Caldo de cultura
El sábado se dio uno de esos poquísimos momentos periodísticos audiovisuales en que parece que el panorama no está del todo reventado. Para eso hizo falta sólo un buen entrevistado y una buena entrevistadora. Pablo Semán, antropólogo, profesor, Conicet, etcétera, de un lado, y Luciana Vázquez, periodista de trayectoria amplia en gráfica, con un salto a la tele en la última milla donde recogió un amplísimo consenso acerca de sus condiciones excepcionales como entrevistadora, del otro.
Ser talentoso, se sabe, no es condición suficiente para prosperar en un negocio muy chico como el periodismo argentino donde los pocos medios comerciales que existen están atados a esquemas publicitarios no siempre a la vista, engarzados con una agenda tampoco siempre a la vista de los patrones, así que su programa llamado La Repregunta, ahora se transmite sólo por Youtube, pero desde la sede del diario La Nación en Vicente López, e iluminado profesionalmente, como si algún hilo de vergüenza mantuviera a los directivos con la idea de sostener un medio serio y no ese riachuelo de vulgaridades en que transformaron el canal de televisión del mismo nombre. El link va al final para que no dejen de leer, compañeros, porque es una entrevista larga y si no me van a abandonar y harían bien. También hay una versión gráfica.
La extensión de la charla permite ver las condiciones de ambos para mantener un diálogo de calidad, composición tema el señor Milei, en tanto punto de encuentro de muchos fenómenos distintos y de novedades que se dan en la sociedad y que no están conversadas, entre otras cosas, por la deserción de la prensa de mirar adentro de las historias, y no sólo tratarlas superficialmente, a la endogamia del resto de la política tradicional (el PRO también la es, por supuesto) que prefiere no saber nada nuevo por las dudas deba incorporar a otro actor en el reparto, y al mundo académico que trabaja normalmente las consecuencias, o inventa consecuencias para asistir a los políticos a los que debe salvar, o de los que vive, y a periodistas a los que debe ayudar a rellenar con artificios como los llamados “discursos de odio”.
Vázquez es un tipo ideal de periodista interesada de verdad en aquello sobre lo que va a preguntar, y se mete con los temas de agenda tratando de darles una vuelta, sin que el ángulo sea un disparate, y que permita a personas que conocen, porque son estudiosos o porque son baqueanos, presentar sus ideas. La conversación se sostiene sin ansiedad, el tiempo corre menos en YouTube, y con la conciencia misma del escritor: que la pérdida de audiencia sólo puede provenir del abandono del cometido en la entrevista.
Fuera del gremio quizás esto no se sepa, aunque me cuesta creer que no se note, y es que hay muchos en las pantallas y las radios y los medios gráficos que no están verdaderamente interesados en lo que es su objeto de trabajo. En el periodismo político se puede ver, en particular: son pocos los que retirados del trabajo o, cambiados de sección o, en días de descanso, tienen un interés genuino con la cosa pública, a diferencia de los periodistas deportivos a quienes los deportes les gustan de verdad, y concentran gratis para ver un San Lorenzo Vélez, trabajen o no de buscar noticias sobre San Lorenzo y Vélez.
Cuesta creer que lo que esta periodista hace no sea el estándar, y la aspiración normalizada de todos sus colegas. Vázquez ocupaba la matinée del canal La Nación + hasta su transformación en este experimento psicológico para hacer audiencias más y más partisanas, lo cual fue un éxito, sino comercial, político, con esa pantalla partida en cuartos de un renovado aluvión zoológico cuyo propósito no es hacer antiperonismo sino saltar como monitos excitados para subrayar incompetencia evidente de los funcionarios o falta de fuerza de los opositores.
En honor de los kirchneristas que hicieron hablar a sus periodistas como ellos querían, por las razones románticas de confluencia con un pack discursivo que los enamoró, o por adaptación a una fuente segura de ingresos, hay que decir que la oposición, al menos la llamada halcona, se dejó hablar por el canal La Nacion + que logra que muchos políticos opositores se expresen como a la cadena se le canta. El ejemplo más vulgar son las charlas con Viviana Canosa donde las preguntas inducidas de la animadora como “che, ¿son caraduras?”, no son resistidas sino que dan el pie para unirse a ella en una sociedad de adjetivos duros. De hecho, el que se resiste no vuelve. Y si alguien tiene pinta de que puede resistirse no es invitado.
Por eso la recurrencia a soldados de la picaresca argentina como, sinteticemos con él, Hernán Lombardi, un político entregado de cuerpo y alma al lugar común, que no cuenta con ideas propias y que va sinuosamente por el bosque de los sentidos ya producidos recogiendo sólo aquellos que pueda decir sin dificultad, y sin encadenar sintagmas que le quiten el aliento. El resto de los políticos invitables tienen también un apego a la dimensión publicitaria, a la frase para el zócalo, que esta sociedad de los adjetivos duros les salva el día porque son mentes que elaboran poco ya de manera natural, así que sometidos a la artificialidad del medio se aferran a la palabra violenta como a un suero con azúcar.
Estos tienen como contracara aceptable a un Santiago Kovadloff, un halcón con subordinadas, que hace como el papel del poeta Héctor Gagliardi en Feliz Domingo: mejorar la tarde de los infelices que gritan, con un cacho de cultura.
Entiendo que habrá que esperar la desclasificación los documentos del FBI y la CIA para enterarnos cómo es que pasó todo esto de La Nación +; al menos en lo estructural. ¿Pero por qué la familia Saguier resolvió sacrificar el perfil de prensa blanca por el de prensa amarilla para su medio televisivo? ¿Por qué creyeron que estos años de la Argentina requerían discursos maniqueos? Con qué objeto.
Tengo para mí que el rating no es la explicación definitiva, sino la contribución a la formación de una minoría intensa que sume capacidad de veto en la política o forme gobierno, directamente. La ganancia allí superará las expectativas comerciales de un canal de cable, por supuesto.
Entre todas las cosas sorprendentes de este canal es que no existe siquiera una fracción de periodistas en la señal que no vean las cosas como Eduardo Feinmann y que los principales presentadores usan sin pudor palabras extremas para referirse a dirigentes en actividad y con expectativa de vida. ¿Pensarán que no se los van a cruzar nunca más? Estas formas no dejan de sugerir una didáctica para los políticos que hoy les caen bien y llegan con medialunas a sus entrevistas. Mañana “los tarados” pueden ser ellos.
Interesante es que cuando el llamado kirchnerismo cavó las primeras trincheras de la llamada grieta, el canal TN se esforzó mucho por mantener la ilusión de objetividad y la política de reclutamiento y ascenso de periodistas dentro de la señal; especialmente, tendió siempre a sobre representar periodistas que veneraban a Néstor y Cristina.
Lo que dijo Semán en el reportaje podrá ser más o menos cierto. Cómo saberlo. A mí me encantó. Una gran elocuencia corriendo sobre una formación muy sólida y una mente creativa puede salir airosa de cualquier repregunta pero no es el propósito del género de la entrevista llegar a la verdad, aislarla y que no se hable más, sino salir del punto cero del conocimiento donde sólo hay prejuicios o dudas y mejorar la conversación pública.
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Aquí la entrevista:
Otra nota sobre el tenebroso mundo de La Nación +