barata –bah, hay de todos los precios– y el niño puede percibir que el flujo de juguetes puede ser interminable. O sea, puede serlo, pero el niño no debe suponer que ese flujo sea normal o correcto.
Kiosco. Nada, no comprarles nada en el kiosco. Punto. Resistir la demanda a los gritos, con llantos, templa el carácter de los padres, y los niños se vuelven más inteligentes para pedir. Cerrar el canal de las golosinas pero tener siempre abierto el canal de la infraestructura cultural. Traslados a casas de amigos, fútbol, baile, talleres de diversidades, libros sí, pero góndolas de libros no. Hay libros en bibliotecas, por supuesto que también infantiles. Rabelaisiano sólo para aquello que los haga fuertes y no dependientes o consumistas. Aunque uno pueda comprar un millón de bananitas Dolca, por supuesto. Aunque sí, frecuentemente, sorprenderlos con algo del kiosco.
Lenguaje. El niño aprende a hablar instintivamente para pedir, reclamar, sobrevivir, y los papás los estimulan diciéndole la palabra que quieren decir hasta que la dicen. Tudo bem. Para que el niño aprenda a hablar bien y más o menos rápido, sin forzar lo que es natural, mi tesis es que hay que hablarle largo, en oraciones con subordinadas, incluso mucho más allá de su comprensión, porque lo central no es que entienda lo que se dice sino que entienda cómo se arma lo que se dice. Parece que le hablás como a un adulto y eso es raro, pero el niño aprende a componer y luego a pensar para componer.
Llorar. Hay que dejarlos, máxime si son bebés. El agotamiento de uno no puede ser el punto para clavarle una mamadera o una teta que no necesitan. Si uno está cansado no es problema del niño, es problema del adulto. El adulto tiene que callar su falta, mi amor estoy cansado, su culpa eventual en la situación pero lo que menos puede es responsabilizar al niño con me tenés cansado. No, el niño no pidió tener un padre que no advierte que debe estar descansado para atender su demanda.
Muerte. Los muertos van al cielo. Punto. Si la cronología ayuda hay que acercar la muerte de afuera hacia adentro. Un día muere el Papa, otro día Maradona, aparece la muerte en la conversación, inevitable, luego se apunta la muerte de un vecino, los pibes de Malvinas, todo anecdótico, sin grandes detalles, luego muere un animal y ahí hacer foco. Como en las fábulas de Esopo, que los niños establezcan relaciones entre los animales y las personas. Soy partidario de que asistan a velorios y entierros. Menos misterio, menos terror.
Niñeras. Todo lo que te ahorrás en ropita de Estados Unidos va a un fondo para pagar niñeras. No para que los eduquen. Sólo para que los mantengan con vida el tiempo que los padres necesiten hacer otra cosa al mismo tiempo, juntos o no.
Ñato. Hablarles en argentino. Ñato, sopeti, chabón, sin exagerar, para compensar el neutro de los dibujitos y los acentos multinacionales de youtube kids.
Ópera. A menos que sea muy natural en los padres, hay que ahorrarle a los pibes el consumo de productos culturales altos para hacerlos socialmente más relevantes o espectaculares. Aplica a los deportes y al resto de intereses que no les interesan para nada.
Pito. De ninguna manera decirle al niño que no se toque. Que lo haga. Incluso decirle es lindo, eh. Reconocerle que es placentero. Y luego decirle que en la mesa no, por temas de higiene y protocolo.
Quintaesencia. Creo que la mejor paternidad es la que habilita, permite, no teme que la quintaesencia, la cualidad más pura de una persona, de un niño, aflore.
Ricos. Sí, hay niños con más recursos, con casas más grandes. Vos tenés lo que tenés, es lo que hay, es lo que los papás pudieron reunir para criarte. Tenés calefacción, abrigo, club, pelotas y plata para el buffet. Es un montón.
Silencio. Igual que para dormirlos, hay que darse la oportunidad de hacer silencio hasta escucharnos los latidos.
Tablet. Es imposible criar sin una tablet a mano para apagar berrinches, ataques de aburrimiento, agotamiento parental. Es interesante decirles que uno cuando era chico se aburría, que había cuatro canales o 21 en Cablevisión, pero la tablet igual sigue ahí a mano, cargada o descargada, y el niño luchará hasta obtenerla. Y si insistimos en que se aburran, aburrirnos con ellos. Todos a mirar el techo.
Uzbekistán. Con los niños se vuelve a las enciclopedias, a los libros de texto, a saber de países que creíamos olvidados o que no existían en el pasado.
V. Tarde o temprano el niño aprenderá a hacer la V con los dedos. Puede significar victoria, victory, dos o ia tu sabes.
Whisky. Como padre, tu objetivo es tomar lo menos posible para poder llegar a tomar con él algún día.
Xenofobia. Más idiomas, más colores, más ideas, todos más mejores.
Yapeyú. Van a aprender que San Martín nació en Yapeyú pero no les va a quedar claro por qué si el padre de la patria aprendió a pelear en España y de hecho combatió para los españoles vino después a la Argentina a liberarnos de los españoles. Creo que lo de Garnacho jugando para Argentina podría ayudar.
Zapatos. No veo la hora de que mi hijo use zapatos. Un mundo que no existe más. Sólo los diputados o las personas ridículamente formales usan zapatos. A menos que lo forcemos, mi hijo podría completar toda su vida sin usar zapatos o ponerse una corbata. De todos modos, voy a crear la oportunidad para enseñarle a hacerse el nudo, frente al espejo, como un hombre.
FIN
Colaborar con el correo hace a la posibilidad del correo. Me pago las horas que me lleva, con sus consumos. Nada del otro mundo, no es un ponzi. Miren el archivo. No está hecho con inteligencia artificial. Hay un cristiano escribiendo al viejo estilo.
Hoy puede ser el día que le den una mano al indio.
FW: Flat White.
Hay suscripciones de 1, 2 y 4 al mes. Hay en USD y hay one shots (especial para quienes llevan meses leyendo, puntualmente, y que como decía Miguelito Brindisi: no pudieron traducir en gol).
Gerardo Fernández despide aquí al gran Marcelo Simón.
Muy bueno esto también de Martín Rodríguez, mismo medio.
Excelente Esteban! agregaria algunos detalles, pero es una buen guia para padres/madres.