Autoconferencia 4
El paso del tiempo, la redondez de la panza, el cine en el Ipad para entrenar, el abandono de las series y una valorización tardía de las vacaciones.
Compañeros, voy entrando en los últimos posteos del año. El viernes que viene emitiré el correo final de la primera temporada y ese será el número 94, unas 130.000 palabras en total de febrero a diciembre, lo cual da para tres novelas cortas, dos medianas o una larga que de todos modos no hubiera escrito porque obtener recompensa a tan largo plazo no me funciona; yo, acá, dos veces por semana, pin pan pun, tengo los likes, los corazoncitos que bombean, hay ida y vuelta. Aprecio el interés de tantos por leerme durante tantas semanas y el de muchos por ayudarme económicamente a sostenerlo ¡no me abandonen! Retomo el 23 de enero después de un mes completo de vacaciones donde espero descansar con todo.
Si bien la paternidad es de tiempo completo durante las ferias, no tener un cierre encima, una entrega, una clase, es un montón de alivio de sólo pensarlo. El año que viene Amparo suma una tarde en el jardín, así que será un traslado menos para combinar a mediodía. Esos son como diez whatsapp menos por semana. Para mí: oro. Por otra parte, nos deja la empleada niñera que se va a vivir a Italia, en la que es su segunda migración. De Lima a Buenos Aires, de Buenos Aires a Venecia en diez años. Los niños aún no lo saben pero nos quedan pocos días con ella y habrá que blanquearlo pronto. No hay que pagar más un sueldo, un gran alivio, pero quedamos, ahora sí, y ante la ausencia de abuelos en condiciones, sin back up automático. Habrá que ordenarse al máximo y tener una red de niñeras por horas para zafar cuando sea inevitable o necesario dejar a los pibes al cuidado de terceros.
En enero vamos a estar en Chile, ya me perdí a qué tipo de cambio, el viaje a Neuquén ya está pago, y de ahi seguimos en un vehículo prestado por el paso Samoré y al cruzar la frontera sabremos si se podrá comer de vez en cuando en restaurantes o si habrá que armar sanguchitos en los supermercados. Los pibes se acostumbran a todo y más si se lo presenta como una aventura. Tenemos familia en la Quinta Región, así que hay muchas cosas aseguradas y gratis. Tengo mucha expectativa de salir a pasear con Simón por Valparaíso, los dos solos, caminar por el puerto, que preste atención a los oficios, y que atienda los acentos y cómo estos se concentran y se cierran cuando reina la confianza de clase, que desarrolle el oído absoluto y extraiga del tumulto lingüístico y cultural lo mejor: experiencia, aprendizaje, sin rendirse tempranamente al prejuicio o al miedo por lo que es diferente.
Retomé la actividad física en las últimas semanas. Estoy contento, soy socio de Sport Club, voy al de Santos Dumont y Córdoba, en el barrio salvado de Colegiales, aunque por mi tipo de asociación podría ir a cualquiera de las sedes, un handicap que conseguí por haber bancado la cuota durante la llamada pandemia; camino en la cinta a 5,6 de velocidad, con pendiente en 8, sé que esto varía de máquina en máquina, pero siempre hago mi rutina en las Uranium, así es la marca, y me quedo unos 30 o 40 minutos observando que los latidos se sostengan en 140 pulsaciones, entre el 80 y 90 por ciento de mi capacidad aeróbica, métricas que observo con mi Garmin Forerunner 55 enlazado al celular a través de la aplicación Connect, todos detalles que doy para cuando sea leído por la posteridad y parezca, como sería hoy para nosotros, los de esta era, los usos y costumbres de los submarinistas de la primera guerra. Al lado del celular acomodo el Ipad y miro una película. No estoy aguantando mucho las series. Las puertas hacen demasiado ruido, siempre es negro, blanco, negro, blanco, hablo de los actores, se agrega el oriental, el gay con hijos. Cuando sepa que esto cambió volveré a intentar. Aun las que me despiertan más interés automático como las de la CIA tienen la obligación de caer en estos moldes. La mina de Lioness, serie de Paramount + que saludamos desde Un Correo, infiltrada de la Agencia entre los financistas de Isis es torta, ¡basta presidente de Disney!
Pero es el único momento en que puedo ver una película, cuando me ejercito para estar funcional, y estirar, en lo que de mi dependa, el tiempo de vida, mi utilidad económica, y para que no me resulte tedioso el sacrificio físico me educo con una obra que durante el ascenso con la cinta me sirva o me inspire para la vida diaria o para sostener el correo. Lo último que vi que me gustó: Tres anuncios para un crimen. Lo más lamentable: la película de Julia Roberts producida por Michelle y Barack Obama. Sorprendente, eh. La que empecé a ver ayer y continuaré hoy cuando ustedes estén recibiendo el correo: El color del dinero, Scorsese, Paul Newman, Tom Cruise, guión redondo, todos blancos, hasta el minuto 40 que vi.
La inspiración es como una transfusión de sangre y eso es lo más tangible que puedo decir, porque lo interpreto más como algo divino que sucede por efecto del roce con la vida, con sus bordes, sus abismos. Por ejemplo, anteayer, camino a la graduación de Simón en su primer año de escuela de fútbol, me vi en la necesidad de pasar al lado de un pobre cristo al que dos policías tenían esposado en el suelo, para verle la jeta, y que me haga efecto para escribir, así de cínico el asunto, y no me hizo, o no sé si me hizo o me hará, porque el resultado no es automático; a veces es más puro cuando la inducción viene por el lado de la obra de arte. En ambos casos, la inspiración es siempre creadora, no un brote de enojo o un impulso morboso, el enojo o el morbo pueden abrir la sensibilidad, como puede hacerlo una droga, pero la inspiración enseguida enfila hacia lo alto, a la búsqueda del ser absoluto, es incremental, del hombre en el suelo, anulado en sus posibilidades, hacia arriba. Si no se entiende la idea insisto otro día.
Contrario a lo intuitivo o a las recomendaciones de los influencers de sueño, el esfuerzo deportivo no me hace dormir mejor. A la noche me desvelo y siento mis piernas irradiadas y me pongo a elongar a las 4 de la mañana, lo cual me despierta aún más, no sé, parece que no voy a poder cerrar nunca el circuito de comer sano, darme algunos gustos, entrenar, trabajar, dormir y tener la familia Ingalls. Voy a tener que sacrificar el darme algunos gustos; mi punto más débil es el vino y la Coca Light, facturas, pizzas, fideos, chorizos, morcillas, todos los puedo separar de mi vida, sin dificultad, aunque agrega la dificultad de remojar lentejas, lavar vegetales, que es tiempo, y el tiempo es guita. Por otra parte, voy y vengo con el ayuno intermitente; cuesta armar la rutina, los primeros días de prueba fueron un verdadero infierno de dolores de cabeza por el delay en el consumo de cafeína, pero cuando estos desaparecieron se abrió un mundo espectacular donde uno puede efectivamente vivir sin comer durante un montón de horas, igual que hacían nuestros antepasados o como hacen los animales salvajes que hasta que encuentran una presa pueden pasar varios días. De hecho uno se puede poner especialmente lúcido a medida que pasan las horas de ayuno. La dificultad radica en que familiar y socialmente es muy difícil de sostener por los horarios de los demás. Es imposible cenar a las 8 como mucho, incluso en casa y todos los días. Pero me pone contento que sea muy manejable lo de la mañana, que puedo despertarme a las 7 o antes y aguantar sin comer nada hasta al menos las 12, llegando a las 16 horas de ayuno si ceno a las 8 máximo. Es crucial el agua tibia para arrancar el día, entre medio litro y un litro, y luego mate. Notablemente uno corta el ayuno sin desesperación, podés comer una nuez, luego otra.
En otro orden, dejé el whisky al menos durante dos meses, pero ya corté con ese ayuno porque compré una botella de Jameson antes de la devaluación, capaz a catorce lucas. Hasta entonces alternaba en días distintos el vino con la cerveza. ¿Qué cerveza tomo? Heineken y Andes Roja. Me encanta la cerveza, helada naturalmente, aunque se toma demasiado rápido, hincha la panza y (a mí me) pega muy rápido. El vino es más como un somnífero y el whisky me resulta un perfecto aclarador del panorama y para la última milla en la elaboración de un correo me resulta imbatible. Se escribe con café y mate, se corrige con whisky, por supuesto siempre dosis pediátricas, ¿no cierto?, si no no se entiende nada. El alcohol no es bueno para dormir, lo dicen todos los influencers de salud, pero ya veo que tampoco la actividad física, así que bueno. Mi doctor me dice que, sin fanatismos, discontinuemos el alcohol diario y que lo dejemos para situaciones sociales. La copa de vino o whisky en la mesa de luz no va más.
Me ilusiona el período de descanso, como pocas veces me ilusioné por unas vacaciones. Siempre pensé, igual que Fernando Niembro, que son una total pérdida de tiempo, y que si uno hace lo que le gusta no puede anhelar descansar. En fin, cambié.
FIN
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Este es un botón navideño. Que equivale a dejarme algo en el arbolito.
"mi punto más débil es el vino y la Coca Light, facturas, pizzas, fideos, chorizos, morcillas": el topos uranos del terrícola.
Buenas vacaciones. Gracias por los escritos.